Enviado por : Mario Torres
2025-01-22 22:17:00


Una visita al Centro Espacial Johnson de la NASA (1ª parte)

Nuestro amigo Milton Hourcade nos regala este relato sobre una visita suya a la NASA.


¿Se imaginaron ustedes alguna vez al Centro Espacial Johnson?
Yo sabía de su gloriosa historia, de la importancia vital que tiene para los astronautas en misión, pero físicamente, no tenía idea alguna de su magnitud.

Lo pensaba como un conjunto de una veintena o treintena de edificios, algunos relativamente pequeños, otros tal vez enormes, abarcando una manzana entera o más. Y eso podía ser todo.

Pero el C.E.J. (de aquí en más) adquirió en uso el predio y edificios que pertenecieron a una universidad, construyó nuevas instalaciones, y actualmente es un complejo de 100 edificios, donde trabajan 75 mil personas. ¡Toda una pequeña ciudad!

Es imposible recorrerlo si no es con un vehículo, y aún así, es fácil perderse. Hay portones y guardias de seguridad por todos lados, pues aquello tiene varios puntos de acceso a distintas áreas.

Mi visita como periodista, junto con un colega que llevaba equipo de filmación para TV, se inició en el edificio 2, donde hay que acreditarse. Nuestro trámite fue un poco más expedito que el de otros, pues ya nos esperaban. De lo contrario tendrían que habernos tomado fotografías, y probablemente deberíamos haber llenado una serie de datos personales.

Pero cada vez que llegábamos a un puesto de control, debíamos presentar nuestras acreditaciones y nuestras libretas de conducir, que contienen foto y datos personales, y que en EE.UU. hacen las veces de lo que en otros países es un documento de identidad.

Un hombre que espera ir al Espacio
La primera escala fue en el Laboratorio de Flotación Neutral, donde nos aguardaba para ser entrevistado el Astronauta José Hernández.

La historia de Hernández es un ejemplo de dedicación, tesón, empeño, y voluntad. Hernández es hijo de una humilde familia de campesinos mexicanos que –cuando era niño— año a año viajaban a California, para trabajar en recoger frutos al tiempo de la cosecha. Y luego, volvían a su hogar en México.

Después de años, la familia culminó estableciéndose en California.

Siendo niño, Hernández quedó fascinado por las imágenes de los Astronautas en la Luna, y desde entonces se propuso ser uno de ellos.

Con gran esfuerzo estudió y se graduó de Ingeniero Electrónico. Su carrera luego le llevó a trabajar en el muy prestigioso Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, operado por la Universidad de California para el Departamento de Energía, donde se llevan a cabo investigaciones de punta en distintas áreas.

Durante 12 años intentó ingresar a la NASA, hasta que en los últimos tres intentos, fue llamado para ser entrevistado. Las primeras dos veces no tuvo suerte, pero –como solemos decir— “la tercera es la vencida”, y en la tercera, pudo entrar como candidato a Astronauta. Allí empezó a hacerse realidad su sueño de niño.

El candidato tiene que pasar una serie de pruebas psicológicas y físicas para determinar si es apto, y luego, comenzar una serie de aprendizajes y entrenamientos, como pilotar aviones, etc. hasta que llega o no a ser admitido en el equipo de Astronautas. Hernández es de la graduación 2004, está registrado como Especialista de Misión, y ahora aguarda que le asignen a una de ellas. Su historia puede ser la de algún lector de esta nota.

La NASA tiene un concepto internacional de la labor en el Espacio, y siempre se necesita nueva gente. Pero, hay que tener un buen nivel académico. Un título de Post-Grado (Maestría o Doctorado) en Ingeniería, Geología, Física o Biología, pueden ser de sumo interés para la NASA. El fluido manejo del inglés es básico. Hay que ponerse en contacto vía Internet con la NASA, llenar los formularios necesarios, y esperar, tener paciencia, insistir, ser persistente. Y de pronto, se abre la oportunidad. Para quienes lo intenten, desde ya les deseo muy sinceramente ¡buena suerte!

El Laboratorio de Flotación Neutral
Es una enorme piscina de 200 metros de largo por 100 de ancho y 12 de profundidad.
Dentro de ella, bajo el agua, están las réplicas a tamaño natural del compartimiento de carga de los transbordadores, módulos de la estación espacial, y una cápsula Soyuz rusa.

Los astronautas que van a entrenarse, tienen primero que vestirse con el traje con el cual van a trabajar directamente en el medio espacial, en la llamada Actividad Extra Vehicular. No pueden vestirse por sí mismos, tienen que ser ayudados. Los trajes pesan alrededor de 50 kilos, compuestos de varias partes que se ensamblan, a ello se agrega el casco y la mochila de supervivencia, que provee oxígeno para respirar, y agua que circula a través de finísimos tubos en la primera capa (de las 12 que está constituido el traje), para mantener estable la temperatura. La colocación del traje dura una hora aproximadamente.

Cuando están listos, son descendidos al agua mediante una plataforma accionada por una grúa. Una vez en el agua, un grupo de buzos les acompaña, para lograr la flotación neutral. Es decir, una altura media en la piscina, donde no están cerca de la superficie del agua, ni tampoco se han ido al fondo. Para ello los buzos –dependiendo de la situación—si están muy abajo, les colocan un cinturón de espuma plástica alrededor, para aumentar la flotación. Y si están muy arriba, les colocan pesas en unos bolsillos, para que desciendan algo.

Cuando están en el nivel adecuado, los astronautas empiezan su entrenamiento de lo que irán a hacer en su próxima misión. Esta es la única manera, aquí en Tierra, de reproducir lo más aproximadamente posible, la situación de ingravidez que se da en el Espacio. No es por supuesto lo mismo, pero es lo más parecido y sirve a los propósitos prácticos del entrenamiento.

Por cada hora que un astronauta pasa en Actividad Extra Vehicular, hay siete horas de entrenamiento.

En el momento en que estábamos presentes, vimos los preparativos y cómo se sumergieron dos astronautas, uno estadounidense y uno ruso, en vistas a una próxima misión.

Allí practican las maniobras, y los trabajos que deberán realizar. Para ello se valen de herramientas que llevan adosadas al pecho, todas conectadas con un cable, de modo que no puedan quedar perdidas flotando en el Espacio.

En el pecho, los astronautas llevan también perillas de control del funcionamiento de su mochila, con los números e indicaciones escritos en espejo, porque en su muñeca llevan justamente un espejo para poder ver esos números y letras correctamente, ya que no pueden mirárselos de otra manera pues el traje y el casco se los impiden.

Toda la actividad desarrollada en este Laboratorio de Flotación Neutral es permanentemente filmada, registrada y evaluada en una sala de control que también visité.


   Entrada principal al Neutral Buoyancy Laboratory (NBL)Laboratorio de Flotación Neutral



                             Astronauta Hernández y Hourcade.




Vista parcial de la piscina. Se ve abierto el Compartimiento de carga de los transbordadores
y un módulo de la Estación Espacial Internacional.



 Aquí se aprecia otro módulo de la Estación Espacial Internacional y la cápsula rusa Soyuz.



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