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Astrobiology Magazine

El Buldog de Darwin y la máquina del tiempo

El Buldog de Darwin y la máquina del tiempo

Por :Francisco M. Pulido Pastor

#1# De la edición europea de Astrobiology Magazine nos llega una historia de una ahora legendaria reunión de la Asociación Británica para los Avances de la Ciencia en Oxford.

El 30 de junio de 1860, el Buldog de Darwin, Thomas Huxley, avanzó a grandes pasos en la reunión y se enfrentó a una enorme y ávida audiencia. Su oponente esa tarde era el Obispo Wilberforce de Oxford – un ferviente orador que era apodado Jabonoso Sam por su hábito de frotar sus manos con satisfacción mientras sermoneaba. Pero Wilberforce estaba a punto de dar con la horma de su zapato.


por el Prof Mark Brake y el Revdo. Neil Hook

Científicos de Georgia Tech hallaron que la tasa de evolución molecular de los chimpancés está más cerca de la de los humanos que a la de otros monos.

Científicos de Georgia Tech hallaron que la tasa de evolución molecular de los chimpancés está más cerca de la de los humanos que a la de otros monos.

Sentando las bases para la batalla que seguiría, Wilberforce condenó la teoría de Darwin como “una deshonrosa visión de la naturaleza… absolutamente incompatible con la palabra de Dios”. Dejándose arrastrar rápidamente por su oratoria, la reunión dio un giro decisivo. Volviéndose hacia su antagonista con una sonrisa insolente, Wilberforce le rogó que le dijera si era a través del abuelo de Huxley o de su abuela a través de quien él decía descender del mono. Huxley se levantó lenta y deliberadamente, muy calmado y grave, susurando ”El Señor lo ha entregado a mis manos” y respondió:
“Un hombre no tiene razón para avergonzarse por tener un mono por abuelo. Si hubiese un ancestro de quien debería avergonzarme al recordarlo sería de un hombre que entra de lleno en cuestiones científicas de las que no tiene un conocimiento real, sólo para oscurecerlas mediante una retórica sin rumbo, y distraer la atención de sus oyentes del auténtico punto en cuestión mediante elocuentes digresiones y hábiles apelaciones a la intolerancia religiosa”.

El efecto sobre la asamblea fue electrizante. Una mujer se desmayó y tuvo que ser llevada fuera. Muchos otros se pusieron en pie en su excitación, y el Capitán FitzRoy del famoso Beagle caminaba de un lado a otro, esgrimiendo la Biblia, y salmodiando ¡El Libro, el Libro!”.

Una vez que la asamblea hubo terminado:
“todo el mundo estaba ansioso por felicitar al héroe del día… algún ingenuo deseaba que pudiera repetirse de nuevo; y Mr. Huxley, con la mirada en su cara del vencedor que siente el coste de la victoria, nos echó a un lado diciendo, ‘Una vez en la vida es suficiente, si no demasiado”.

Pero el drama del darwinismo sólo acababa de empezar. Los nacionalistas usaron a Darwin para argumentar a favor de un país fuerte como la más apta de las naciones, los militaristas encontraron en él un aval para la guerra, y los imperialistas la justificación para la conquista de ‘razas inferiores’. Sólo unos excepcionales pocos tomaron parte consciente en condenar estos desarrollos. Y uno de esos radicales contrincantes fue un estudiante del propio Huxley, H G Wells.

La influencia de Darwin

La publicación en 1859 del Origen de las Especies de Darwin tuvo un tremendo impacto sobre la ficción popular y la comunicación de la astrobiología. Transformó todas las esferas del pensamiento – científico, social, espiritual, y artístico. Y una de las formas más populares fue el cuento utópico, que no sólo aportaba un vehículo novelesco para pensar en el futuro, también examinaba las implicaciones sociales de la evolución en si misma.

El irresistible ascenso de la metáfora de la evolución engendró alrededor de 70 fantasías futuristas en Inglaterra entre 1870 y 1900. Como resultado, un creciente número de gente conoció las ideas astrobiológicas de la evolución darviniana, no a través de la ciencia, sino como un texto. Estos libros inspiraron emociones al igual que reacciones intelectuales e integraron la idea de la evolución y del futuro de la humanidad con más profundidad incluso en la imaginación pública.

Uno de los mejores ejemplos de la época fue La Máquina del Tiempo (1895) de H G Wells.

"... alguna pequeña charca cálida, con todo tipo de sales amónicas y fosfóricas, luz, calor, electricidad etc…”, Charles Darwin, sobre los orígenes de la vida en charcas de marea. 
Crédito:Smithsonian

"... alguna pequeña charca cálida, con todo tipo de sales amónicas y fosfóricas, luz, calor, electricidad etc…”, Charles Darwin, sobre los orígenes de la vida en charcas de marea. Crédito:Smithsonian

La Máquina del Tiempo

Herbert George Wells emergió de una clase media baja inglesa, que había engendrado anteriormente otro autor clave – Charles Dickens. La madre de Wells había sido sirviente, su padre jardinero. Aunque esperaban elevar el status de la familia haciéndose tenderos, la tienda fracasó gradualmente, año tras año. El trabajo del propio Wells comenzó como aprendiz de pañero, pero terminó con bastante brusquedad cuando al joven se le dijo que no era lo bastante refinado para ser pañero. Tal rechazo en el definido límite de una era victoriana de conciencia de clase se convirtió posteriormente en la motivación para la crítica de Wells de la distribución mundial de la riqueza en novelas como Kipps (1905).

Pero el hito decisivo para Wells llegó con el encuentro con el Buldog de Darwin.

Wells había ganado una beca en la Escuela Normal de Ciencia, posteriormente el Colegio Real de Ciencia, estudiando la biología evolutiva a cargo del gran TH Huxley. Un ferviente darviniano, Huxley era el comunicador jefe en ciencia de la era victoriana. Él había creado el término ‘agnóstico’ para los escépticos como él mismo, e inculcó la ascendencia homínida de la humanidad en la imaginación pública, con su escritura, y con su retórica. Sus conferencias públicas atrajeron a grandes audiencias; 2000 personas se dice que se quedaron fuera en St. Martin’s Hall en 1866, el año del nacimiento de Wells.

Con Huxley como su inspiración, Wells comenzó como escritor, viviendo en las calles oscuras, iluminadas con linternas, de negro pavimento, del Londres victoriano, la sala de máquinas del Imperio Británico. La primera de las novelas seminales de ciencia ficción de Wells, La Máquina del Tiempo trazaba un oscuro futuro para el Hombre, y dibujaba una visión escéptica de la diabólica maquinaria del progreso y el imperialismo. Fue un triunfo instantáneo.

La Máquina del Tiempo tenía dos temas principales: la evolución y la clase social.

Ambos temas son ingeniosamente explorados en un viaje de descubrimiento a través de la invención de una máquina, que es central la preocupación del libro con la dialéctica del tiempo evolutivo. La máquina en si misma simboliza el poder de la ciencia y la razón. El Viajero del Tiempo parte en su máquina para navegar y dominar el tiempo, sólo para descubrir la macabra verdad: el tiempo es el señor de todo. El significado real del título de la historia se hace patente; el hombre está atrapado por el diabólico mecanismo del tiempo, y confinado por una inexorable historia que conduce a su inevitable muerte y extinción señalizada por la nueva ciencia.

La precipitada caída del Viajero en el futuro comienza en casa. Todo el viaje a través de los mundos evolucionados del Hombre muestra poco desplazamiento espacial, con el terror de cada era desentrañándose en la vecindad del laboratorio del viajero. ”No es lo que el hombre ha sido, sino lo que será, lo que debería interesarnos”, había escrito Wells en su ensayo El Hombre del Año Un Millón. Y en La Máquina del Tiempo tuvimos la respuesta de Wells – una visión calculada para ”negarse a la plácida asunción… de que la Evolución era una fuerza pro-humana haciendo las cosas cada vez mejor para la humanidad”. La flecha del tiempo inicialmente impulsa la narrativa hacia el año 802 701 d.C. El Viajero encuentra a los Eloi, una raza de aniñados humanos estériles, virtualmente andróginos, viviendo una vida aparentemente pacífica y pastoril. La conquista total de la naturaleza por el hombre, al parecer, ha llevado a la decadencia. Pero al descubrir el oscuro mundo subterráneo de maquinas de los albinos y simiescos Morlocks, emerge una nueva teoría.

Con el tiempo, el hueco entre las clases en la sociedad victoriana ha producido especies separadas:
“En principio, avanzando a partir de los problemas de nuestra propia época, me parece claro como la luz del día que la gradual ampliación de la actual diferencia temporal y social entre el Capitalista y el Obrero, fue la clave de toda la situación. Sin duda te parecerá bastante grotesco - ¡y ferozmente increíble! – y con todo incluso ahora hay circunstancias existentes que apuntan en ese camino”.

H. G. Wells, fue un escritor inglés más conocido por novelas de ciencia ficción tales como La Máquina del Tiempo, La Guerra de los Mundos, El Hombre Invisible, y La Isla del Doctor Moreau. 
Crédito: Wikipedia

H. G. Wells, fue un escritor inglés más conocido por novelas de ciencia ficción tales como La Máquina del Tiempo, La Guerra de los Mundos, El Hombre Invisible, y La Isla del Doctor Moreau. Crédito: Wikipedia

Creyendo al principio a los Eloi los descendientes dominantes de la clase gobernante, el Viajero finalmente descubre que una clase trabajadora potencialmente predadora ha evolucionado en los bestiales Morlocks, homínidos caníbales que manejan la maquinaria que mantiene a los Eloi – sus rebaños – pasivos y abundantes.
“el gran triunfo de la Humanidad con el que yo había soñado tomó una forma diferente en mi mente. No había sido tal triunfo de la educación moral y la cooperación general… En su lugar, vi una aristocracia real, armada con una ciencia perfeccionada y haciendo funcionar para una conclusión lógica el sistema industrial de hoy. Su triunfo no había sido simplemente un triunfo sobre la naturaleza, sino un triunfo sobre la naturaleza y el prójimo”.

¿Un futuro astrobiológico?

Wells vislumbra un futuro bifocal. Una imagen en la lente, ”el hombre del mundo superior se había desplazado hacia su débil hermosura”, se centra en qué puede convertirse el hombre cuando es erradicada una vigorosa selección natural, como con los Eloi. Y la lente del futuro de los Morlocks, ”el submundo de la simple industria mecánica” aparece cuando la condición cultural de la industrialización sirve como un entorno selectivo natural, aunque crónico. La visión premonitoria de Wells es la más poderosa para hacer que el lector se sienta responsable; son las desigualdades de la sociedad de clases contemporánea las que llevan a esos futuros tan monstruosos.

Pero Wells dio un importante salto en el retrato ficticio de la evolución; ”La gente poco familiarizada con tales especulaciones como las del Darwin más joven, olvidan que los planetas deben en último término caer uno por uno hacia el cuerpo padre”. Por primera vez, la evolución del Hombre era revelada no sólo como un proceso biológico y social, sino también como un acontecimiento astrobiológico, ejecutado contra un telón de fondo de planetas agonizantes y de un agonizante Sol; una visión del Hombre siendo arrastrado ”a la oscuridad de la que surgió su universo”. Rescatando su máquina de los Morlocks, el Viajero viaja al futuro más lejano. El sistema solar está en fusión. La tierra está atrapada por las fuerzas de marea, a medida que los planetas caen en espiral hacia un gigante Sol rojo, que parece colgar sin movimiento en un crepúsculo sin fin sobre una playa mortal sobre la que reaparece la máquina del tiempo. Y en esta muerte, donde las extrañas criaturas negras y esféricas Hombre han llegado brincando ”contra las revueltas agua rojo sangre”, Wells termina su terrible relato de nuestra progresiva devolución, asentado en el entrópico deterioro de la máquina cósmica”.

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