En contraposicion a este pionero espacial, el astronauta Chris Hadfield se muestra escéptico: “La Humanidad no se va a extingir”. A lo que añade: “No hay un gran razón para ir, más allá de la mera curiosidad, y eso no va a ser suficiente para sostener el inmenso coste en que se necesita incurrir con la tecnología actual”.
Pero Ashley Dove-Jay, de la Universidad de Bristol, se cuestiona nuestro futuro, encerrados aquí en la Tierra. Según él, nuestro entorno es un sistema altamente equilibrado y nosotros somos un elemento desestabilizador. Las iniciativas “verdes” no son una solución a largo plazo para el precipicio al que nos estamos avalanzando, son solo baches en el camino. Si es aquí donde la raza humana está destinada a quedarse, entonces deberemos estar preparados para pelearnos por lo que sobre en la Tierra.
Políticamente hablando, enviar humanos al espacio genera unidad nacional. La Estación Espacial Internacional es la mejor muestra de la reunificación de EE.UU. y Rusia, siendo ahora una plataforma para una mayor cooperación internacional.
La exploración espacial es también inspiradora. Durante el Programa Apolo de la NASA con dirección a la Luna, el número de graduados en matemáticas, ingeniería y ciencias se dobló en los Estados Unidos. La ignición de la imaginación de aquella generación impulsó a EE.UU. a la posición dominante que ocupa desde los años 60. ¿Qué podría suponer un programa a Marte?
La Luna no es el camino
¿No debería la Luna, mucho más cercana a la Tierra, ser nuestro primer paso? En realidad, no. Es demasiado diferente. Es mejor probar el equipo y entrenar al personal en lugares análogos a Marte localizados en la Tierra, tales como el desierto geológicamente similar del sur de Utah o el frío y seco desierto ártico de Canadá. El porqué la Agencia Espacial Europea ha designado la Luna como el trampolín hacia Marte escapa a la comprensión de Dove-Jay, quien opina que esto incrementaría enormemente los gastos de la misión marciana.
Estación de Investigación de la Mars Society situada en el sur del estado de Utah. |
Poner algo sobre la superficie de la Luna supone un 50% de energía que hacerlo sobre Marte. La atmósfera marciana puede utiizarse para reducir la velocidad de acercamiento de una astronave, en lugar de utilizar combustible extra para ello. También supondría desarrollar dos tipos de equipos y tecnologías de aterrizaje diferentes. Existen razones para ir a la Luna, pero entre ellas no está el ser una etapa intermedia para llegar a Marte.
Incluso la colonización de la Luna es cuestionable, debido a que no posee los recursos necesarios para desarrollar allí una colonia. Marte tiene una suelo fértil, abundancia de agua (en forma de hielo), una atmósfera rica en dióxido de carbono y los días duran 24 horas y media. La Luna, en cambio, tiene un suelo yermo, el agua es escasa, no tiene una atmósfera efectiva, y sus días son de 708 horas. Es decir, sería posible introducir vida biológica en Marte, pero no así en la Luna.
Camisetas en Marte
Con solo un poco de esfuerzo, Marte podría volver a su estado templado, húmedo y acogedor anterior. Elevar la temperatura en el polo sur en unos pocos grados haría que el CO2 helado del suelo se gasificara. Como gas de efecto invernadero, seguiría aumentando la temperatura, lo que a su vez gasificaría más CO2 entrando en un ciclo de calentamiento auto sostenido.
Con el tiempo, el agua helada del suelo se licuaría, cubriendo la mitad del planeta. Un siglo después, Marte desarrollaría una atmósfera de una densidad similar a la de las faldas del Himalaya. Un clima apropiado para el uso de camisetas.
El progresivo acondicionamiento de Marte a un planeta parecido a la Tierra. |
Barreras tecnológicas
Hadfield advierte que “tenemos que inventar muchas cosas” antes de poder ir a Marte, y que “no supone ninguna ventaja ser los primeros exploradores que mueran allí”. Pocos discutirían eso pero, ¿cuáles son los retos que debe afrontar una misión tripulada a Marte?
Radiación: Un astronauta recibiría la dosis permisible para toda una vida en un único viaje de 30 meses, incluyendo 18 meses en la superficie. Pero esto es equivalente a incrementar las posibilidades de cancer solo de un 20% a un 23%. Ya que la mayor parte de esta radiación se recibe durante el viaje interplanetario, con una protección radiológica adecuada en la nave, sería más sano para un astronauta (radiológicamente hablando) vivir en Marte (0,10 sieverts) que ser fumador en la Tierra (0,16 sieverts).
No hay una solución concreta a este problema. Una estrategia que Dove-Jay ha ayudado a desarrollar ha sido la de optimizar la disposición interna del equipo y de las estructuras en el hábitat marciano para minimizar la exposición, colocando los bultos existentes en los lugares más adecuados. Esto podría reducir la exposición en un 20% sin añadir material. Llevar bolsas de arena vacías para llenarlas con el polvo de Marte y colocarlas cosbre los tejados también sería un método simple a la vez que efectivo. El problema de la radiación en Marte se debe tener en cuenta, pero no es una barrera infranqueable.
Energía: “Necesitamos una fuente de energía compacta”, dice Hadfield. “No podemos depender de la reducida energía solar que llega a Marte”.
Si bien la energía solar que llega a la superficie del planeta rojo es la mitad de la que llega a la Tierra, esta tampoco es una dificultad insalvable. Un cálculo rápido muestra que para proveer de energía a una vivienda media en Marte, teniendo en cuenta incluso las tormentas de polvo, se necesitarían solo 6 m2 de paneles solares, algo perfectamente factible.
Gravedad reducida: Los efectos de la microgravedad sobre los astronautas lleva siendo estudiada desde hace décadas, habiéndose desarrollado una variedad de técnicas para mitigar los efectos de pérdida de masa ósea y muscular que produce.
Con una gravedad tres veces menor que la de la Tierra, a los astronautras les llevaría dos días aclimatarse, y tal vez unos pocos meses adaptarse completamente. La NASA y la ESA han estado desarrollando un traje interno que comprime el cuerpo para superar los efectos negativos de la reducción de la presion y de la gravedad.
Sin embargo, la adaptación biológica podría ser más fácil si se evitara la microgravedad. La nave podría hacerse girar durante el viaje para generar una gravedad artificial que fuera decayendo paulatinamente, simulando una transición entre la gravedad terrestre y la marciana, y viceversa, durante el viaje de medio año de duración.
En definitiva, hasta que los humanos no vivamos en otros planetas es improbable que podamos entender los sutiles efectos que la gravedad reducida puede tener sobre nuestra salud. Pero, ¿quién sabe que tipo de cosas podrá soportar el cuerpo humano en futuro gracias a la bioingeniería y a los nuevos desarrollos tecnológicos?
Barreras sociales
Vida en marte: De haber vida en Marte, aunque esta sea microbiana, ¿podríamos extendernos por el planeta arriesgándonos a su extinción? Según Dove-Jay, esta es una pregunta extraña, ya que como dice Chris McKay: “Se comete un genocidio microbiano cada vez que alguien se lava las manos”. Manipulamos y cultivamos formas complejas de vida de nuestro entorno de la manera más sistemática y barata posible. Miles de millones de personas se comen los cuerpos de organismos que pensaban y respiraban solo unos días antes. ¿Por qué, de repente, se debe considerar a los microbios marcianos como algo sagrado? Ciertamente se deberían estudiar, pero no pueden ser una excusa que evite nuestra propagación por el planeta rojo.
Contaminación de la Tierra: Por otro lado, la cuestión de si una plaga marciana podría ser accidentalmente introducida en la Tierra debe ser seriamente considerada, pero siempre de manera proporcionada. Existe solo una pequeña posibilidad de que la vida marciana pudiera ser nociva. Las cosas que nos matan lo hacen porque han evolucionado junto con nosotros en una carrera continua por estar por encima nuestro en la cadena evolutiva. Cualquier hipotética vida marciana habría evolucionado de una manera independiente, lo que hace que sea muy poco probable que tenga capacidad de interactuar con la vida terrestre a un nivel molecular. Tal y como dice Robert Zubrin: “Los árboles no cogen resfriados, al igual que los humanos no cogen la enfermedad holandesa del olmo o grafiosis”.
Psicología: Dependiendo de las órbitas relativas, enviar un mensaje entre Marte y la Tierra podría suponer entre 3 y 22 minutos. Esta pérdida de comunicación en tiempo real hará sentir a los astronautas apartados y solos. Hadfield dice que es vital mantener alta la moral y la motivación del personal: “Una vez que se llega a un cierta distancia, la epicidad desaparece, y la realidad toma el primer plano, haciendo de los aplausos y elogios un recuerdo lejano”.
Coste: El coste de una misión tripulada a Marte sería equivalente a unas pocas semanas del presupuesto de defensa americano. Estados Unidos tiene pensado gastar 10 veces más en armas nucleares que en la exploración espacial durante la próxima década. El gobierno del Reino Unido gasta en actividades espaciales tanto como lo hace en operaciones de bandas gástricas ajustables a través de su sistema público de salud (NHS).
Así pues, si bien un programa a Marte tiene múltiples desafíos que afrontar, la brecha tecnológica entre nosotros y Marte es menor de lo que era para el programa lunar en los años 60. Y las expectativas que despierta Marte son mucho más alentadoras.