En este artículo me gustaría hablar un poco de mis propias experiencias, no tanto en la investigación científica como en la financiación científica. No quiero que parezca una queja, no puedo quejarme ya que he podido seguir muchos y variados campos de investigación, y el apoyo en la financiación, aunque en ocasiones difícil y arriesgado, siempre ha estado ahí de alguna manera. Pero la integridad me obliga a escribir acerca de lo que la comunidad científica denomina “arbitraje” mediante el que, otros científicos juzgan si el trabajo de uno merece ser publicado, por ejemplo, o (el asunto del que estoy hablando) merece financiación (yo no he tenido problemas para publicar mis artículos en la literatura científica).
Dado que éste no es un ensayo de queja, no nombraré las dos agencias de financiación a las que he remitido propuestas de financiación y de las que no sólo he obtenido resultados desalentadores, sino un arbitraje deshonroso. Pero sí proporcionaré claros ejemplos que creo argumentarán a favor de un gremio de arbitraje; un cuerpo de expertos sin ninguna conexión con la financiación del proyecto para el que arbitran e (idealmente) por encima de todo reproche. Y, a diferencia de los actuales árbitros, serían pagados por la publicación o el programa que utiliza sus servicios.
La necesidad de tal gremio, según mi experiencia, surge de los errores en cómo son elegidos los árbitros. Por ejemplo, en la agencia de un programa, los árbitros fueron elegidos casi exclusivamente de entre el grupo que había remitido propuestas. El director se este programa argumentó que esto no producía un pobre arbitraje. Yo creo que sí, y yo nunca obtuve financiación de ese programa incluso tras haber remitido dos docenas de propuestas. Sin embargo debo decir que los programas locales de esta agencia casi siempre me financiaron con lo que se conoce como “dinero semilla”. Pero en cuanto a la calidad del arbitraje de este programa, juzguen ustedes mismos. A principios de los 90, obtuve las siguientes respuestas a la propuesta de buscar planetas fuera del sistema solar utilizado el método de transición, repito ninguna de estas propuestas recibió financiación para la siguiente temporada.
“La única forma de detectar planetas es la medición por interferometría”. Este rechazo con una única frase, fue dado antes de que fueran descubiertos los primeros planetas extrasolares utilizando el cronometraje de pulsar y después las medidas de velocidad radial.
Otra razón para el rechazo: “Este proyecto sólo puede detectar enanas marrones, no Júpiters”. Todo un comité permitió que esto saliera a la luz. Nosotros proponíamos el método de transición, que mide la disminución de luz de una estrella cuando un planeta se mueve delante de ella. Dado que las enanas marrones son más pequeñas en tamaño que los plantas del tamaño de Júpiter y que el tránsito mide la disminución de luz producida por el área del objeto en tránsito, era absurdo decir que un objeto pequeño puede ser medido y uno más grande, no.
Otra: “Este trabajo ya se está realizando por la Red de Tránsito de Planetas Extrasolares (Transit of Extrasolar Planets Network)”. Eso era cierto, pero tuve que señalar a la agencia que yo era el Director de la Red de Tránsito de Planetas Extrasolares y que como tal, estaba al tanto del trabajo que se estaba realizando, para el que, por favor, pedíamos financiación (en aquel tiempo todos éramos voluntarios, yo me ganaba la vida como profesor en una pequeña escuela universitaria y dedicaba los veranos a la observación). La respuesta básicamente fue que parecía que el trabajo ya se estaba realizando sin financiación, luego ¿Porqué deberían financiarlo?, Se necesita un retorcido sentido del humo para este tipo de respuesta.
Con esto se pueden hacer una idea. Hay muchos otros ejemplos, más o menos ridículos. Bueno, si insisten les contaré mi favorito. Tengo el informe de un árbitro en el que la primera razón para el rechazo era: “Probablemente va a llover en los observatorios”. ¡Un sentido del humor muy retorcido¡. Había tres observatorios en la propuesta, así que mi colega calculó inmediatamente (asumiendo que “probablemente” significaba al menos un 51%) que tendría que llover alrededor del 80% del tiempo en cada observatorio, y acertadamente concluyó que nadie construiría un observatorio en tal lugar. Lógica aplastante.
Decidí que tenía que seguir este caso. Cuando finalmente encontré al científico que había escrito el informe de arbitraje original, me dijo que había recomendado que el proyecto fuera financiado. Había escrito, “Esta es una de las mejores propuestas que he leído, la única manera en la que puede fracasar es que llueva en el observatorio”. Por lo tanto, en este caso, claramente no era el arbitraje científico el que había negado la financiación sino la manera en la que se habían tomado las razones negativas para el rechazo por parte del propio programa. La naturaleza humana nunca deja de sorprendernos, ¿verdad?.
Espero que hayamos llegado a esta parte del ensayo sin que piensen que mantengo algún rencor contra algún programa científico, por supuesto no es así. Aunque en ocasiones me defraudó, también tuve que sacudir mi cabeza y reírme a carcajadas. ¡Ay¡, la naturaleza humana ....., bendita sea. Algo que da confianza es que estas propuestas, hoy en día y de forma universal, están siendo financiadas, no las mías, sino las propuestas de otras personas e instituciones. Así que, por lo menos sabemos que estábamos en el bando científico correcto. Mi instituto ha llamado a este efecto; “Estar adelantado a la curva de financiación”. Pero me gustaría pensar que los árbitros científicos podrían y deberían identificar la buena ciencia cuando la vean. Después de todo, se supone que la ciencia es susceptible de ser juzgada de forma objetiva sobre si está en lo correcto o no.
Como ya he mencionado, en este momento, los artículos para las publicaciones científicas, así como las propuestas de financiación, están siendo arbitradas por colegas científicos. Se entiende que esto es algo que debe hacerse de forma voluntaria y que en muchas ocasiones (según mi experiencia) requiere una significativa cantidad de tiempo para realizar un buen trabajo de valoración, en ocasiones una fracción significativa de la cantidad de tiempo que llevó la realización del artículo original, según he oído mencionar a mis colegas. Una buena manera de empezar sería que los nombres de los autores de las propuestas fueran retenidos, mientras que los de los árbitros fueran especificados, para que pudieran atender a sus reputaciones.
De esta forma, aunque no sé lo práctica que pueda ser esta sugerencia, me gustaría, sin embargo, sugerir aquí la creación de un Gremio de Arbitraje Científico, constituido por árbitros profesionales (por lo tango remunerados) con las más altas credenciales. Quizás se podría solicitar su labor sólo en casos de disputa, pero sería bueno saber que tal institución existe para emitir su juicio científico imparcial en tales casos. Podrían ver casos (como el de las enanas marrones versus la detección planetas como Júpiter, anteriormente mencionado) e intervenir para señalar que tendría que darse una razón científica válida para el rechazo de financiación, por ejemplo. El objetivo principal de tal gremio sería asegurar que se mantenga la integridad intelectual y el respeto mutuo dentro de la comunidad científica.
¿Veo yo cercana la creación de tal gremio? Quizás no, pero mencionar el tema, ha ayudado un poco a centrar las ideas sobre este asunto, a animar a aquellos científicos cuya experiencia de financiación podría estar pasando por una fase similar y a llamar a la integridad científica sobre las consideraciones de financiación cuando las presiones se hacen notar. Sé que este último punto puede haber causado asombro a algunos, pero recuerdo que hay científicos por ahí que no se centran principalmente en la ciencia a la hora de ganar dinero. Y para recordar cuál fue la primera razón por la que entraron en la ciencia, recordemos el ideal que deben haber tenido en el comienzo, que la vida es principalmente una aventura de descubrimiento en la que la ciencia en sí misma debe ser el árbitro final de la verdad.