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Enero 2005

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Fecha original : 2001-10-29
Traducción Astroseti : 2003-04-06

Traductor : Rafael Rodríguez Tapia
Artículo original en inglés
 EXTREMOFILOS    
 GEOLOGIA        
Masticadores de vidrio bajo el mar


Por Leslie Mullen

Un equipo de investigadores ha anunciado recientemente el descubrimiento de los microbios que viven a mayor profundidad en el planeta y que se alimentan de la roca en el fondo marino.

Un equipo de investigadores ha anunciado recientemente el descubrimiento de los microbios que viven a mayor profundidad en el planeta. Esta bacteria se alimentan de la roca en el fondo marino, algunos llegando a habitar hasta a quinientos metros de profundidad, aunque la mayor parte de la actividad microbiana parece darse en los trescientos metros superiores del fondo oceánico.|

?Hemos documentado hasta qué punto estos organismos microscópicos se están alimentando de roca volcánica, dejando rastros como de gusano que parecen como si alguien los hubiera excavado? dice unos de los co-autores del documento, Hubert Staudigel, de la Scripps Institution of Oceanography en la Universidad de California en San Diego. ?Básicamente, hemos determinado la profundidad de la biosfera.?

Este estudio se publicó en la edición de Geochemistry, Geophysics, Geosystems, así como en el número de Science, del 28 de septiembre del 2001. Otros autores son Harald Furnes, Ingunn H. Thorseth, y Ole Tumyr, del instituto geológico de la universidad de Bergen en Bergen, Noruega; Terje Torsvik del departamento de microbiología de la misma universidad de Bergen; y Karlis Muehlenbachs del departamento de geología de la universidad de Alberta en Edmonton, Canadá.

El equipo estudió muestras de rocas de cristales de silicio que se formaron bajo altas temperaturas y presiones. La roca, a la que se menciona a menudo como ?cristal? a causa de su parecido con el cristal volcánico negro llamado obsidiana, está hecha de lava super-enfriada expulsada por los surtidores volcánicos en aguas profundas.

Observando muestras de perforaciones desde el Atlántico Norte hasta el central, de la Cuenca de Lau, y de la cordillera de Costa Rica, así como de un amplio espectro de otras localizaciones marinas, el equipo encontró pequeños túneles de vidrio en el cristal.

Los científicos afirman que cuando la bacteria absorbe nutrientes con silicio del cristal, libera ácido generado por sus procesos metabólicos. Este ácido corroe el cristal, y crea texturas granulares y acanaladas y los diminutos túneles. Las interacciones químicas entre la corteza oceánica y el agua de mar pueden también modificar el cristal volcánico, pero los investigadores dicen que el tipo de estructuras que han encontrado son muy diferentes de las producidas por procesos no biológicos.

Otras pistas de actividad biológica encontradas en los cristales volcánicos son trazas filamentosas de aspecto orgánico, y el tamaño similar de los microorganismos y de los tubos y los microtubos de las estructuras granulares (entre 0,2 y 2 micrometros).

Los autores admiten que la presencia de carbono orgánico y la detección de ADN en el interior de las texturas granulares y tubulares podría ser el resultado de una contaminación en la perforación o en la preparación de las muestras. Sin embargo, creen que las texturas y las estructuras producidas por la corrosión de la roca sólo las podían haber producido organismos vivos.

Según el estudio, esta acción microbiana se da en cualquier lugar en el que el agua oceánica circula a través de la corteza del fondo. Así, el agua parece ser una condición necesaria para la acción microbiana.

Steven D?Hondt, un oceanógrafo de la universidad de Rhode Island y miembro del NAI, dice que si la bacteria crea túneles, esta necesidad de agua podría apuntar a una fuente de energía alternativa a la del silicio del cristal.

?Es razonable pensar que la circulación del agua sea importante si los microbios dependen de nutrientes, donantes de electrones como el carbono orgánico, o receptores de electrones como los oxidantes disueltos en el agua de mar circulante? dice D?Hondt. ?Estas explicaciones subestiman la posibilidad de que los microbios que viven y modifican la corteza oceánica puedan en realidad depender de la energía sobre todo de la materia fotosintetizada del océano y a continuación depositada en el fondo antes que de la energía derivada de la modificación de los cristales.?

?Esta interpretación alternativa (la de la dependencia del carbono orgánico disuelto en el agua en circulación) podría también ayudar a explicar por qué la modificación se da, por lo general, a profundidades de sólo unos cientos de metros, incluso aunque la densidad de las fracturas es alta a mayores profundidades? añade D?Hondt.

Los investigadores dicen que la bioalteración del cristal ocurrió probablemente durante los primeros seis millones de años de la historia de la corteza. Esto no quiere decir que estas estructuras fueran creadas durante los primeros seis millones de años de la historia de la Tierra, porque la corteza oceánica está formándose continuamente. Su conclusión sugiere, en cambio, que la mayor parte de las modificaciones dentro de un fragmento de fondo oceánico ocurrieron durante los seis millones de años de la formación de ese fondo.

D?Hondt dice que si los microbios destructores del fondo son activos sólo en esa corteza relativamente joven, entonces los microbios activos más profundamente enterrados pueden encontrarse en capas de sedimento que se formaron sobre la corteza oceánica más antigua. Estos sedimentos tienden a estar más comprimidos en unas regiones que en otras; a lo largo de los márgenes continentales, por ejemplo, el sedimento superpuesto a la corteza más antigua puede tener de cinco a diez kilómetros de grosor. Se han identificado previamente las células microbianas y la activa reducción de los sulfatos en esos sedimentos enterrados a más de ochocientos metros por debajo del suelo marino.

En cualquier caso, dice D?Hondt, ?sus resultados no manifiestan que los microbios sean activos en la actualidad, o en cualquier otro momento concreto, en cualquier fondo más profundo que sólo unos cuantos cientos de metros. Incluso si se aceptan los supuestos del documento, sus datos no permiten en realidad buenas estimaciones acerca de cuánto pueden permanecer activos los microbios en cualquier volumen de corteza oceánica.?

?Sospecho que la máxima profundidad de la biosfera de la Tierra bajo la superficie será al final considerada menos importante que los descubrimientos de los hábitats extremos y los originales senderos metabólicos utilizados por los microbios enterrados? concluye D?Hondt.





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