Corriendo hacia la clave de la forma humana
Por :Fernanda Castaño Barboza
Según estudios recientes la evolución de la forma humana puede estar vinculada a los beneficios de la carrera de resistencia. El desarrollo del cuello y del cráneo tiene implicancias para la inteligencia humana.
Basado en un reporte de Harvard
Imagen: euro2002.dk
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Supervivencia de corredores de resistencia.
Imagen: euro2002.dk
Una colección de características fisiológicas aparentemente al azar que se originaron millones de años atrás, en la separación evolutiva de los chimpancés y el Homo erectus, conspiraron para hacer a los humanos inusualmente fuertes y resistentes corredores, permitiendo a nuestros antiguos ancestros competir por la comida con los carnívoros tetrápodos más rápidos y moldeó principalmente la forma distintiva del cuerpo humano que conocemos hoy.
Por lo ende, antropólogos de la Universidad de Harvard y de la Universidad de Utah, reportaron sobre la evolución de esas características tales como una pequeña cresta en la base de nuestros cuellos, hombros desacoplados de nuestras cabezas, una extensa serie de tendones elásticos a lo largo del reverso de nuestras piernas y pies, y bien formados traseros, en el ejemplar del jornal
Nature del 18 de Noviembre.
“Estas características anatómicas enigmáticas, hicieron a los humanos sorprendentemente buenos corredores. A lo largo de grandes distancias, podemos correr tan veloces como nuestros perros y darle a varios caballos una buena carrera”, dice Daniel E. Liberman, profesor de antropología en la Facultad de Artes y Ciencias de Harvard. “Que aquellas características y hechos fósiles aparecieran nos cuentan que la marcha evolucionó para que nuestros ancestros directos compitiesen con otros carnívoros para acceder a las proteínas necesarias para alimentar los grandes cerebros que disfrutamos hoy.”
Las proteínas y las grasas derivadas de una presa son excelente comida para el crecimiento de los cuerpos y cerebros de los predadores; Libberman sugirió que la marcha puede haber dado combustible al crecimiento de los cerebros humanos por la compulsión suave en los humanos de la adicción de grasas y proteínas.
“Estamos muy confiados en que la fuerte selección para la marcha –que sobrevino a expensas de la histórica habilidad para vivir en los árboles- fue el instrumento para el origen de la forma del moderno cuerpo humano”, dice Dennis M. Bramble, un profesor de biología de Utah. “La marcha ha moldeado substancialmente la evolución humana. Correr nos hizo humanos –al menos en el sentido anatómico. Creemos que la marcha es uno de eventos más transformadores en la historia humana. Estamos argumentando que el origen de los humanos está ligado a la evolución de la marcha”.
Este trabajo comenzó trece años atrás cuando Lieberman y Bramble comenzaron a cuestionarse porque los cerdos son tan malos corredores. Bramble notó que a diferencia de los caballos, perros, chitas, y otros buenos corredores, los cerdos no tenían las tan llamadas crestas nucales, nudos en la parte posterior de sus cráneos que mantienen a un gran número de tejidos que permiten que la cabeza del animal permanezca erguida cuando corre.
Rastros de estas crestas pueden ser halladas en cráneos humanos datados varios millones de años atrás, pero en los fósiles de los tempranos humanos del Museo Peabody de Arqueología y Etología de Harvard que mostraron Lieberman y Bramble, ninguno de ellos, ni los humanos tempranos ni los chimpancés que son nuestros parientes más cercanos tienen una cresta nucal. Los científicos estaban sacudidos por la adquisición de esta característica de los humanos antiguos, a partir de que los asediados predecesores de los Homo Erectus, conocidos como austrolopitecus, pasaron mucho de su tiempo en árboles y rara vez corrían.
“Así como comenzamos a pensar más sobre la cresta nucal, nos volvimos más entusiastas acerca de otras características de los huesos y músculos que pudieron especializarse para correr, más que sólo para caminar erguido”, dice Lieberman. “Una de las cosas que inmediatamente vinieron a la mente son nuestros hombros. Los robustos hombros de los chimpancés y australopitecus que están conectados a sus cráneos, son mejores para trepar árboles y balancearse entre las ramas. Los hombros de los humanos modernos están desconectados de nuestros cráneos, permitiéndonos correr más eficientemente”.
Progresión de los colmillos a los dientes; de la frente baja a la alta.
Otra de las características humanoide más distintivas, el músculo glúteo mayor que incluye los traseros, también ayudaron a establecer a los humanos como corredores más calificados que sus ancestros. Un rápido vistazo a los fósiles de australopitecus revela que sus pelvis, como la de los chimpancés, soportan sólo unos modestos glúteos mayores.
“Sus glúteos mayores estabilizan su tronco cuando usted se inclina hacia delante al correr, dice Liberman. “Una carrera es como una caída controlada, y los traseros ayudan a controlarla.”
Los corredores también reciben una gran ayuda de su tendón de Aquiles, fuertes bandas de tejido que soportan los músculos de la pantorrilla, y tendones relacionados a lo largo del dorso de la pierna y el pie. Este extenso sistema de salto en la pierna y el pie conserva de modo efectivo de energía elástica y la libera durante una carrera, pero no son necesarios para caminar.
“Hubo unos 2,5 millones a 3 millones de años de marcha bípeda (por los austrolopitecinos) sin lucir como humanos, por ende, ¿el caminar transformó rápidamente el cuerpo de los homínidos?, pregunta Bramble. “Nosotros decimos que no, el caminar no hizo eso, pero el correr sí.”