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Enero 2005

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Fecha original : 2006-04-27
Traducción Astroseti : 2006-06-01

Traductor : Francisco M. Pulido Pastor
Artículo original en inglés
 SETH            
La Luna de la Tierra: La mejor del sistema solar


por Seth Shostak, Astrónomo Senior, SETI Institute





OK, he echado cuentas. Lo que siempre sospechaste podría ser cierto... es cierto: a saber, que el mejor lugar en el sistema solar para ver un eclipse total de sol es la Tierra.

La Luna, esa abollada bola de roca polvorienta que gira alrededor de nuestro planeta cada 29 días, encendiendo las musas en los poetas y haciendo brotar el pelo en los hombres lobo, sucede que sólo coincide que tiene el tamaño y la distancia correcta para cubrir por poco el disco del Sol. Y, gracias al inexorable trabajo de la mecánica orbital, esa circunstancia resulta en un eclipse total de sol, en algún lugar de nuestro planeta, sobre una vez cada 1,6 años. Tal como es, yo he visto una media docena, el más reciente en Egipto, el 29 de Marzo.

Ya que hay más de 150 lunas en nuestro sistema solar, debes pensar que muchos de los otros mundos serían ocasionalmente invitados a ese oscurecimiento celestial. Pero a diferencia de la Tierra, nuestros planetas vecinos no acertaron en la lotería de los eclipses.

Mercurio y Venus serían unos elegantes lugares para ver un eclipse (ignorando las letales condiciones atmosféricas) ya que el Sol aparecería grande en el cielo, mostrándose ideal para las fotografías instantáneas. Pero ninguno tiene una luna. Otros planetas están cargados con satélites que generalmente aparecen o bien demasiado grandes en el cielo o demasiado pequeños. Por ejemplo, las cuatro lunas Galileanas de Júpiter (Io, Europa, Ganímedes y Calisto) son todas lo suficientemente grandes como para bloquear el Sol. Desafortunadamente, bloquean demasiado. Las prominencias y la corona interior que son tan espectaculares durante los eclipses en la Tierra desaparecen rápidamente tras una de estas masivas lunas.

Confesémoslo, el satélite Jano de Saturno cubre justo el Sol, y podría ser un buen candidato si consiguieras elevarte a lo alto de la venenosa atmósfera del planeta anillado para echar un vistazo. Pero Jano es una verrugosa patata de luna, una roca oblonga sólo algo mayor de 100 millas, por lo que sólo mancharía el Sol con una irregular y oscuro óvalo, bastante pobre estéticamente en comparación con el armonioso disco circular de nuestra propia luna. Peor que eso, Jano orbita Saturno en menos de 17 horas, lo que significa que todo el eclipse se terminaría en menos de 10 segundos.

Cordelia, Ofelia, y Rosalind – que suenan como miembros del equipo femenino de hockey de la universidad, pero que están de hecho entre las lunas menores de Urano – son del tamaño y distancia globales correctos para bloquear justo el Sol visto desde esa bola azul de planeta. Pero éstas son lunas endebles y extrañas, y probablemente tan deformadas como Jano. Además, el Sol visto desde Urano no es más que una estrella brillante (unos 1-1/2 minutos de arco, o más pequeña que la punta de un lápiz a la distancia del brazo), por lo que incluso cuando es cubierta, el eclipse no es más que un parpadeo de estrella. Difícilmente merece el viaje.

La experiencia de un eclipse

Espectadores del eclipse se preparan en el oeste de Egipto, en la Meseta Libia (foto: Seth Shostak)
Espectadores del eclipse se preparan en el oeste de Egipto, en la Meseta Libia (foto: Seth Shostak)



Considérate afortunado de vivir en un planeta en el que un eclipse solar es tanto posible como espectacular. E incluso más afortunado de existir cuando los motores a reacción y los barcos de crucero facilitan para miles de personas el viajar a cualquiera de los estrechos pasillos de sombra de un eclipse. Para nuestros abuelos y todos sus ancestros, que en su mayoría morían en los pueblos donde habían nacido, las oportunidades de atrapar un eclipse solar durante el tiempo de su vida eran de aproximadamente una entre siete. Ver tantos como dos era más o menos tan común como tener quintillizos.

Eso ha cambiado, y era obvio el 29 de Marzo, cuando miles de turistas se agachaban en el suelo, en la desértica meseta Libia justo al este de El Saloum, una ciudad costera sólo a unas cuantas millas de la frontera entre Egipto y Libia. Mirando alrededor en la fría madrugada, contemplé una escena que parecía la madre de todas las reuniones de boy-scouts: los italianos estaban repantigados unos cientos de pies al norte, con los japoneses rígidos contra sus tiendas. Los franceses se apartaban por si mismos, mientras que los alemanes se apiñaban cerca de nuestra propia parcela de polvo y roca. Extraños acentos y una niebla blanca flotaban por el paisaje, aunque todo el mundo confiaba en que la salida del sol quemaría la lechosa miasma antes de que comenzara el eclipse. Alguna gente se preocupaba (innecesariamente) de que la niebla fuera reemplazada por una granulosa tormenta de arena, salida del Sahara. Durante horas, los turistas habían estado entreteniéndose con comida, pequeñas charlas, y ajustes sin fin a sus telescopios y cámaras. Un cuarto de millón de millas por encima, la invisible luna nueva se deslizaba silenciosamente hacia su intercepción con el Sol.

En pasados milenios, los eclipses (como los cometas) eran fenómenos inesperados y no bienvenidos, y generalmente asumían la responsabilidad para cualquier cosa mala que ocurriese ese mismo año. La emperatriz Suiko de Japón murió en el 628 d.C., y fue culpado un eclipse. El imperio de Carlomagno fue pronto cercenado en lo que después fueron Italia, Francia y Alemania. En el siglo diecisiete, los aterrorizados Chippewa lanzaban flechas incendiarias al cielo para encender de nuevo el extinguido Sol (con un éxito admirable).

Es peculiar pensar que una bola de roca poniéndose delante de una bola de gas pudiera agitar tan fácilmente a nuestros ancestros. Pero después de que los científicos del Renacimiento comprendieran lo que eran realmente los eclipses, estos espectáculos celestiales se transformaron de ser malos presagios a buenas oportunidades para investigar. El Helio, el segundo elemento más abundante tanto en el cosmos como en los globos, fue descubierto espectroscópicamente durante un eclipse solar en 1868. En 1919, astrónomos británicos confirmaron la teoría de la Relatividad General de Einstein midiendo las posiciones de estrellas que flanqueaban el oscurecido disco del Sol.

Hoy, todo lo que se necesita para ver un eclipse es estar a bordo de la Lanzadera o la Estación Espacial, y sostener una moneda a cuatro pies de tus ojos mientras se mira al Sol. Por tanto los eclipses terrestres se han convertido en el origen de aficionados y turistas. Muchos de estos seguidores de eclipses son bastante conocedores de lo que ver, y de cómo fotografiarlo. De hecho, mientras miraba nuestro lugar de observación unos minutos antes de la totalidad, calculé que había más equipo en esta llanura desértica costera que en ninguna otra ocasión desde que Montgomery se había enfrentado contra Rommel.

El tamaño y órbita de la luna causa que ésta levante grandes mareas en los océanos de la Tierra (la contribución del Sol a las mareas es sólo la mitad de importante). Algunos investigadores creen que las mareas pueden haber sido importantes en la evolución de la vida. Es interesante destacar que, ya que las mareas dependen de la distancia al cubo, si la luna se mueve dos veces más lejos, necesitaría ser ocho veces más masiva para causar mareas de la misma fuerza. Pero una luna de este tamaño sería de dos veces el diámetro de nuestra luna actual, y por tanto todavía eclipsaría perfectamente al Sol. Mueve la luna más cerca o más lejos: si las mareas son las mismas, la luna estará perfectamente dimensionada para bloquear el Sol. Si las mareas realmente alientan la vida, entonces los mundos con mareas similares a las nuestras es también probable que disfruten de eclipses totales. Posiblemente los seguidores de eclipses son una especie cósmica común.

A pocos segundos de empezar, una sutil oscuridad barrió silenciosamente a través del cielo desde el sur. El paisaje se oscureció rápidamente; las cámaras disparaban a medida que un 'anillo de diamante' iluminaba el borde este de la luna, y entonces, de repente, el cielo fue un dosel púrpura perforado por un agujero rodeado por un halo. Los novatos – aquellos que estaban viendo un eclipse por primera vez – se arrancaron con entusiastas gritos. Los veteranos de los eclipses pretendían una mayor sofisticación: 'a juzgar por la linealidad de las flámulas coronales, la magnetohidrodinámica parece inusualmente quiescente, no crees Ralph?'.

Los eclipses solares totales son admirables y seductores. Si ves uno, querrás ver más (tu próxima oportunidad es el 1 de Agosto de 2008). Pero no esperes demasiado. La luna se está apartando de la Tierra a unos 3,8 centímetros por año. A esa velocidad, sólo tenemos 500 millones de años de eclipses por venir. Reserva un viaje mientras puedas.


Nota: Seth Shostak fue conferenciante en un reciente viaje al eclipse de Egipto organizado por MWT Associates.







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