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Enero 2005

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Fecha original : 2001-04-03
Traducción Astroseti : 2003-04-15

Traductor : Emilio Jiménez
Artículo original en inglés
 Douglas Vako    
El Desafío del Código Morse Marciano


Por Douglas Vakoch

Algunas de las primeras propuestas para realizar contactos con inteligencia extraterrestre (ETI) imaginaron comunicaciones con habitantes de nuestra Luna. Pero alrededor de 1870, los científicos sabían que el satélite de La Tierra es demasiado pequeño para mantener una atmósfera. Debido a que la Luna es considerablemente más pequeño que la Tierra, tiene un campo gravitacional más débil, y por lo tanto todos los gases escapan de su superficie.

Sin atmósfera, se argumentaba, no puede haber vida en la Luna. Aunque el planeta Marte es considerablemente mayor e incluso a finales del siglo XIX parecía probable que nuestro vecino planetario pudiera tener al menos una atmósfera delgada.|

Cuando la gente empezó a pensar acerca de cómo comunicarse con los Marcianos potenciales, afloró un nuevo reto. Como la Luna está relativamente cerca de la Tierra, las primeras propuestas para avisar a los posibles habitantes de la luna hablaban de enormes diagramas “dibujados” en la superficie de la Tierra.

Pero un mensaje similar, si fuese visible desde Marte, sería muchísimo más difícil de ver, debido simplemente a la enorme distancia. Por lo tanto, otra vía de acceso fue sugerida para la comunicación interplanetaria.

Aunque hoy en día los científicos ya no creen que haya ninguna evidencia de vida inteligente en Marte, los mismos métodos se utilizan mediante señales de radio para la comunicación a distancias interestelares.

Un ejemplo de este método –propuesto en 1920—confiaría en una variación del código telegráfico, utilizando ráfagas de luz para intentar la comunicación con ETI. ¿Cómo funcionaría?

Imagina que fueses un astrónomo de principios del siglo XX, escudriñando Marte con tu telescopio, y de repente ves series de ráfagas desde un punto de la superficie de Marte. Según observas más detenidamente, supón que adviertes que las ráfagas son de dos duraciones distintas –cortas y largas—como los “dits” y los “Dahs” del código Morse. Imagina, de hecho, que adviertes la siguiente secuencia. ¿Qué significaría?

dit dit dit dit dit dit dah dah dah dit dit dah dah dah dit dit dah dah dah dit dit dit dit dit dit

Como ejemplo puedes contar el número total de “dits” y “dahs” y darte cuenta de que hay 25 en total. Otra pista, imagina que entonces adviertes una secuencia de ráfagas de 36 pulsos. Y finalmente, eres capaz de distinguir series separadas de 49 pulsos.

Como principiante, puedes preguntarte, ¿Qué tienen en común los números 25, 36 y 49?

Mientras tanto puedes tomar algunas e ingenuas salidas nulas, la esperanza de los realizadores del mensaje es que, al final, acabarías descubriendo que cada uno de esos números es un cuadrado perfecto, o un número multiplicado por sí mismo. Si multiplicas cinco por cinco, consigues 25; seis al cuadrado es 36 y siete, siete veces él mismo es 49. Al menos parte del mensaje ha sido comprendido

El siguiente salto interpretativo implica voltear esas cadenas de números en dibujos bidimensionales. Comenzando por la secuencia de 25 “dits” y dahs,” puedes reordenar la totalidad de los pulsos en cinco filas con cinco pulsos cada una. Si lo hicieras verías los mismo 25 pulsos de una forma nueva:


dit dit dit dit dit
dit dah dah dah dit
dit dah dah dah dit
dit dah dah dah dit
dit dit dit dit dit

Para crear un patrón un poco más obvio, supón que reemplazamos los “dits” con “unos” y los “dahs” con “ceros.” El mensaje aparecería como sigue:

11111
10001
10001
10001
11111

Ahora hagamos lo mismo para la secuencia más larga de 36 “dits” y “dahs.” Una vez reconstruido de la misma forma, descubriríamos el siguiente mensaje:

111111
100001
100001
100001
100001
111111

Finalmente, imagina que el mensaje de 49 pulsos produce la siguiente matriz bidimensional:

1 1 1 1 1 1 1
1 0 0 0 0 0 1
1 0 0 0 0 0 1
1 0 0 0 0 0 1
1 0 0 0 0 0 1
1 0 0 0 0 0 1
1 1 1 1 1 1 1

Después de ver suficientes mensajes en este formato, podremos reconocer un patrón recurrente. Todos los pulsos del exterior del mensaje son “dits” y el remanente de los pulsos en el interior son “dahs.” En efecto, vemos un patrón reminiscente de un cuadro, el mismo para cada mensaje.

¿Pero qué tiene de bueno un cuadro dibujado sin un dibujo dentro?

Incluso esas primeras propuestas para enviar mensajes por código Morse interplanetario sugerían enviar algo más interesante que dibujos de cuadros vacíos. En la columna del próximo mes echaremos un vistazo a algunos de los tipos de dibujos que pueden ser comunicados utilizando este esquema de hace décadas.




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