Fecha original : 2001-01-29
Traducción Astroseti : 2003-06-03

Traductor : Gabriel Pérez
SOLAR

Sin Júpiter, estamos solos

Autor: Redactor de Astrobiology News

Júpiter, el planeta gigante, engulle asteroides y cometas, o los impulsa de vuelta al espacio. Sin Júpiter, los impactos de cometas y asteroides podrían haber borrado cualquier tipo de vida de la Tierra.

Para un biólogo, los ingredientes necesarios para formar vida incluyen agua, calor y compuestos químicos orgánicos. Sin embargo para algunos astrofísicos y astrónomos, la vida, al menos la vida avanzada, puede necesitar un componente adicional: un planeta, del tamaño de Júpiter, en la vecindad solar. |

Según el Dr. Alan Boss, investigador en formación planetaria, “un prerrequisito para la vida avanzada puede ser un planeta de largo periodo, tipo Júpiter”. Boss es miembro del Instituto de Astrobiología de la Nasa (NAI) y trabaja en el “Carnegie Institution” de Washington.

En nuestro propio sistema solar, Júpiter, con su enorme campo gravitacional, juega un papel de protección importante. Júpiter ha ayudado a crear un entorno más estable para el desarrollo de la vida en la Tierra, desviando cometas y asteroides, que de otro modo podrían haber impactado con la Tierra. Existe la creencia generalizada de que un impacto masivo fue el responsable de la extinción de los dinosaurios de la Tierra hace 65 millones de años. Si no fuera por Júpiter, es posible que pudieran haber ocurrido muchos otros de tales impactos a lo largo de la historia de la Tierra, impidiendo que se hubiera llegado a formar la vida avanzada.

La importancia de Júpiter no es debida solo a su tamaño, sino también a su situación en nuestro sistema solar, alejado del Sol. Ya que su órbita es algo superior a 5 UA (unidades astronómicas —1 UA es la distancia entre la Tierra y el Sol) hay suficiente espacio en la zona interior de nuestro sistema solar, como para dar cabida a un número de planetas más pequeños.

Dentro del sistema solar interior existe una región, conocida como la zona habitable, en donde el agua en estado líquido, y por lo tanto la vida, puede existir potencialmente en la superficie de un planeta. Sin agua líquida, la vida, tal como la conocemos, no sería posible. La zona habitable alrededor de nuestro sol se extiende, aproximadamente, desde la órbita de Venus hasta la de Marte. Se acepta comúnmente que Venus está demasiado caliente para la existencia de vida en él. Parece que la Tierra está en la zona adecuada. Y sobre Marte todavía no hay un acuerdo unánime.

El entendimiento del papel que juega Júpiter en nuestro propio sistema solar ayuda a los astrónomos a enfocar su búsqueda de planetas habitables alrededor de otras estrellas. Nos explica Boss que “si se encuentra un planeta de la masa de Júpiter situado en una órbita estable y circular a una distancia de 4 a 5 UA de otra estrella, sin ninguna evidencia de otros gigantes gaseosos con periodos orbitales más cortos, tal descubrimiento sería como una luz de neón en el cosmos señalando esa estrella y diciendo ¡buscar aquí!. En la búsqueda de un planeta habitable, tipo Tierra, esa estrella sería un objetivo principal.

Pero hasta la fecha no se han encontrado tales sistemas planetarios orbitando estrellas lejanas. Esto se debe, en gran medida, a la técnica utilizada por los astrónomos para la búsqueda de planetas extrasolares. La técnica que se ha utilizado para localizar la mayoría de los 59 planetas extrasolares conocidos, se llama velocidad radial o espectroscopia Doppler. No está basada en la observación directa de un planeta lejano sino en la observación del efecto, que la gravedad del planeta, causa en la estrella que orbita.

La gravedad de un planeta gigante, en órbita alrededor de una estrella, tira de ésta primero en un sentido y luego en el otro. Según Boss “hablando en sentido estricto, Copérnico estaba equivocado. Los planetas no se mueven alrededor de sus estrellas, sino alrededor del centro de masa del sistema planetario y lo mismo hace la estrella”. Este movimiento de la estrella, se detecta desde la tierra en la forma de un minúsculo cambio periódico en el color de su luz.

Si este cambio de color muestra un patrón claro, después de varias órbitas del planeta alrededor de la estrella, los astrónomos estarán seguros de haber dado con un planeta extrasolar gigante. Según Boss “podemos inferir, de manera indirecta, la presencia de planetas observando el balanceo de una estrella en el espacio, causado por su movimiento alrededor del centro del sistema”. Estudiando con detalle el patrón del balanceo, se puede determinar la masa mínima del planeta, su distancia a la estrella y la forma de su órbita.

Sin embargo, hasta la fecha, todos los planetas gigantes encontrados están mucho más cerca de sus estrellas, que Júpiter del Sol. Ninguno de los Júpiteres descubiertos hasta el momento, presenta una órbita con un periodo lo suficientemente grande como para permitir la existencia de un planeta habitable, con una masa similar a la de la Tierra. Los astrónomos creen que probablemente esto sea un efecto de la técnica de búsqueda utilizada, basada en la velocidad radial, y no necesariamente una indicación de lo que existe en realidad. Ya que los planetas más cercanos a sus estrellas tienen órbitas más cortas, lleva menos tiempo, para un observador situado en la Tierra, apreciar la aparición de un patrón en el balanceo de la estrella, de lo que le llevaría para un planeta más alejado, con un periodo orbital mayor.

No se debería llegar a la conclusión, sin embargo, de que configuraciones como las del sistema solar sean excepcionales, ya que tales sistemas podría ser bastante comunes, lo que sucede es que todavía no hemos dado con ellos. Por ejemplo, a Júpiter le lleva 12 años completar una órbita alrededor del sol. Para identificar positivamente un planeta de tamaño similar, a una distancia parecida de otra estrella, se necesitarían un mínimo de 24 años, es decir dos órbitas completas.

Señala Boss que “desde 1987 están funcionando varios programas de búsqueda de planetas. En los últimos cinco años su precisión ha aumentado de forma significativa, de manera que en los próximos años podremos esperar, gracias a estos programas, encontrar planetas de periodo largo, tipo Júpiter —es solo una cuestión de tiempo que los astrónomos empiecen a localizarlos.

¿Qué es lo siguiente?

Entre los proyectos futuros para el descubrimiento de mundos extrasolares, se encuentran el “Space Interferometry Mission” de la Nasa, que tiene previsto su lanzamiento en 2005. Este telescopio espacial estará mejor preparado para detectar el movimiento de estrellas lejanas. En 2011, la Nasa espera lanzar el “Terrestrial Planet Finder”, el cual buscará la luz reflejada por planetas lejanos, incluyendo planetas tan pequeños como la Tierra. Este telescopio espacial también será capaz de determinar la temperatura del planeta y la composición de su atmósfera.




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