Resumen: (19 de junio de 2005) en un encuentro de esta semana en Cambridge, Massachusetts, los astrónomos que utilizan el Conjunto Submilimétrico (SMA = Submillimeter Array) en Mauna Kea, Hawai, confirmaron por primera vez que muchos de los objetos denominados “proplidos” que se encuentran en la Nebulosa de Orión poseen suficiente material como para formar nuevos sistemas planetarios como el nuestro. Parece ahora que estos discos protoplanetarios son bastante tenaces, trayendo nuevas bases de optimismo para la búsqueda de sistemas planetarios.
Basado en el informe del Centro de Astronomía de Harvard
Protección planetaria: Llamarados gigantes de rayos x ayudan a la formación de "sistemas solares"
Crédito: NASA Chandra
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En un encuentro de esta semana en Cambridge, Massachusetts, los astrónomos que utilizan el Conjunto Submilimétrico (SMA = Submillimeter Array) en Mauna Kea, Hawai, confirmaron por primera vez que muchos de los objetos denominados “proplidos” que se encuentran en la Nebulosa de Orión poseen suficiente material como para formar nuevos sistemas planetarios como el nuestro.
“El SMA es el único telescopio capaz de medir el polvo que se encuentra dentro de los propílidos de Orión, y por lo tanto valorar su verdadero potencial para formar planetas. Esto es clave para comprender cómo los sistemas solares se forman en regiones hostiles del espacio”, dijo Jonathan Williams, del Instituto de Astronomía de la Universidad de Hawai, autor principal de un artículo enviado a la revista Astrophysical Journal”.
Si bien sobrevive en las caóticas regiones dentro de la Nebulosa de Orión, donde los vientos estelares pueden alcanzar velocidades asombrosas de hasta dos millones de millas por hora y cuyas temperaturas exceden unos abrasadores 18 000º Fahrenheit, la pregunta permanece: ¿una cantidad suficiente del material resistiría como para formar un nuevo sistema solar o sería dispersado por el espacio igual que el viento y la arena erosionan los acantilados del desierto? Parece ahora que estos discos protoplanetarios son bastante tenaces, trayendo nuevas bases de optimismo para la búsqueda de sistemas planetarios.
Fotografiados por el Telescopio Espacial Hubble allá a principios de la década de los 90 como siluetas informes contra el fondo nebuloso, los propílidos más espectaculares aparecen brillantes. Los capullos ionizados que los rodean resplandecen a causa de su estrecha proximidad con una formación cercana de estrellas calientes llamada Trapecio.
El Trapecio es un cúmulo estelar consistente en más de mil estrellas jóvenes y calientes de solo un millón de años de edad. Se condensaron a partir de la oscura y fría nube de gas que ahora brilla con su luz ionizada. Están apiñadas en un espacio de unos cuatro años luz de diámetro, la misma distancia que existe entre el Sol y Próxima Centauri, la estrella más cercana a nuestro sistema solar.
Atacados por los vientos solares del Trapecio, los proplidos son la próxima generación de estrellas más pequeñas que nacerán en Orión, esta vez con discos visibles que pueden estar formando planetas. No ha quedado claro, sin embargo, si contenían el material suficiente como para formar sistemas planetarios estables. Utilizando el SMA, los astrónomos han podido ahora sondear profundamente dentro de estos discos para medir su masa y descubrir el proceso de formación presentado por estos potenciales sistemas solares infantiles.
Orión fotografiado por el Telescopio Muy Grande (VTL = Very Large Telescope).
Crédito imagen: VLT
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“Aunque las fotografías del Hubble eran espectaculares, revelaron únicamente formas parecidas a discos que no nos indicaban la cantidad de material presente”, dijo David Wilner, del Centro Harvard-Smithsoniano de Astrofísica (CfA = Center for Astrophysics). Como algunos de los discos parecen ser comparables en tamaño y masa a nuestro propio sistema solar, esto refuerza la conexión entre los proplidos de Orión y nuestros orígenes.
Como la mayoría de las estrellas parecidas al Sol en la galaxia se originan finalmente en ambientes como la Nebulosa de Orión, los resultados del SMA sugieren que la formación de sistemas solares como el nuestro es algo común y continuo en la galaxia.
“El mismo ciclo de nacimiento, vida y muerte que experimentamos aquí en la Tierra se repite allá arriba en las estrellas. Ahora, el SMA nos proporciona un asiento de primera fila para descubrir la maravilla de estos eventos cósmicos”, comenta Wilner.