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A Algunos Les Gustan Calientes.

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Por :Liberto Brun Compte

El astrobiólogo de la NASA Jack Farmer estudia microorganismos en las fuentes termales de Yellowstone y en las grietas hidrotermales en el fondo del océano. Su trabajo podría ayudar en la búsqueda de la NASA para encontrar indicios de vida en Marte.

Por Henry Bortman

El astrobiólogo de la NASA Jack Farmer estudia microorganismos en las fuentes termales de Yellowstone y en las grietas hidrotermales en el fondo del océano. Su trabajo podría ayudar en la búsqueda de la NASA para encontrar indicios de vida en Marte.

La mayoría de la gente que visita el Parque Nacional de Yellowstone, va allí a ver el paisaje y a echarle una mirada a la atracción principal del parque, el géiser Old Faithful. Pero no para Jack Farmer. Cuando se aventura en Yellowstone va en busca de claves de lo que pudo haber sido la vida en la Tierra – ó en Marte – hace unos 4000 millones de años.

Farmer es un astrobiólogo que encabeza al equipo de la Universidad del Estado de Arizona Lead Team del Instituto de Astrobiología de la NASA (NAI). Lo que le fascina de Yellowstone son los organismos microscópicos que habitan las hirvientes aguas de las fuentes termales. El les llama, a estos medios súper calentados, a las fuentes termales y a las aberturas abismales hidrotérmicas, las “puertas a los inicios de la Tierra.” Los organismos que viven ahí, dice el, se clasifican entre los más primitivos de nuestro planeta.

Para entender el porqué, tenemos que remontarnos unos 4000 millones de años atrás, a una época cuando apenas acababa de formarse la Tierra. Los cometas y los asteroides llovían materialmente en el recién creado mundo. El más grande de estos impactos, aunque ocurrieran muy raramente, podría haberse estrellado contra la Tierra con tal fuerza que hizo hervir y desaparecer los océanos del planeta.

Aún si la vida ya se hubiese establecido en esa ocasión, habría sido casi totalmente destruida. “Probablemente casi cualquier cosa que viviese en la superficie habría sido exterminada,” dice Farmer. Sólo aquéllos microorganismos que vivían debajo de la superficie y que fueron capaces de soportar tan tremendo calor habrían sobrevivido.

Muchos científicos creen que la vida presente actual en la Tierra es descendiente de aquellos microbios adaptados al calor, los sobrevivientes primigenios de las masivas extinciones ancestrales en la Tierra.

Los científicos clasifican a las criaturas vivientes en tres amplios dominios: Arqueas, Bacterias y Eucariotas. Casi todos los organismos multicelulares – incluyendo todas las plantas y animales – son eucariotas. La mayoría de los organismos hipertermofílicos (que les encanta el calor extremo) que habitan en los manantiales hidrotérmicos y en los respiraderos abismales hidrotérmicos son arqueos unicelulares y bacterias.

Los animales y las plantas complejas, que son las formas de vida eucariótica con la que estamos más familiarizados, no pueden resistir temperaturas por arriba de los 50 grados C (122 grados F). Muchos de los microorganismos que estudia Farmer, en contraste, se morirían de “frío” a estas temperaturas. Están confortables con el termostato puesto entre los 80 grados C (176 grados F) y un chamuscante calor de 114 grados C (237 grados F), muy por encima del punto de ebullición del agua.

Hasta los 1960’s, los científicos ni se preocupaban en buscar vida en medios tan extremos como los manantiales térmicos de Yellowstone. Como las plantas y los animales no podrían vivir bajo tales condiciones, los científicos asumieron que nada más podría hacerlo. “Teníamos un centro de visión de la vida muy multicelular,” explica Farmer.

Pero las nuevas herramientas moleculares que permiten a los científicos estudiar la formación genética de los seres vivientes, nos han revelado que nuestro planeta no está dominado por las relativamente grandes formas de vida con las que nos encontramos en nuestro devenir diario, sino por diminutos microbios. Salvo pocas excepciones, en cualquier lugar en que encontremos agua en la Tierra, también encontraremos vida microscópica.

“Básicamente,” dice Farmer, “vivimos en un planeta microbial. Si queremos comprender la vida, ya no estudiamos cosas grandes multicelulares, como solíamos hacer hace 20 años. Ahora vemos cosas microbiales.” Este punto de vista es particularmente importante para obtener una pista de lo que pudo haber sido la Tierra poco después de haberse formado. En aquél entonces, no existían grandes organismos multicelulares.

Si bien los microbiólogos creen que algunos arqueos y bacterias se parecen a los microbios que habitaron la Tierra inicial, desearían tener pruebas adicionales. Pero sólo los fósiles – pocos en número y difíciles de interpretar – quedan como firme evidencia de lo que era la vida hace tres o cuatro mil millones de años. Como explica Farmer, “El único registro histórico auténtico está en las rocas.”

Es por ello que él no sólo está interesado en como viven los microbios que habitan en las fuentes termales de Yellowstone, sino también en como mueren. O, para ser más precisos, como se fosilizaron. “Mi planteamiento,” dice el, “ha sido el de comenzar con lo moderno y utilizar análogos modernos para entender la forma en como es transferida la información biológica al registro en la roca y luego usar eso como el punto de partida para ir hacia el pasado.

La evidencia permanente que queda de estos organismos modernos de dichos manantiales, Farmer ha encontrado, que no sólo son los restos orgánicos de sus cuerpos en descomposición. Más bien, son los cambios sutiles pero detectables en la textura de las rocas causados por la acción biológica de los microbios.

Las estructuras orgánicas producidas por algunos microbios actúan como puntos de enucleación (semillas) alrededor de los cuales se forman cristales que están formados de los minerales precipitados de los manantiales. Los organismos quedan densamente envueltos con estos minerales. Cuando mueren, sus cuerpos se descomponen, pero los minerales que se formaron a su alrededor pasan a formar parte de la roca.

Más aún, algunos organismos primitivos viven de comer los minerales en las rocas. Cuando se levantan de la mesa, dejan tras de ellos distintos patrones de corrosión. Farmer se refiere a estas estructuras del tamaño de un microbio como “información de fábrica biológica.”

Existen formas muy claras de micro texturas que son altamente biomediantes,” dice Farmer. “Los productos orgánicos y todo la información bioquímica inestable queda desmantelada. De manera que, a menudo uno se quedo sólo con información mineralógica y de biofabricación.

Comparando las micro estructuras creadas por los organismos modernos de hoy en día, con la evidencia preservada en rocas de millones de años de antigüedad, ayuda a los científicos a entender como vivieron y se desarrollaron los predecesores ancestrales de los microbios modernos.

Esta técnica también puede ser útil para la búsqueda de evidencia de vida ancestral en Marte. “Muchas de las características de este tipo de texturas,” apunta Farmer, “existen dentro de una escala que podrían ser potencialmente vistas desde un módulo móvil, especialmente si se tuviera un sistema de imágenes microscópicas.”

“En el 2003,” agrega, “vamos a enviar sondas a Marte que tendrán esa posibilidad. Por primera vez en Marte, seremos capaces de ver las formaciones en las rocas”. Si los microbios ancestrales marcianos dejaron una huella familiar en las rocas, detectando esa huella puede darnos la más fehaciente evidencia, jamás tenida aún, de vida en otro mundo.

¿Y después?

Farmer, quien dirige el Grupo Enfocado a Marte de la NAI, se encuentra altamente involucrado en el proceso de selección de los lugares donde las sondas del 2003 aterrizarán. No es una sorpresa, que los lugares que el favorece para esos asentamientos, ¡son los que muestran evidencia anterior de actividad hidrotérmica!

Proyectándose más allá en el futuro, Farmer cree que será sumamente importante traer de regreso muestras de rocas marcianas a la Tierra para un estudio y análisis más profundo. Y, apunta el,”la información mineralógica y formativa es crucial” para seleccionar las muestras correctas a ser traídas en el futuro.
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