Fecha original : 2005-02-09
Traducción Astroseti : 2005-04-20
Traductor : Agustín Cámara
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Artículo original en inglés
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Planetas en nacimiento junto a la más pequeña de las estrellas
Por Amir Alexander
9 de febrero de 2005
En la creciente marabunta de planetas que orbitan estrellas lejanas, los científicos ya han identificado planetas gigantescos con muchas veces más masa que Júpiter, calientes planetas rojos que zumban en la mismísima sombra de su estrella, planetas que orbitan estrellas de neutrones, y hasta planetas que flotan libres por el espacio, sin asociación a ninguna estrella. En un artículo que se publicará en el número del 10 de febrero de Astrophysical Journal Letters, los científicos nos presentan al último miembro de este club tan ecléctico: planetas que orbitan alrededor de estrellas que apenas tienen más masa que el propio planeta.
Para hacer este descubrimiento, un equipo de astrónomos guiados por Kevin Luhman, del Harvard Smithsonian Center for Astrophysics (Centro Smithsoniano Harvard para la Astrofísica) apuntaron el telescopio espacial Spitzer a una pequeña enana marrón conocida como OTS 44, a unos 500 años luz de distancia, en la constelación Camaleón. OTS 44 es tan pequeña que podría clasificarse como planeta. Con sólo 15 veces la masa de Júpiter, está cerca del límite inferior de masa de los objetos clasificados como enanas marrones.
Luhman y sus colegas observaron OTS 44 durante unos breves 20 segundos, usando la Formación de Cámaras Infrarrojas del Spitzer (IRAC, Infrared Array Camera). No necesitaban más. Había claras evidencias en los datos espectroscópicos de un exceso de radiación infrarroja que manaba de la enana marrón. Y esto, -los astrónomos lo saben desde hace mucho tiempo- es un indicio claro de la presencia de un disco protoplanetario -una nube de gas y polvo que gira alrededor de estrellas jóvenes que puede provocar la formación de un sistema planetario. Este disco absorbe el calor de su estrella y la radia hacia fuera en el rango infrarrojo, haciendo fácil su detección por instrumentos muy sensibles, como el Spitzer.
Aunque la presencia de un disco protoplanetario no es, en sí misma, una prueba de que OTS 44 posea un sistema planetario, el disco contiene materia suficiente para formar varios planetas. “Esta enana marrón y su disco podrían evolucionar y convertirse al final en una versión en miniatura de nuestro sistema solar”, ha dicho Luhman. “Podría haber una multitud de sistemas solares en miniatura ahí fuera, en los que los planetas orbitan enanas marrones”, ha añadido.
Las posibilidades son fascinantes. ¿Puede un planeta que orbita una enana marrón engendrar y mantener la vida? Según Luhman y sus colaboradores, no puede descartarse. Una enana marrón es mucho más fría que nuestro sol, y, como es demasiado pequeña para que se inicien en su núcleo las reacciones nucleares, se enfría poco a poco durante su periodo vital. Por tanto, para que el agua se mantenga en estado líquido, un planeta debería orbitar mucho más cerca de esta estrella de lo que lo hace la Tierra. Además, hace notar Luhman, “si la vida existe en ese sistema, tendría que estar adaptándose continuamente a la menguante temperatura de la enana marrón. Sin embargo, no puede desecharse la posibilidad de que, puesto que la estrella se enfría lentamente mientras envejece, un planeta pueda permanecer en la “zona habitable” que permite el estado líquido del agua durante un periodo de tiempo extenso, quizá lo suficiente para que la vida evolucione.
Por supuesto, todo esto es pura especulación, admite Luhman inmediatamente. Pero, al menos, la posibilidad de que haya un sistema planetario alrededor de una enana marrón que apenas es más masiva que un planeta es otra adición sorprendente al creciente y ecléctico club de los planetas extrasolares.
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