Durante estos últimos cinco años los astrónomos han estado afinando sus puntería para la detección de todo tipo de planetas extraños e inimaginables: Planetas gigantes orbitando a velocidades vertiginosas en la sombra de sus estrellas, planetas colosales tan grandes como estrellas pequeñas, planetas girando en órbitas armoniosas, y planetas libres que flotan sin atarse a ninguna estrella. Finalmente el principal grupo de cazadores del planetas, el cual es responsable de la detección de más de la mitad de los planetas extra-solares descubiertos hasta la fecha, han logrado echarle un vistazo a algo cómodo y familiar: un sistema planetario que en sus contornos, se parece notablemente al nuestro.
El sistema planetario 47 ursae Majoris, comparado con Júpiter y Saturno en nuestro sistema.
(c) Kurt Woellert/NSF
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Al igual que sucedió con muchos de los planetas detectados fuera de nuestro Sistema Solar, este descubrimiento llevó su tiempo. Ya desde 1987 la estrella 47 Ursae Majoris (47 UMa) fue seleccionada por Geoff Marcy del UC de Berkeley y por Paul Buttler del Carnegie Institute como una de las 100 en las que se buscarían indicios de la existencia de algún planeta orbitándola. Desde aquellos años Marcy y su equipo supervisaron a fondo el espectro luminoso de la estrella. Usando el método conocido como espectroscopia, buscaban los cambios regulares del espectro, que indicarían un leve balanceo en la posición de la estrella, causada por el tirón gravitatorio de un planeta orbital.
En 1996 el presentimiento de Marcy y Buttler demostró ser correcto cuando anunciaron su descubrimiento: un planeta gigante de por lo menos 2,5 veces la masa de Júpiter que orbitaba alrededor de 47 UMa a una distancia de 2,09 unidades astronómicas (una unidad astronómica o UA, es la distancia que separa la Tierra del Sol). Fue, de hecho, uno de los primeros planetas extra-solares en ser descubierto.
La historia, sin embargo, no acabó ahí. Unos años después, la astrónoma Debra Fischer del equipo de Marcy notó un balanceo secundario y mucho más débil oculto en los gráficos del espectro de 47 UMa. Ayudada por las mejoras en el equipo de medición y por los 13 años de datos acumulados, Fischer logró establecer claramente la fuente de este balanceo: se trataba de un segundo planeta más pequeño, con una masa posiblemente tan baja como 0,75 veces la de Júpiter, y moviéndose en órbita a una distancia media de 3,73 UA.
Mientras que otros sistemas planetarios compuestos por planetas gigantes han sido encontrados antes, éste es especial: Las órbitas de ambos planetas que se mueven alrededor de 47 UMa son casi circulares, como los planetas de nuestro propio Sistema Solar. 'Por primera vez hemos detectado dos planetas en órbitas casi circulares alrededor de la misma estrella' dice Fischer. La mayoría de los 70 planetas encontrados hasta la fecha están localizados en extraños sistemas solares, de períodos cortos y con órbitas excéntricas cercanas a la estrella. 'Esto es debido a que tales órbitas extrañas causan un balanceo más grande en la posición de la estrella, y son por lo tanto más fácilmente perceptibles mediante espectroscopia. 'Mientras nuestra sensibilidad va mejorando, podemos observar finalmente planetas con períodos orbitales más largos, sistemas planetarios que se parecen más a nuestra Sistema Solar' agregó ella.
El nuevo descubrimiento es también significativo por otras varias razones. La propia estrella, 47 Osa Mayor, es muy similar a nuestro sol, aunque algo más vieja -cerca de 7 mil millones de años. Está situada en una de las partes más reconocibles del cielo, el Gran Carro, y apenas a 51 años luz de distancia, es virtualmente nuestro vecino.
En cuanto a los planetas, además de sus órbitas circulares, su localización y clasificación ofrecen también interesantes paralelismos con nuestro propio Sistema Solar. El planeta interno es 3,3 veces más masivo que el externo, que es exactamente el cociente de las masas de nuestros propios gigantes, Júpiter y Saturno. El cociente de sus distancias medias a su estrella se aproxima también, aunque es algo mayor, al cociente de las distancias relativas de Júpiter y Saturno con respecto a nuestro Sol.
Lo más intrigante, es quizás el hecho de que las órbitas de los dos gigantes les llevan fuera de la región, alrededor de su estrella, donde es estable el agua líquida. Ya que el balanceo de 47 UMa indica que ningún otro planeta gigante se mueve en órbita alrededor de ella, esto abre la posibilidad de que planetas rocosos más pequeños, como la Tierra, se muevan en órbita en el interior de esa 'zona habitable'. Pero mientras que esta posibilidad no puede ser eliminada, Fischer advierte que es bastante inverosímil. Las simulaciones por ordenador llevadas a cabo por Gregory Laughlin en la NASA Ames sugieren que la presencia de los gigantes fuera de la zona habitable, probablemente evitarían la existencia de este tipo de planetas. Los dos gigantes gaseosos seguramente dispersarían cualquier resto o ruina rocosa que se moviese en órbita por sus alrededores, antes de que estas pudieran unirse formando planetas rocosos.
Así que mientras los astrónomos todavía no han encontrado 'gemelos' de nuestro Sistema Solar, están claramente consiguiendo acercarse. 'Es conmovedor encontrar un sistema planetario que finalmente nos recuerda a nuestro Sistema Solar' dice Geoff Marcy. ¿Y si ahora se están encontrando sistemas planetarios como el nuestro, podría ser que no falte demasiado para hallar planetas rocosos, ricos en agua y similares al nuestro?