Dos tormentas saturnianas se arremolinan en la región que los científicos denominan de manera informal "el corredor de las tormentas".
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En Saturno, la calma después de la tormenta puede tardar mucho en llegar. En la Tierra los huracanes pueden ser grandes y destructivos, pero al menos no duran mucho. No como los de Saturno, donde las tormentas pueden rugir durante meses o años. Vistos desde el espacio, los huracanes terrestres y las grandes alteraciones atmosféricas observadas en Saturno se parecen. Pero sus diferencias son mayores y ofrecen visiones intrigantes acerca del funcionamiento interno del planeta anillado que están siendo investigadas por científicos de la misión Cassini de la NASA.
Tanto los huracanes de la Tierra como las tormentas de Saturno tienen nubes que forman remolinos, convección, lluvia y vientos rotatorios. “Los huracanes en la Tierra son centros de bajas presiones a nivel del suelo y de altas presiones en lo alto donde las tormentas se aplanan”, dice el doctor Andrew Ingersoll, miembro del equipo de imágenes de Cassini y profesor de ciencia planetaria en el Instituto de Tecnología de California en Pasadena, California. “Las tormentas en Saturno podrían ser como huracanes si lo que estamos viendo es la parte alta de las nubes”.
La frecuencia de tormentas en Saturno parece ser casi la misma que en la Tierra, y la fracción del planeta ocupada por las tormentas es también similar. Lógicamente, ya que Saturno es mucho más grande que la Tierra, (nueve Tierras cabrían a lo largo de su ecuador), sus tormentas son mayores. El huracán Katrina tenía una extensión de más de 380 km (240 millas), por ejemplo, mientras que dos tormentas que la nave Cassini fotografió en febrero de 2002 tenían cada una más de 1 000 km (620 millas) de diámetro, casi el tamaño de Texas o Francia.
En la Tierra, los vientos huracanados pueden sobrepasar los 240 km/h (150 millas/h), parecida a la velocidad de la corriente de chorro, prácticamente el viento más rápido del planeta. Aunque giran furiosamente, los huracanes se desplazan a un paso mucho más lento, entre 8 y 32 km/h (5 a 20 millas/h). Saturno es diferente porque su corriente de chorro es mucho más fuerte. “Saturno es un lugar muy ventoso”, dice Ingersoll. “La corriente de chorro de Saturno sopla diez veces mas deprisa que en la Tierra, hasta mil millas por hora (unos 1 600 km/h)”. Los vientos de Saturno son como cintas transportadoras entre las que las tormentas parecen girar como rodamientos, explica. “Mientras no conozcamos las velocidades del viento en las tormentas, una buena conjetura es que son más lentos que los vientos de la corriente de chorro”.
La mayor diferencia entre las tormentas de Saturno y las de la Tierra son las fuerzas que las hacen funcionar y las diferencias físicas entre los dos planetas.
El calor que hace funcionar a los huracanes en la Tierra proviene de los océanos, vastos almacenes de energía solar. Los océanos son también la fuente de humedad para la convección, que lleva la energía del océano a la atmósfera y crea las nubes de tormenta y produce las precipitaciones. Los huracanes se desvanecen rápidamente al llegar a tierra, en cuanto el enchufe se desconecta de su fuente de alimentación.
El combustible para las tormentas de Saturno es bastante diferente. El interior del planeta actúa como un océano y almacena energía, pero la energía no viene del Sol. “Saturno produce su propio calor, que lo adquirió cuando los trozos que dieron lugar al planeta chocaron entre si durante la violenta historia del sistema solar primigenio”, dice Ingersoll. La atmósfera de Saturno tiene todos los ingredientes necesarios para las tormentas del tipo de los huracanes, lo que incluye el calor y el vapor de agua, continúa diciendo, así que no es necesario el primer paso en el desarrollo de los huracanes que es la evaporación en el océano. Y, sin una superficie sólida como el océano terrestre, las tormentas de Saturno se comportan de modo muy diferente.
“Se podría pensar que cuando dos tormentas se fusionan, por ejemplo, se obtendría una tormenta más grande”, dice Ingersoll, “pero parecen mantener el mismo tamaño. También pueden partirse. Pueden seguir para siempre, uniéndose y separándose”. Los científicos podrán estudiar las tormentas de Saturno más detenidamente el año que viene, cuando la nave Cassini recorra una región en el hemisferio meridional que los científicos de la misión llaman “el corredor de las tormentas”.
Con la excepción de unas pocas tormentas, como la espectacular Tormenta Dragón observada por la Cassini el año pasado, la mayoría de las tormentas de Saturno no tienen nombre, a diferencia de las de la Tierra. Eso puede cambiar, dice Ingersoll, cuando los científicos las conozcan mejor.