Fecha original : 2004-05-06
Traducción Astroseti : 2004-05-19

Traductor : Heber Rizzo
CLIMA

Lagos Asesinos: Parte III




Resumen: Mientras desactivan a los lagos asesinos de África en una remota región de Camerún, un equipo internacional de científicos da pasos extraordinarios para prevenir la recurrencia de un mortal desastre natural. Este extracto en tres partes entrega un informe de primera mano sobre el cambio climático global realizado por el premiado periodista científico Kevin Krajick.|







Por Kevin Krajick

En 1986, una enorme explosión de bióxido de carbono disparó uno de los mayores desastres naturales del mundo en el Lago Nyos, en el oeste de Camerún.

Partes * 1 * 2 * 3

La explosión mató a más de 1.700 personas y redujo las manadas del ganado hasta una distancia de 25 kilómetros. Muchos entendieron al desastre como algo parecido a sacudir una botella de gaseosa y luego hacer saltar la tapa. El bióxido de carbono disuelto en el Lago Nyos quedó atrapado en el agua profunda porque el lago se extendió mucho debajo de la superficie. Dado el peso del agua, el lago tenía que explotar; su enorme presión hidrostática había cubierto el incansable aumento de agua carbonatada. Pero a lo largo del tiempo, las burbujas comenzaron a aparecer hasta que, eventualmente, el lago de soda estalló, poniéndose literalmente a sí mismo de arriba para abajo en unos pocos días de devastación.

Para los astrobiólogos, la historia del Lago Nyos ofrece una mirada fascinante y moderna a un campo llamado paleogeología, los registros combinados del clima con la geología y sus mutuas influencias en la historia de la vida sobre la Tierra. Unas pocas teorías han extendido lo que sucedió en 1986 hasta nuestro distante pasado, cuando las catástrofes globales alteraron todo el curso de la evolución. Por ejemplo, hace más de 200 millones de años, cerca del 70% de la vida sobre la tierra y el 95% de los organismos marinos desaparecieron súbita y misteriosamente. ¿Fue el golpe de un asteroide?. ¿Comenzó una Edad de Hielo?. Algunos suponen que el evento conocido como “Gran Mortandad” podría mostrar algún parecido cono lo que sucedió, en una escala mucho menor, en el Lago Nyos. ¿Fue acaso la Gran Mortandad precipitada por gases disueltos (tales como el venenoso metano), que se fueron acumulando en los océanos del mundo, solamente para ser luego liberados como nubes explosivas de lluvia ácida?.

De esta forma, la moderna fuente de soda del Lago Nyos proporciona un caso de estudio para evaluar cómo podrían haber operado algunas teorías biológicamente importantes de la paleogeología. Astrobiology Magazine visitó la devastación un tiempo después. Camerún fue el destino del premiado periodista científico Kevin Krajick.

El artículo de Krajick, “Desactivando los Lagos Asesinos de África”, apareció por primera vez en el número de setiembre de 2003 de la revista Smithsonian Magazine, y fue subsecuentemente honrado al recibir el Premio Walter Sullivan para la Excelencia en Periodismo Científico. Sus artículos han aparecido en National Geographic, Newsweek, The New York Times, Discover, Audubon, Natural History, Smithsonian, y en muchas otras publicaciones. Krajick es también el autor de “Tierras Áridas: La Épica Búsqueda de Diamantes en el Ártico Norteamericano”. Todos los derechos sobre las publicaciones permanecen con K. Krajick. Este primero de tres artículos es reimpreso para Astrobiology Magazine, con el patrocinio de la NASA y con permiso del autor.



El autor Kevin Krajick fue a lugares en Camerún a los que muchos grupos científicos y periodistas por igual han tenido dificultades en llegar. Aquí se lo ve en el norte de Canadá, para su libro “Tierras Áridas”. Crédito por la imagen: : <a href=http://members.fcc.net/krajick/talking_with_author_kevin_krajic.htm target=_blank>Krajick</a>
El autor Kevin Krajick fue a lugares en Camerún a los que muchos grupos científicos y periodistas por igual han tenido dificultades en llegar. Aquí se lo ve en el norte de Canadá, para su libro “Tierras Áridas”. Crédito por la imagen: : Krajick


El lago Monoun está ubicado en una zona baja y vaporosa, rodeado de docenas de conos de dormidos volcanes en miniatura. El área no fue evacuada luego del desastre de 1984; solamente la cercana villa de Njindoun aloja a 3.000 residentes. Sin embargo, como sucede en Nyos, los niveles del bióxido de carbono (CO2) han estado aumentando durante años. La OFDA de los EE.UU. y el gobierno francés han comprometido dinero para ventilar el lago, y los preparativos para instalar la primera cañería comenzaron a principios de este año, cuando lo visité este enero.

El plan prevé la instalación de tres caños en Monoun, los que podrían hacer que el lago fuera seguro en solamente tres años. El lago es más pequeño y llano que Nyos, pero la acumulación continua ha hecho que Monoun sea más volátil. A unos 70 metros de profundidad, el CO2 ha alcanzado el 97% de la saturación. A esa profundidad, dice Kusakabe, si la capa fuera elevada solamente un metro, el agua comenzaría a burbujear y dispararía una explosión. Su colega, Bill Evans, aconseja cautela: “No vayamos mucho a nadar por allí”, me dice.

Algunas secciones de la cañería y otros componentes estaban apiladas junto al lago bajo guardia militar cuando la fotógrafa Louise Gubb y yo llegamos. Un equipo encabezado por Kusakabe esta ansioso por comenzar, pero los locales dejaron claro que primero era necesario contactar a los espíritus del lago. “El hombre puede fabricar máquinas, pero las máquinas pueden traicionar al hombre”, dijo el anciano de Njindoun Mamar Ngouhou. “Debemos movernos lentamente”.

La mañana siguiente, una multitud se juntó sobre la orilla. Debajo de un árbol, varios chamanes revolvían una pasta verde negruzca en un tazón ceremonial y luego, llevando tallos de maíz y un antiguo gong de madera, encabezaron una procesión solemne hacia el agua. El sacerdote principal, Amadou Falkuech Kouobouom, golpeaba el gong mientras rogaba a los ancestros. En el lago, unos hombres en canoas de pesca lanzaban al agua ofrendas de frutas, sal y aceite de palma. Kouobouom hundió sus dedos en la pasta, y la gente se alineo para lamerla (los extranjeros se resistieron hasta que un joven dijo: “esto impedirá que algún daño llegue a Uds. desde el lago”). Luego llegaron las plegarias islámicas; la mayoría de los pobladores era también seguidora del Islam. Siguió un banquete de arroz y pescado ahumado. Finalmente, un carnero vivo fue llevado hasta el agua; un Imán cortó su garganta y mantuvo el cuchillo en la herida hasta que la sangre terminó de fluir. Solamente después de esta ceremonia de cuatro horas, llegó la hora de proceder.

Los técnicos japoneses saltaron, llaves de tuercas y destornilladores a mano, y comenzaron a unir dos pequeñas balsas que sostendrían los monitores y un caño de ventilación. Un equipo de 15 hombres llevó las balsas hasta el agua. Kling y Evans salieron en una balsa inflable a motor y cautelosamente colgaron instrumentos para medir el bióxido de carbono y la temperatura. Más tarde ese mismo día, los dos científicos americanos viajaron hasta el lugar donde habían caído las primeras víctimas de la explosión de Monoun. El equipo había instalado un detector de bióxido de carbono de energía solar, equipado con una fuerte sirena y marcado con un signo de calavera y tibias cruzadas pintado a mano, e instrucciones para escapar si la alarma sonaba. Estuvieron complacidos de que todo siguiera funcionando. Tres semanas más tarde, los ingenieros encabezados por Halbwachs finalizaron la instalación del primer caño en Monoun. Hasta ahora sigue funcionando bien.
Camerún, África. Crédito por la imagen: Prentice Hall
Camerún, África. Crédito por la imagen: Prentice Hall



La región alrededor del Lago Nyos es hermosa pero espeluznante. En un manantial cercano, uno de los muchos alimentados por las aguas profundas del lago, el bióxido de carbono burbujeaba. Un halcón muerto yacía en un charco de lodo junto a un ratón también muerto, ambos aparentemente asfixiados. En los bosques, el ganado blanco aparecía de pronto como un montón de fantasmas, y luego desaparecía silenciosamente entre los arbustos, sin que se viera a sus propietarios. Dormimos en un promontorio junto al lago, con millones de estrellas sobre nuestras cabezas, entre cantos de grillos y los ladridos de los babuinos. Estábamos en la estación seca; los granjeros de las alturas estaban quemando los arbustos para preparar la siembra. Durante la noche, grandes anillos de incendios de limpieza ardían sobre el lago.

Una mañana visitamos lo que quedaba de Nyos Bajo, ahora casi todo una maraña impenetrable de arbustos. A lo largo del camino de tierra, los cimientos de unas pocas casas de ladrillo eran todavía visibles. Líneas de árboles marcaban los límites de lo que alguna vez habían sido patios. En el centro del antiguo mercado yacía una larga fila de zapatos que se pudrían. Luego del desastre, los soldados habían enterrado los cuerpos en tumbas colectivas, cuyas ubicaciones habían sido rápidamente perdidas en la región de arbustos que se reponían rápidamente. Había una sensación casi insoportable de pérdida: aquí, la gente comúnmente entierra a los miembros de la familia en el patio delantero para así poderles servir comidas, solicitar su consejo y lograr consuelo en su presencia.

Los sobrevivientes han superado enormes retos. En el día del desastre de Nyos, Mercy Bih estaba camino a Wum, llevando 100 dólares (una suma considerable en Camerún) para comprar suministros para su extensa familia de 26 miembros. Todos sus parientes murieron. Ella tenía 12 años. Regresó los comestibles y se reembolsó los 100 dólares, que guardó. Ahora tiene 29 años y es madre de dos, es la propietaria del Club de Supervivencia de la Buena Fe de Lago Nyos, un restaurante de cuatro mesas en Wum donde sirve cerveza fría y la mejor caballa a la parrilla en kilómetros a la redonda. “Tuve suerte”, dice. “Algunas personas se quedaron sin nada”.
Las biosferas planetarias son entidades complejas cuyas historias están llenas de contingencias, accidentes, y azar.-David Grinspoon. Crédito por la imagen: NASA
Las biosferas planetarias son entidades complejas cuyas historias están llenas de contingencias, accidentes, y azar.-David Grinspoon. Crédito por la imagen: NASA


Aunque los militares de Camerún han evacuado a la mayoría de los que no huyeron del área por propia decisión, se permitió que Che, quien vive en terreno alto, permaneciera junto con su esposa y sus hijos, quienes también sobrevivieron. Sin embargo, los siete hijos de su tío quedaron huérfanos por el desastre, y la tradición requería que Che los adoptara a todos, llevando su progenie a 11. Los ingresos de Che se han elevado gracias a los científicos extranjeros que trabajan en el área, quienes le pagan por medir los niveles del lago y por guardar los equipos, entre otras cosas.

En cuanto a Halima Suley, ella y su esposo tienen ahora cinco jóvenes que les han nacido desde la tragedia. Una mañana justo antes del amanecer, caminamos hasta el nuevo cercado de Suley y Ahmadou, localizado en un estrecho paso sobre el lago. Mientras se levantaba una fresca brisa, atisbamos chozas con techos de paja y cercas de ganado que se asomaban a la vista. Afuera, Ahmadou ordeñaba las vacas; el rebaño es ahora de solamente 40 animales. Suley nos saludó en el perfectamente barrido patio junto a sus hijos, desde el quinceañero Ahmadou hasta el pequeño de dos años Nafih. Suley hizo té dulce con leche fresca y acunó al pequeño. “Ya no pienso más en el desastre”, dice. “Tengo más hijos. Pienso en los hijos que tengo ahora”. Sonrió. “El único problema es la falta de ganado para alimentarlos y para pagarles una buena escuela”.

Ahmadou dice: “ Si pienso en lo que yo era, en lo que era la familia, podría volverme loco. Así que trato de no hacerlo. Somos creyentes. Los hijos pueden sobrevivirlo a uno, o uno puede sobrevivir a los hijos; todo está en las manos de Dios”. Dice que aprecia el trabajo de los científicos. “Cuando sentimos su presencia, estamos mucho más en paz, pues pensamos que se está haciendo algo”. Pero, admite, “cuando se van, vivimos en el temor”.



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