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Enero 2005

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Fecha original : 2006-02-04
Traducción Astroseti : 2006-03-04

Traductor : Rosie Shaddock
Artículo original en inglés
 MARTE           
Observación de la vida en el suelo





Resumen (4 de febrero 2006): Una de las paradojas de las recientes exploraciones de la superficie marciana, es que, entre más observamos este planeta, más se parece a la Tierra, a pesar de existir una diferencia muy grande. En la Tierra han existido complejas formas de vida por miles de millones de años, mientras que en Marte nunca hubo vida más allá que la de un microbio, si es que acaso la hubo.







Basado en un comunicado de prensa de Berkeley

Dos colinas en el Desierto de Atacama en Chile - una de lecho rocoso (A) y la otra cubierta de tierra (B) - se parecen sorprendentemente a las Colinas Columbia en Marte (C) una vez que al grisáceo cielo marciano con tintes amarillentos se le ha coloreado artificialmente de azul y que se ha eliminado el tinte rojo de las rocas.
Crédito: Berkeley, imagen de Marte, tomada por la rover Spirit, cortesía de NASA/JPL/Universidad Cornell


Una de las paradojas de las recientes exploraciones de la superficie marciana, es que, entre más observamos este planeta, más se parece a la Tierra, a pesar de existir una diferencia muy grande. En la Tierra han existido complejas formas de vida por miles de millones de años, mientras que en Marte nunca hubo vida más allá que la de un microbio, si es que acaso la hubo.

'Colinas de contorno suave, canales de corrientes sinuosas, deltas y abanicos aluviales son todos increíblemente familiares', afirma William E. Dietrich, catedrático de Ciencias Planetarias y de la Tierra de la Universidad de California (UC), Berkeley. 'Esto nos llevó a preguntarnos: ¿Podríamos asegurar que la vida domina la Tierra, contando únicamente con la ayuda de la topografía y en ausencia de la obvia influencia humana? ¿Qué tan importante es la existencia de la vida en este sentido?'

En un artículo publicado en la edición del 26 de enero de la revista Nature, Dietrich y el estudiante egresado J. Taylor Perron informaron que, para su sorpresa, no existe una identificación que se considere inconfundible en las formas terrestres en nuestro planeta.

'Sorprendentemente, y a pesar de la profunda influencia de la biota en los procesos de erosión y en la evolución del paisaje, no hay formas terrestres que puedan existir únicamente en la presencia de vida, así que, una Tierra abiótica probablemente no presentaría paisajes desconocidos', propone Dietrich.

En cambio, Dietrich y Perron proponen que la vida - todo en general, desde las plantas inferiores hasta el ganado - crean un efecto sutil en el terreno e imperceptible para quien solamente echa un vistazo: hay más cantidad de 'colinas hermosas, de contorno suave' típicas de las áreas vegetadas de la Tierra, y menos de cordilleras rocosas y escarpadas.

'Las colinas de contorno suave son la más pura expresión de la influencia de la vida en la geomorfología', afirma Dietrich. 'Si pudiésemos cruzar por una Tierra de la cual se hubiese eliminado la vida, todavía encontraríamos colinas de contorno suave, montañas con acantilados de lechos rocosos, ríos sinuosos, etc., pero su frecuencia relativa sería distinta'.

Cuando un científico de la NASA le admitió a Dietrich hace algunos años que él no encontraba nada en el paisaje de Marte que no tuviera paralelo en la Tierra, Dietrich comenzó a pensar acerca de los efectos que tiene la vida sobre las formas terrestres y en que tal vez había algo inconfundible acerca de la topografía de planetas con vida, en oposición a aquéllos que no la tienen.

'Uno de los hechos menos conocidos acerca de nuestro planeta es cómo la atmósfera, la litósfera y los océanos interactúan con la vida para crear formas terrestres', indica Dietrich, geomorfologista dedicado al estudio de los procesos erosivos de la Tierra por más de 33 años. 'Una publicación de un estudio reciente sobre la historia de la Tierra nos conduce a sugerir que la vida puede haber contribuido considerablemente en el desarrollo de los grandes ciclos glaciales e incluso a que pueda ejercer influencia sobre la evolución de las placas tectónicas'.

Uno de los principales efectos de la vida en el paisaje es la erosión, apunta. La vegetación tiende a proteger las colinas contra la erosión: los deslizamientos de tierra a menudo se manifiestan con las primeras lluvias después de un incendio. Pero la vegetación también acelera la erosión al desintegrar las rocas en piezas pequeñas.

'Adonde quiera que uno dirija la mirada, es notorio que la actividad biótica causa que los sedimentos se desplacen hacia abajo y que la existencia de vida crea la mayor parte de ese sedimento', menciona. 'Las raíces de los árboles, las tuzas y los osos australianos, todos escarban el terreno y lo levantan, arrancando el lecho rocoso subyacente y convirtiéndolo en escombros que ruedan cuesta abajo'.

Dietrich y Perron dedujeron que la característica distintiva de vida la darían las colinas de contorno suave debido a que la forma del terreno en muchos lugares guarda un equilibrio entre la erosión fluvial (en la cual tiende a verse un corte abrupto dando lugar a una pendiente que llega al lecho rocoso) y a la expansión del terreno hacia abajo de las laderas, hecho provocado por el empuje biótico, lo que tiende a suavizar los bordes angulosos de las colinas. Sin embargo, se comprobó que esta hipótesis era falsa cuando sus colegas Ron Amundson y el estudiante egresado Justine Owen (ambos del campus del Departamento de Ciencias del Medio Ambiente, Políticas y Gestión) descubrieron que en Chile, en el Desierto de Atacama que se encuentra desprovisto de vida, se producen colinas de contorno suave que se cubren de tierra debido a la intemperización con la sal proveniente del mar cercano.

Una vista en perspectiva de la Mesa Gavilán en California central, proveniente de un mapa de altimetría de láser de alta resolución. Los procesos erosivos que se ven altamente influenciados por la biota dieron como resultado estas bien definidas cordilleras y valles espaciados a intervalos regulares. No obstante, no se ha encontrado todavía ninguna característica de vida topográfica distintiva en la Tierra.
Crédito: Berkeley


'Existen otras cosas en Marte, tales como la actividad de congelación y deshielo, que pueden romper rocas para crear colinas de contorno suave como las que se ven en las fotografías tomadas por las rovers de la NASA', afirma Perron.

También investigaron la sinuosidad de los ríos en la Tierra, los cuales son influenciados por la vegetación que crece al lado de las corrientes fluviales. Pero en Marte también se pueden ver meandros y los estudios en la Tierra muestran que los ríos que cortan en los lechos rocosos o en terreno gélido pueden crear meandros idénticos a aquellos creados por la vegetación.

La pendiente que toma el curso de los ríos puede igualmente contar como una identificación, pensaron: los sedimentos más gruesos, menos erosionados por el clima, causarían erosión dentro de las corrientes, causando que el río tuviese una mayor inclinación y que los rebordes se volvieran más altos. Pero esto también se ve en las montañas de la Tierra.

'No es difícil sostener que la vegetación afecta el patrón de precipitación fluvial y, recientemente, se ha mostrado éstos últimos afectan la altura, el grosor y la simetría de las montañas, pero esto no produciría una forma terrestre distintiva', indica Dietrich. 'Aun sin la presencia de vida existirían montañas asimétricas'.

La conclusión a la cual llegaron, que la frecuencia relativa de formas terrestres redondeadas en oposición a las angulares, cambiaría dependiendo de la presencia de vida, no podrá ser demostrada hasta que se puedan obtener mapas de elevación de superficie de otros planetas en resoluciones de unos cuantos metros o menos. “Algunas de las diferencias más sobresalientes entre paisajes con y sin vida son causadas por procesos que operan a pequeña escala”, afirma Perron.

Dietrich observa que se han cartografiado áreas limitadas en la superficie de Marte a una resolución de dos metros, la cual es mejor que la mayoría de los mapas de la Tierra. Dietrich es uno de los líderes de un proyecto auspiciado por la Fundación Nacional de Ciencia (NSF, por sus siglas en inglés), para cartografiar la superficie de la Tierra en alta resolución utilizando la tecnología LIDAR (por sus siglas en inglés o Reconocimiento y Medición de Distancias por medio de la Luz). Dietrich es cofundador del Centro Nacional de Cartografía por Láser Aéreo (NCALM, por sus siglas en inglés), un proyecto conjunto entre la UC Berkeley y la Universidad de Florida para llevar a cabo el cartografiado por medio de la tecnología LIDAR para mostrar no sólo las copas de la vegetación, sino también el suelo descubierto como si se encontrase despojado de vegetación.




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