Historia - Historia de los descubrimientos
Por :J.M. Ramírez
Un recorrido histórico que nos muestra cómo la Humanidad ha conocido a Saturno a lo largo del tiempo; desde los antiguos astrónomos asirios hasta Galileo, Huygens y Cassini.
Los primeros días
Representación del dios romano Saturno
Los documentos escritos más antiguos sobre Saturno se atribuyen a los asirios. Alrededor del año 700 antes de Cristo, describieron el planeta anillado como un destello en la noche al que llamaron “Estrella de Ninib”. Los asirios, que ocuparon la zona que hoy es Irak, florecieron entre el 1400 y el 620 antes de Cristo. Asimilaron la cultura babilonia, una civilización con un exquisito interés por la astronomía. Los historiadores creen que en una fecha tan temprana como en el año 3000 antes de Cristo los babilonios identificaron las mayores constelaciones e incluso desarrollaron un calendario de efemérides astronómicas.
Unos pocos siglos después, en el 400 a.C., los antiguos griegos bautizaron lo que ellos creían una estrella errante en honor de Kronos, su dios de la agricultura (a veces escrito como Cronos o Cronus). Kronos fue el soberano de los titanes y padre de Zeus (no confundir con Chronos, la personificación del tiempo). Entonces los romanos, que asimilaron a su cultura mucho de la de los griegos, cambiaron el nombre del planeta anillado por el de Saturno, dios de la agricultura. Fue en su honor que en Diciembre se celebraban las fiestas saturnales, una fiesta de siete días de duración que se convirtió en la más popular de la antigua Roma.
A lo largo del siguiente milenio nuestro conocimiento de Saturno no cambió mucho y el planeta fue todavía considerado como una estrella maravillosa hasta la invención del telescopio. Esta nueva herramienta, inventada a principios del siglo XVII por un óptico holandés, revolucionó rapidamente la astronomía.
Al tener noticias del nuevo instrumento, en 1609 el científico italiano Galileo Galilei construyó su propio telescopio y apuntó con él hacia el cielo. Usando lo que hoy calificaríamos como un telescopio mediocre (sólo tenía 20 aumentos) se dió cuenta de que había algo especial en torno al planeta anillado. Galileo no podía identificar aún qué era lo que “estaba mal” en el planeta y sólo pudo encontrar respuestas equivocadas.
El balanceo de los anillos
Primero asumió que Saturno era un grupo de tres pequeños planetas muy juntos, con los dos más pequeños a los costados del mayor. Dos años más tarde, sin embargo, los cambios en la apariencia de Saturno le desconcertaron. Los dos planetas más pequeños se habían desvanecido y Saturno ahora aparecía solo. Galileo escribió que estaba “asombrado” por este fenómeno. Nosotros sabemos ahora que los anillos parecen desaparecer cuando cambia nuestro punto de vista sobre el eje de los anillos. Cuando son vistos justo en el plano de su órbita, los anillos son virtualmente invisibles. Un par de años más tarde, las observaciones de Galileo fueron aún más confusas cuando los anillos reaparecieron en su sitio, cerca de Saturno.
“No sé que decir en este caso tan sorprendente”, escribió desesperado. Sugirió que Saturno podía tener brazos o “asas” que misteriosamente crecían y desaparecían periodicamente. Galileo murió sin saber realmente que a través de su telescopio casero habia visto los anillos de Saturno.
La confusión reinó hasta que Christiaan Huygens, astrónomo holandés, desarrolló su idea de un sistema de anillos planetarios en 1659. Usando un telescopio mejorado (con 50 aumentos) Huygens teorizó que los anillos debían ser sólidos, delgados y anchos. La nueva idea se convirtió en un modelo para los astrónomos de la época, que fueron entonces capaces de entender lo que estaban viendo. Cuando la calidad de los telescopios aumentó, los detalles se hicieron más facilmente identificables. En 1676 Giovanni Cassini, astrónomo italiano que más tarde se convertiría en ciudadano francés, fue capaz de ver la separación más grande entre los anillos, conocida hoy como División de Cassini. Cassini y Huygens también descubrieron lunas alrededor del planeta anillado y el número de satélites conocidos no ha parado de crecer desde entonces.