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Enero 2005

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Fecha original : 2005-08-30
Traducción Astroseti : 2005-09-15

Traductor : Heber Rizzo
Artículo original en inglés
 CLIMA           
Asteroides en el cielo




Resumen(Ago. 30, 2005): Los científicos de la División Antártica Australiana, de la Universidad de Ontario occidental, de la Corporación Aerospace y de los laboratorios nacionales de Sandia y de Los Álamos han descubierto evidencia de que el polvo proveniente de la incineración de los asteroides cuando éstos descienden a través de la atmósfera terrestre formaron una nube de partículas de tamaño micrométrico lo suficientemente significativa como para influenciar el clima local en la Antártida.







Basado en un informe de Sandia National Laboratories
Esta pintura representa un asteroide chocando contra los mares tropicales poco profundos de la rica en azufre Península de Yucatán en lo que hoy en día es el México sudoriental.
Se cree que las consecuencias de esta inmensa colisión asteroidal, que ocurrió hace aproximadamente unos 65 millones de años, llevaron a la extinción de los dinosaurios y de muchas especies de la Tierra.
Crédito: Donald E. Davis
Esta pintura representa un asteroide chocando contra los mares tropicales poco profundos de la rica en azufre Península de Yucatán en lo que hoy en día es el México sudoriental.
Se cree que las consecuencias de esta inmensa colisión asteroidal, que ocurrió hace aproximadamente unos 65 millones de años, llevaron a la extinción de los dinosaurios y de muchas especies de la Tierra.
Crédito: Donald E. Davis


Los investigadores han descubierto que el polvo proveniente de los asteroides que entran en la atmósfera puede influenciar el clima terrestre más que lo previamente pensado.

En un estudio que fue publicado a principios de septiembre de 2005 en la revista Nature, científicos de la División Antártica Australiana, de la Universidad de Ontario occidental, de la Corporación Aerospace y de los laboratorios nacionales de Sandia y de Los Álamos han descubierto evidencia de que el polvo proveniente de la incineración de los asteroides cuando éstos descienden a través de la atmósfera terrestre formaron una nube de partículas de tamaño micrométrico lo suficientemente significativa como para influenciar el clima local en la Antártida.

Las partículas de tamaño micrométrico son lo suficientemente grandes como para reflejar la luz del Sol, causar un enfriamiento local, y jugar un papel principal en la formación de las nubes, según observa el resumen de Nature. Se esperan artículos de investigación más completos que están siendo preparados para otras revistas, para discutir los posibles efectos negativos sobre la capa de ozono del planeta.

“Nuestras investigaciones sugieren que (los meteoros que estallan) en la atmósfera de la Tierra pueden jugar un papel más importante en el clima que lo que se reconocía previamente”, escribieron los investigadores.

Anteriormente, los científicos habían prestado poca atención al polvo de los asteroides, asumiendo que la materia quemada se desintegraba en partículas de tamaño nanométrico que no afectaban el medioambiente terrestre. Algunos investigadores (y escritores de ciencia-ficción) estaban más interesados en los daños que podrían ser causados por la porción intacta de un gran asteroide que golpeara a la Tierra.

Pero el tamaño de un asteroide que entra en la atmósfera terrestre se ve significativamente reducido por la fricción de su pasaje. La masa que se convierte en polvo puede llegar a representar entre el 90 y el 99% de la del asteroide original. ¿Adónde va todo este polvo?.

El único bien observado descenso de un asteroide en particular y su nube de polvo resultante proporcionó una respuesta inesperada.

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El rastro de polvo del asteroide tal como fue observado por lidar en Davis, la Antártida. El diagrama muestra la energía de la luz láser vertical siendo dispersada por la atmósfera como una función de tiempo y altitud sobre el nivel del mar. El rastro de polvo, empujado por los vientos estratosféricos, se movió a través del haz.
Crédito: Sandia National Laboratories


El 3 de septiembre de 2004 los sensores infrarrojos con base en el espacio del Departamento de Defensa de los EE.UU. detectaron un asteroide ligeramente menor a 10 metros de diámetro a una altitud de 75 kilómetros descendiendo frente a las costas de la Antártida. Los sensores en luz visible del Departamento de Energía construidos por los Laboratorios Naciones Sandia, un laboratorio de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear, también detectaron al intruso cuando se convirtió en una bola de fuego a aproximadamente 56 kilómetros sobre la superficie de la Tierra. Cinco estaciones infrasónicas, construidas para detectar explosiones nucleares en cualquier lugar del mundo, registraron ondas acústicas provenientes del asteroide en aceleración que fueron analizadas por el investigador de LANL Doug ReVelle. El sensor polar orbital multiespectral de la NASA observó entonces la nube de desechos formada por la roca espacial en desintegración.

Unas 7,4 horas después de la observación inicial, fue detectada por un lidar con base en tierra una nube de material anómalo en la estratósfera superior sobre la Estación Davis en la Antártida.

“Notamos algo inusual en los datos”, dice Andrew Klelociuk, un científico investigador de la División Antártica Australiana. “Nunca antes habíamos visto algo como esto: (una nube que) se ubicó verticalmente y con cosas que soplaban a través de ella. Tenía una estructura vaga, con capas finas separadas por unos pocos kilómetros. Las nubes son más consistentes y duran más. Ésta desapareció en aproximadamente una hora”.

La nube se encontraba demasiado alta como para ser una nube ordinaria contenedora de agua (32 kilómetros en lugar de 20) y estaba demasiado caliente como para consistir en contaminantes conocidos de producción humana (55 grados más caliente que lo máximo que se podía esperar en una nube sólida de constituyentes liberados por humanos). Podría haber sido polvo proveniente del lanzamiento de un cohete sólido, pero el descenso del asteroide y el progreso de la nube resultante habían sido demasiado bien observados y mapeados; el pedigree de la nube, para decirlo así, era claro.

Las simulaciones de computadora concordaron con los datos de los sensores acerca de que la masa, forma y comportamiento de las partículas las identificaba como constituyentes meteoríticos de aproximadamente 10 a 20 micrones de tamaño.

Dice Dee Pack de la Corporación Aerospace: “Este asteroide depositó 1 000 toneladas métricas en la estratósfera en unos pocos segundos, una perturbación significativa”. Cada año, dice, entre 50 a 60 asteroides del tamaño de un metro chocan con la Tierra.
Las causas multifacéticas que determinan el clima provenientes de tierra, mar y aire.
Crédito por la imagen: NCAR
Las causas multifacéticas que determinan el clima provenientes de tierra, mar y aire.
Crédito por la imagen: NCAR


Peter Brown de la Universidad de Ontario, quien fue contactado inicialmente por Klekociuk, ayudó a analizar los datos y realizó el modelado teórico. Hace notar que los modeladores climáticos podrían tener que extrapolar a partir de este acontecimiento para sus implicaciones mayores. “(el polvo asteroidal podría ser modelado como) el equivalente de las erupciones volcánicas de polvo, con una deposición atmosférica proveniente de las alturas, en lugar de venir de abajo”. La nueva información sobre las partículas de tamaño micrométrico “tiene implicaciones mucho mayores para (visitantes extraterrestres) tales como el de Tunguska”, una referencia a un asteroide o cometa que estalló a 8 kilómetros de altura sobre el río Tunguska en Siberia en 1908. Unos 2 150 kilómetros cuadrados fueron devastados, pero se realizó muy poco análisis formal sobre el efecto atmosférico del polvo que debe haber depositado en la atmósfera.

La función primordial de los sensores Sandia es observar las explosiones nucleares en cualquier lugar de la Tierra. Su evolución hasta incluir observaciones sobre bolas meteóricas de fuego tuvo lugar cuando el investigador de Sandia Dick Spalding reconoció que el procesamiento de datos con base en tierra podría ser modificado para registrar los destellos relativamente más lentos causados por los asteroides y los meteoroides. El programador de computadoras Joe Chavez de Sandia escribió un programa que filtraba la señal de ruido causada por las variaciones en la luz solar, la rotación satelital, y los cambios en la cubierta de nubes, para lograr esta capacidad adicional. Los datos de Sandia constituyeron una base para las estimaciones de la masa y energía del asteroide, dice Spalding.

Las capacidades de los sensores relacionados con la defensa para distinguir entre la explosión de una bomba nuclear y la entrada a la atmósfera de un asteroide que libere cantidades similares de energía (en este caso, unos 13 kilotones) proporcionarían un margen adicional para la seguridad mundial. Sin esa información, un país que experimentara un estallido asteroidal de alta energía que penetrara la atmósfera podría provocar una respuesta militar por parte de líderes que estuvieran bajo la falsa impresión de que estaban sufriendo un ataque nuclear, o podría hacer que otros países asumieran que había ocurrido una prueba nuclear.




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