Enviado por : Xavier Civit 2024-09-03 08:31:00 China abre al mundo su centro espacial
El ‘cabo Cañaveral’ chino deja de ser secreto para lanzar satélites comerciales.
El centro de Jiuquan, desde el que hace un año partió el primer astronauta chino y que se ha abierto por primera vez a la prensa occidental, está diseñado siguiendo el modelo de Baikonur, en Kazajstán El Centro Espacial de Jiuquan es un amplio recinto, cuyos edificios se vislumbran, casi perdidos, en el luminoso horizonte, muy separados entre sí, con la silueta de las dos enormes torres azules de lanzamiento de 160 metros de altura, la de satélites y la de vuelos tripulados. Además, hay un núcleo poblacional de 15.000 habitantes, por cuyas calles no se ve ni un alma y el viento levanta remolinos de arena. Pese a los carteles que en la carretera avisan, en chino y en inglés, del acceso prohibido a extranjeros, la entrada en el lugar decepcionaría a James Bond. No hay rastro de vigilancias extremas, ni de guardias armadas. Un cementerio de antiguos tanques T-54 y restos oxidados de aviones Mig es todo el arsenal visible. El lugar no figura en el mapa y hasta hoy los informes occidentales sobre el polígono de Jiuquan, 300 kilómetros al norte de la ciudad del mismo nombre, lo sitúan unas veces en Gansu y otras en la provincia contigua de Mongolia Interior. La realidad es que está en ambos lugares. El área es tan enorme, que la frontera entre provincias tiene espacio sobrado para atravesarla; la parte residencial queda en Gansu, mientras que la zona de lanzamiento está en Mongolia Interior. La ambigüedad forma parte del camuflaje China tiene tres polígonos de lanzamiento como éste, los otros dos en Sichuan y en Taiyuan. Pero el de Jiuquan fue el primero. Fundado en 1958, es el más importante y el más secreto. De aquí se lanzó, en 1970, el primer satélite artificial chino, cinco años después, el primero recuperable. En 1981 despegó el primer cohete portador de varios (tres) satélites, en noviembre de 1999 la primera nave no tripulada y, el 15 de octubre del año pasado, de Jiaquan salió el primer astronauta chino, un hito celebrado como triunfo nacional. “Somos el primer equipo de astronautas chinos en ir al espacio, 15 de octubre del 2003, a las 3 de la madrugada. Firmado: Yang Liwei, Nie Haisheng y Zhai Zhigang”. El mensaje, escrito con rotulador, puede verse en la parte interior de la puerta del apartamento de los astronautas. Dos horas después de haberlo escrito, uno de ellos, Yang Liwei, un teniente coronel de la provincia de Liaoning, era lanzado y se hacía con la gloria de ser el primero. Cuando los tres firmaron su autógrafo aún desconocían el nombre del elegido, determinado a última hora, como es habitual, según los resultados de los últimos análisis médicos. Esa tradición de astronautas firmando en las puertas (estrenada en el hotel de los astronautas de Baikonur, el polígono de lanzamientos soviético de la estepa de Kazajstán, aún operativo con Rusia) no es la única semejanza soviética que se observa en Jiuquan. Las similitudes empiezan en la técnica y los procedimientos de ingeniería; el cohete Larga Marcha se parece mucho a los Proton rusos, la nave celestial Shenzhou parece una mera réplica de las Soyuz, y los cohetes se ensamblan a las torres de lanzamiento por el mismo procedimiento de grandes plataformas sobre raíles que en Baikonur. En la entrada del centro, los soldados chinos de la guardia ceden el paso con los mismos movimientos de banderas que los del ejército ruso de misiles. El punto de mando y control de Jiuquan, inaugurado en 1997, parece una réplica recién pintada de su homólogo ruso de Kaliningrado; el mismo palco, la misma disposición de los monitores individuales en hileras frente a las cuatro grandes pantallas empotradas en la pared, y a los visitantes se les obsequia con un licor chino (Baijiu) en un envase con forma de cohete, lo mismo que el vodka Raketa (cohete) que daban en Baikonur... Esto no quiere decir que todo sea una mera copia, pero recuerda que en los orígenes hubo un padrinazgo soviético y que aún hoy Rusia y China mantienen importantes acuerdos de cooperación espacial, muchos de ellos secretos. Dicho esto, una diferencia sobresale en Jiuquan; el centro chino está más pulido, mejor cuidado, menos dejado que Baikonur, que aunque alberga espacios de alta tecnología, ofrece cuadros que sorprenden siempre al primer visitante por lo destartalado y oxidado. China lanza alrededor del 10% de los satélites del mundo y mantiene jugosos contratos de cooperación aeroespacial con países como Brasil, pero mientras que el polígono de Sichuan está inserto en esta cooperación, Jiuquan no lo está. La visita de la prensa extranjera al lugar, tiene que ver con el interés por integrar el principal polígono de lanzamientos chino en ese mercado, explica Hao Yuan, el vicegobernador de la provincia de Gansu, de 26 millones de habitantes, la quinta más pobre de China en renta. En la capital provincial, Lanzhou, el vicegobernador reconoce no haber estado nunca en Dongfeng, nombre por el que se conoce también al centro poblacional del polígono de lanzamientos. Hao ignora incluso los datos elementales sobre el lugar: superficie, número de habitantes, efectivos militares. La zona “está bajo la competencia de la defensa nacional y de la investigación”, explica. Preguntado sobre los “beneficios” que la provincia obtiene del centro, dice que ha dado fama a los productos de la ciudad. “Gansu tiene responsabilidades hacia el país y no pensamos en obtener beneficios de ello”, observa. A los treinta periodistas visitantes, se les enseña la torre de lanzamiento de misiones tripuladas, el punto de mando y control, el edificio de ensamblaje vertical de los cohetes, los aposentos de los astronautas e instalaciones civiles. China planea lanzar su segunda misión tripulada al espacio “antes del 2006”. También tiene planes de programas lunares y de desarrollar su propia estación orbital. Yun Ning, portavoz del centro espacial, no suelta prenda sobre las fechas y características previstas de la próxima misión. “Se enterarán por la prensa”, dice con una risita. En todo caso, no parece algo inminente, para el próximo octubre, a juzgar por la tranquilidad que respira el centro espacial. Una de sus solitarias avenidas está flanqueada por los retratos de los padres del programa nuclear chino, sobre un fondo rojo en el que destaca la Puerta de la Paz Celestial de Pekín, junto a fotografías de pavorosas explosiones nucleares. Jiuquan se encuentra a mil metros de altura. Prácticamente no llueve en todo el año (105 mm de precipitaciones). El lugar se fundó de la nada hace 46 años teniendo en cuenta la excelente visibilidad del lugar, su aislamiento y aprovechando el paso del río Negro (Hei He), que se nutre de las nieves del Qin Lian y muere en las arenas del desierto, como tantos otros en esta región de extrema aridez. En 1995 se creó una esmerada granja de 150 hectáreas, con ganado, invernaderos y cultivos que cubren el suministro de la ciudad, prácticamente autosuficiente. La ciudad de Jiuquan, que da nombre a la zona, significa literalmente balsa de alcohol. Se refiere a la leyenda de un general victorioso de la dinastía Han, que queriendo agasajar a todos sus soldados con un trago tras la exitosa campaña y disponiendo sólo de un pequeño recipiente de licor, lo vació en una balsa de la que, milagrosamente, pudo beber todo el ejército. |
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