Por David Terenbaum
A medida que la realidad del calentamiento global toma cuerpo, la búsqueda de soluciones ha comenzado.
En primer lugar están las ideas para la conservación de energía y fuentes de energía no-carbónicas, tales como el viento y la energía nuclear. Un poco al costado están las propuestas para recuperar el dióxido de carbono producido por las plantas de energía. Mucho más especulativos son algunos planes ambiciosos de parasoles de alta tecnología que bloqueen la luz solar antes de que llegue a este planeta.
En el encuentro del Instituto de Conceptos Avanzados de la NASA (NIAC = NASA Institute for Advanced Concepts) del otoño pasado, un astrónomo y experto en óptica de la Universidad de Arizona presentó una propuesta altamente detallada, y altamente futurística, de un parasol lo suficientemente grande como para disminuir la luz solar que nos llega en un 1,8 por ciento. Eso, dice, debería contraponerse al calentamiento esperado por una duplicación del dióxido de carbono atmosférico. El plan de Angel se basa en un diseño primario realizado por James Early del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, pero reduce la masa desde 100 millones de toneladas a unos 20 millones de toneladas, algo que, según dice, podría ser concebiblemente lanzado desde la Tierra. Angel no considera que el bloqueo solar sea la opción óptima en la lucha contra el calentamiento global, sino una posición de apoyo si las cosas se ponen seriamente feas.
Si, por ejemplo, en Groenlandia el hielo comienza a deslizarse más rápidamente que lo esperado, las persianas solares podrían ser una idea útiâ para prevenir vastas inundaciones costeras. El proyecto original propone un parasol gigantesco cerca del punto de Lagrange L1, a unos 1,8 millones de kilómetros sobre la Tierra. En ese lugar, la gravedad de la Tierra y del Sol se balancean, permitiendo que el parasol se mantenga estacionario por años.
Angel sugiere que el escudo, que cubriría un área de 4,7 millones de kilómetros cuadrados (un área ligeramente menor que la de los Estados Unidos continentales al oeste del río Mississippi), estaría idealmente compuesta por una nube de 16 millones de millones de refractores circulares en vuelo libre, cada uno de ellos de 0,6 metros de diámetro. Cada refractor tendría unos 5 micrones de espesor y pesaría 1,2 gramos. Los refractores serían lanzados en montones y luego desplegados al llegar a la zona establecida.
En cada etapa, Angel ha propuesto soluciones de alta tecnología para las tremendas dificultades. Lanzaría los refractores hasta llegar a la velocidad de escape con un cañon electromagnético, el cual impele un proyectil basado en repulsión electromagnética, y luego los impulsaría hasta L1 con motores iónicos utilizando argón como combustible. Una vez en su lugar, cada disco ubicaría su posición utilizando cámaras hiper-miniatura que detectarían al Sol y a la Tierra. Delgadas lengüetas ajustables utilizarían la presión de la radiación solar necesaria para mantener la orientación y posición correctas del disco en el espacio. Si los discos tuvieran superficies reflectivas serían rápidamente empujados hacia la Tierra por la presión de radiación solar, de modo que tendrán que ser diseñados para refractar (desviar) la luz solar, y no para reflejarla. Como realizarían únicamente un pequeño desvío, los discos evitarían la mayor parte de la presión de radiación, según Angel. Estima que los discos permanecerían en órbita por al menos 50 años, hasta que sus células solares se degradaran y ya no pudieran mantener su posición por sí mismas. Con fondos provenientes del NIAC, dice Angel, hemos construido sobre cristal un elemento óptico prototipo, un holograma (refractivo) de un micrón de espesor… Cuando se sostiene y se mira directamente hacia la luna, la luz lunar desaparece del eje y se disemina en espectros radiales.
El punto Lagrange L1 se encuentra entre la Tierra y el Sol. El viento solar llega a él aproximadamente una horas que a la Tierra. En 1978, el Explorador Internacional Sol-Tierra 3 (ISEE-3) fue lanzado hacia L1, donde realizó observaciones solares durante varios años. Ahora, el vigilante solar está posicionado allí. Crédito:ESA |
A pesar de todos los esfuerzos para controlar el peso, la masa total de lanzamiento para el proyecto será de unos 20 millones de toneladas: 20 millones de lanzamientos de una tonelada cada uno. Angel propone lanzar pilas de 800.000 discos desde un cañón de 2 kilómetros. La boca del cañon estaría a 6.000 metros sobre el nivel del mar, permitiendo así a los proyectiles iniciar su viaje por encima de la mitad de la atmósfera, donde la fricción del aire se verá reducida. Como los cañones magnéticos son tan eficientes, la electricidad necesaria para 20 millones de lanzamientos, aún si es generada por el uso de combustibles fósiles, causaría únicamente un incremento mínimo del calentamiento global. Sin embargo, todavía se necesitarían instalaciones gigantescas de almacenamiento de electricidad, así como enormes fábricas para producir los 16 millones de millones de discos. Angel sugiere que el sistema total costaría cinco millones de millones de dólares. Es un montón de dinero, pero si el escudo durara 50 años, el costo anual promedio sería de unos cien mil millones de dólares. Esto representa el 0,2 por ciento del producto doméstico bruto mundial actual, y es mucho menos que los que muchos estiman será el costo del calentamiento global. Dado el porte y la naturaleza futurística de la tecnología, el programa necesitaría una gran cantidad de planificación avanzada, quizás tanto como 30 años de estudios de factibilidad, fabricación y lanzamiento, según dice Angel.
Los pasteles en el cielo tienen realmente algunas ventajas con respecto a otros planes competidores, dice Angel. A diferencia de sugerencias para colocar partículas reflectivas en la alta atmósfera, su plan no necesitaría una renovación constante. Probablemente presenta un número mínimo de efectos colaterales, simplemente baja el interruptor sobre el sol, no pone nada en la atmósfera, agrega Angel. Por otro lado, es probablemente el camino más oneroso para bloquear al Sol. Robert Kennedy, un ingeniero de Oak Ridge, Tennessee, tiene dudas sobre el financiamiento. ¿Quién proporcionará los fondos? Con un mágico movimiento de manos, se gastan varios cientos de miles de millones, o varios millones de millones, de dólares. En general, la raza humana no procede así; generalmente sufre el dolor en lugar de gastar el dinero.
En el año 2000, Kennedy y algunos colegas propusieron un plan para ubicar espejos gigantes en L1. Los espejos contendrían conjuntos fotovoltaicos, de modo que podrían bloquear la luz solar y enviar energía hacia la Tierra, las dos cosas al mismo tiempo. Además de resolver el problema primario , dice, su propuesta realmente produce dinero a través de las ventas de electricidad. Aunque la propuesta de refractores podría ser un gran acierto si el calentamiento global se nos escapa de las manos, Angel espera que los seres humanos serán lo suficientemente listos como para diseñar formas menos radicales para confrontar al calentamiento. Pero si, como algunos sospechan, el sistema climático está cerca de un punto de viraje , el plan refractor podría comenzar a lucir atractivo, agrega. Justo ahora, dice, necesitamos entender nuestras opciones, tener alguna idea de lo que costaría el asunto, cuánto tiempo llevaría, y cuáles podrían ser los efectos colaterales . Por unos pocos cientos de millones de dólares, dice, podría ser posible comprobar si los discos en el punto Lagrange pueden realmente permanecer estacionarios el tiempo suficiente como para desviar la luz del Sol durante décadas. Además, dice Angel, se necesita una investigación seria sobre algunas cuestiones como ésta: ¿Cuál es la forma más práctica de construir un millón de kilómetros cuadrados de cristal ultra-delgado?
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