Ío es el mundo volcánico más activo de nuestro sistema solar, con cientos de volcanes que producen erupciones tan potentes que alcanzan hasta los 400 km de altitud.
La intensa actividad geológica es el resultado del calor producido por una “guerra gravitacional” entre Júpiter y los pequeños pero muy precisos tirones provocados por la luna Europa. Y es que por cada dos órbitas de Ío, Europa culmina una revolución en torno a Júpiter. La precisión de los tirones gravitacionales de su vecino, que se producen siempre en la misma posición orbital, distorsiona la superficie de Ío provocando que adopte una forma ovalada y alargada y generando calor por fricción.
(Imagen compuesta de Ío y Europa, a partir de fotografías tomadas por la sonda espacial New Horizons, de la NASA, en el año 2007)
Hasta ahora se pensaba que la luna se comportaba como fuera un sólido deformable, algo parecido la arcilla. Sin embargo cuando los científicos compararon en modelos computacionales empleando como base un mapa de la localización actual de los volcanes, descubrieron que la mayoría de ellos se encontraba realmente en una zona desplazada de 30 a 60 grados hacia el este, sobre la posición que los modelos habían predicho.
Este desplazamiento era demasiado importante como para considerarlo simplemente una anomalía, por ejemplo provocada por el que el magma estuviera fluyendo diagonalmente a través de grietas. Sería difícil de explicar que tantos volcanes estuvieran desplazados en la misma dirección. Esto constituye uno de los grandes misterios que encierra esta luna joviana.
Un nuevo estudio recientemente publicado pretende dar con la solución al problema. Según los autores, las mareas que se produjeran en un océano subsuperficial de roca fundida o magma podrían explicar por qué los volcanes de Ío aparecerían desplazados con respecto a las predicciones.
De confirmarse esta hipótesis, implicaría que los océanos de agua o magma presentes bajo las cortezas de lunas como las que existen en órbita de Júpiter o Saturno podrían ser mucho más comunes y podrían ser más longevos de lo que se esperaba, incrementando potencialmente las posibilidades de la vida en cualquier rincón del Universo.
Los fluidos, especialmente si son viscosos, pueden generar calor a través a través de la disipación de la energía de fricción producida en su desplazamiento. Los investigadores creen que este océano de magma sería una mezcla de roca sólida molida y material fundido. Por eso, cuando el magma se mueve por la influencia gravitatoria podría friccionar con las rocas colindantes, generando calor. De hecho se cree que una combinación de calor mareal junto con el producido por este tipo de fricción sería la mejor explicación para la actividad volcánica observada en Ío. Este modelo híbrido es el que mejor explica la preferencia de actividad volcánica en las zonas ecuatoriales y el desplazamiento hacia el este en las concentraciones de volcanes.
Este nuevo estudio tiene también implicaciones en la búsqueda de vida extraterrestre. Algunas lunas, como Europa o la luna de Saturno Encélado, tienen océanos de agua líquida bajo sus cortezas de hielo superficial debido a que sufren fuertes mareas gravitacionales. Los científicos piensan que la vida podría originarse en estos océanos si además tuvieran otros ingredientes clave, como la disponibilidad de energía química y materiales orgánicos prebióticos, y si además existieran desde hace largo tiempo, el suficiente como para que la vida pudiera aparecer.
El artículo publicado sugiere que este tipo de océanos subsuperficiales, tanto si están compuestos de agua como de cualquier otro tipo de elemento líquido, serán más comunes y, sobre todo, más duraderos de lo esperado.
Estos océanos podrían entrar en un estado de resonancia y, a veces, producir calor en cantidades significativas mediante los flujos mareales. Así que la pregunta que debemos hacernos ahora no es la de cómo esos océanos superficiales podrían sobrevivir si no cómo podrían llegar a desaparecer. En consecuencia los océanos de Ío y otros satélites podrían ser incluso más comunes de lo que habíamos pensado hasta ahora.
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