
Imagen ultravioleta del Sol tomada por el Observatorio Solar y Heliosférico de la ESA/NASA (SOHO) el 23 de octubre de 2003.
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Los últimos datos descubiertos de la tormenta más grande en la historia está ayudando a los científicos de la NASA a investigar su intensidad y la probabilidad de que lo que ocurrió en los cielos terrestres casi hace un siglo y medio pueda repetirse de nuevo.
En círculos científicos donde las llamaradas solares, las tormentas magnéticas y otros eventos solares únicos son discutidos, los acontecimientos del 1-2 de septiembre de 1859 son la estrella de las leyendas.
Incluso tras 144 años, muchos de los habitantes de la tierra se percataron de que algo trascendental había sucedido. En horas, los cables telegráficos de Estados Unidos y Europa se cortaron espontáneamente, causando numerosos fuegos, mientras que las Auroras Boreales, fenómenos producidos por la inducción solar asociados con regiones cercanas al Polo Norte, fueron documentados en lugares tan al Sur como Roma, La Habana y Hawai, con similares efectos en el Polo Sur.|
Lo que ocurrió en 1859 fue una combinación de varios eventos que sucedieron en el Sol al mismo tiempo. Si hubieran tenido lugar por separado hubieran sido eventos notables. Pero unidos causaron la disrupción más potente en la ionosfera de la tierra en la historia. “Lo que generaron fue la perfecta tormenta solar”, dice Bruce Tsurutani, un físico de plasma en el Jet Propulsion Laboratory de la NASA.
Para comenzar a entender la perfecta tormenta solar, primero se deben comprender los colosales números con los que los físicos de plasma como Tsurutani trabajan todos los días. Con más de 1.4 millones de kilómetros (869,919 millas) de ancho, el Sol contiene un 99.86 por ciento de la masa del Sistema Solar al completo: más de un millón de Tierras cabrían dentro. La energía total radiada por el Sol es aproximadamente de 383.000 trillones de kilovatios, el equivalente a la energía generada por una explosión de 100.000 toneladas de TNT explotando por segundo.
Pero la energía liberada por el Sol no es siempre constante. Una inspección de la superficie del Sol revela un laberinto de campos magnéticos y nubes arqueadas de plasma caliente rodeadas por oscuras y errantes manchas solares.De vez en cuando – los científicos no pueden predecirlo con exactitud – un evento ocurre en la superficie del Sol que libera una tremenda cantidad de energía en forma de llamarada solar o eyección de masa de la corona, un estallido de gases electrificados muy calientes con una masa que puede sobrepasar al Monte Everest.

Esta Aurora Boreal apareció sobre Wisconsin el 22 de octubre de 2003. Durante la supertormenta de 1859, tales auroras aparecieron tan al Sur como Cuba y Hawai. Copyright de la foto: Chris VenHaus.
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Lo que sucedió durante los días del verano de 1859, durante los 150 millones de kilómetros (alrededor de 93 millones de millas) sima de espacio interplanetario que separa el Sol y la Tierra, fue lo siguiente: el 28 de agosto, los observadores solares se percataron del desarrollo de numerosas manchas solares en la superficie del Sol. Las manchas solares son regiones localizadas con campos magnéticos extremadamente intensos. Esas manchas se entrecruzan, y el campo magnético resultante puede generar una liberación de energía repentina y violenta denominada llamarada solar. Desde el 28 de agosto al 2 de septiembre, diversas llamaradas solares fueron observadas. Entonces, el 1 de septiembre, el Sol liberó una descomunal llamarada solar. Durante casi un minuto la cantidad de luz solar producida en esa región se dobló.
“Con la llamarada vino una liberación de una nube de plasma cargado magnéticamente denominada eyección de masa de la corona”, dijo Tsurutani. “No todas las eyecciones de masa de la corona se dirigen hacia la Tierra. Habitualmente tardan de tres a cuatro días en llegar aquí. Ésta tardó 17 horas y 40 minutos”, apunta.

Gráficos de la corona del SOHO grabaron esta película de una eyección de masa de la corona (CME) dirigiéndose a la Tierra el 22 de octubre. Las predicciones del NOAA esperan que alcance la tierra alrededor del 24 de octubre, pero no tan severamente como la supertormenta de 1859.
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No solo fue la eyección de masa de la corona extremadamente rápida, los campos magnéticos que contenían eran extremadamente intensos y en oposición directa a los campos magnéticos terrestres. Eso significó que la eyección de masa de la corona del 1 de septiembre de 1859 abrumó el propio campo magnético de la Tierra, permitiendo penetrar en la atmósfera a las partículas cargadas. El resultado de tal fenómeno estelar fue un espectáculo de luz y más – incluyendo disrupciones potenciales en rejillas eléctricas y sistemas de comunicaciones.
En 1859, el invento del telégrafo sólo hacía 15 años que tuvo lugar y la capacidad de trabajo eléctrico estaba realmente en su infancia. La tormenta solar de 1994 causó errores en dos satélites de comunicaciones, alterando los periódicos, las redes de televisión y el servicio de radio en Canadá. Otras tormentas han afectado sistemas desde servicios móviles y señales de TV hasta sistemas GPS y rejillas de electricidad. En marzo de 1989, una tormenta solar mucho menos intensa que la perfecta tormenta espacial de 1859 provocó que la planta hidroeléctrica de Québec (Canadá) se detuviese durante más de nueve horas, los daños y la pérdida de ingresos resultante se estima en cientos de millones de dólares.
“La pregunta que más a menudo me hacen es, “¿Puede ocurrir otra perfecta tormenta espacial de nuevo? ¿Cuándo?”, añade Tsurutani. “Le digo a la gente que puede y perfectamente puede ser más intensa que la que aconteció en 1859. En cuanto al cuándo, simplemente no lo sabemos”, dice.
Para investigar “la tormenta especial perfecta” de 1859, Tsurutani y los co-escritores Walter González, del Instituto Espacial Nacional Brasileño, y Gurbax Lakhina y Sobhana Alex, del Instituto de Geomagnetismo de la India, utilizaron informes previos del sector, observaciones solares y de la aurora, y datos recientemente redescubiertos acerca de campos magnéticos del Observatorio Colaba en la India. Los hallazgos fueron publicados en un ejemplar del Journal of Geophysical Research.