Los Meteoritos que Cambiaron el Mundo (Parte II)

Por el 2 de octubre de 2003 | 12:00 am

la Piedra Negra de la Kaaba

El meteorito sagrado más famoso es la Piedra Negra de la Kaaba. La Kaaba es un edificio cúbico en la Meca hacia la cual los Musulmanes rezan cinco veces al día. La Piedra Negra, situada en la esquina exterior al Noreste de la Kaaba, está considerada como el tesoro más sagrado del Islam.

La Kaaba servía como centro de culto para los Árabes pre-islámicos y se considera que contuvo 360 ídolos. En el año 630 el triunfante profeta Mahoma retornó a la Meca y limpió el templo de ídolos tras honrar la Piedra Negra. La secta herética de los Carmatianos robó la piedra en el 930, pero fue recuperada 21 años más tarde con la identificación positiva gracias a la capacidad de la piedra de flotar en el agua. En el 1050 un loco califa egipcio envió a un hombre para destruir la reliquia. La Kaaba sufrió dos incendios y una inundación en 1626. Durante estos avatares la piedra original se fracturó en 15 trozos y por fin fue colocada en cemento rodeada por un marco de plata.

En el centro de la Gran Mezquita de la Meca se encuentra el negro sepulcro cúbico de la Kaaba, la “Casa de Dios”, el cual se dice que fue construido por Abraham (Ibrahim). En una de las esquinas de la Kaaba está la Piedra Negra, la cual se cree que tiene un origen meteorítico. La superficie expuesta de la piedra es aproximadamente de 16 por 20 centímetros y está enmarcada con una banda de plata. Aquí los peregrinos pueden tocar y besar la Piedra Negra. Algunos sugieren que el objeto no es en verdad un meteorito sino que podría ser un cristal de impacto, quizás del cráter del meteoro de Wabar, a unos 1000 kilómetros al Este de la Meca. Fotografía cortesía de Peter Sanders.

La tradición islámica describe de distintas formas como llegó la piedra del cielo y como su color jacinto original se transformó en negro por los pecados de la humanidad. Informes de su aspecto visual mencionan un color negro rojizo profundo, superficie suave, algunas bandas aparentes, y pequeñas inclusiones de cristal. Aunque en general se le considera como un meteorito, no puede ser un meteorito de tipo férrico debido a sus fracturas, ni un meteorito rocoso debido a que no resistiría su manipulación y se hundiría en el agua. Argumentos similares pueden desestimar orígenes no meteoríticos como basalto o ágata.

En 1980 Elsebeth Thomsen propuso que la Piedra Negra es una impactita (arena fundida con material meteorítico) del Cráter Wabar en el Rincón Vacío (N. Del T: El desierto de Rub al-Jali es conocido también como Rincón Vacío y ocupa la mitad del territorio de Arabia Saudí) de Arabia Saudí (Sky & Telescope: November 1997, page 44). La impactita de Wabar es un cristal duro (es bastante resistente a los golpes suaves pero pueden romperla) con una estructura porosa (debido a esto flota) y tiene inclusiones de cristal blanco (los cristales) y arenisca (las bandas). El cambio de su color original más claro podría ser debido a las grasas acumuladas de los frecuentes besos y roces. Un grave problema al que tiene que hacer frente esta propuesta es que varias medidas sugieren que el Cráter de Wabar tiene solo unos pocos siglos de antigüedad, aunque otros análisis sugieren que se formó hace 6,400 años con un margen de ± 2,500 años. Sea o no Wabar el origen, la Piedra Negra encaja bastante bien con una impactita desértica y la tradición del meteoro.

El final de los Dinosaurios

¿Qué acabó con la era de los dinosaurios hace 65 millones de años?. Hasta 1980, los paleontólogos contestarían a su mayor misterio farfullando algo sobre el clima, mamíferos o volcanes. Entonces Luis Álvarez y sus compañeros de trabajo lanzaron la hipótesis que un gigantesco meteorito golpeó la Tierra y causó un daño al medio ambiente global, que llevó a la extinción de los reptiles. Álvarez y su equipo comprobaron la idea buscando por todo el mundo iridio en los sedimentos depositados en la época adecuada. El iridio es bastante abundante en meteoritos pero extraño en Fuentes terrestres. Álvarez examinó arcilla de distintos límites K-T (se llama así a la era geológica entre el Cretácico y Terciario) en tres lugares distantes. Efectivamente encontraron una fina capa de sedimentos ricos en iridio que coincidían con la muerte de los dinosaurios.

El asombroso descubrimiento del iridio en unos pocos lugares era intrigante, pero la comunidad científica no se dejó convencer por la nueva idea. Distintos grupos se apresuraron a comprobar sitios ampliamente separados por todo el mundo y confirmaron que ciertamente existía una capa de iridio y este era un hecho a nivel mundial. Más tarde, los grupos buscaron y encontraron otras evidencias, tales como la presencia de osmio y aminoácidos dextrógiros, los cuales son relativamente abundantes en meteoritos pero raros en la Tierra. Para aumentar la excitación aún más los investigadores encontraron microtectitas en el límite de la capa K-T.

Pero la mayor parte de los geólogos no expresaron su opinión hasta que se encontró el dato definitivo de cuarzo de impacto generalizado y bruscamente confinado en el límite K-T. Por fin se descubrió el cráter de 1760 kilómetros de diámetro de Chicxulub bajo la Península del Yucatán en México. Su edad aproximada de 64.98 millones de años con un margen de ± 60,000 años encaja con el límite K-T (64.3 millones de años ± 1.2 millones).

Esta progresión de una intrigante propuesta a la certeza del impacto de un gigantesco meteoro de consecuencias globales se hizo solo en unos pocos años y constituye un ejemplo clásico de repetidas pruebas sobre predicciones críticas que son el marco del método científico. La investigación y el debate se han desplazado ahora a comprender las consecuencias del acontecimiento de Chicxulub. La sacudida directa y el calor del impacto pudo aniquilar toda la vida en un radio de 1600 kilómetros desde el punto de impacto, mientras los tsunamis devastarían todo lo que se encontrase a nivel del mar en la cuenca Atlántica. En efecto, se han encontrado capas de escombros de más de un metro de grosor provocadas por las olas de los tsunamis por todo el Caribe, y los depósitos se extienden hasta 700 kilómetros tierra adentro.

El impacto inicial lanzaría gigantescas masas de eyecciones, las cuales reentrarían en la atmósfera terrestre sobre todo el mundo; el calor combinado de estos meteoros secundarios simultáneos incendiando el cielo habrían provocado incendios en los bosques de todo el mundo. Es más, el volumen de las cenizas en la capa K-T indican que la mayor parte de la biomasa del mundo ardió de forma tajante. En los siguientes meses y años, una cortina de polvo habría tapado la mayor parte de la luz solar, deteniendo la fotosíntesis y creando un “invierno meteórico”. Junto con otros efectos letales colaterales, se colapsaron cadenas alimenticias completas. Los dinosaurios, incapaces de adaptarse, murieron. Solo aproximadamente la mitad de las especies del mundo, incluyendo a los mamíferos, lograron mantener un mínimo de población reproductiva para sobrevivir al holocausto.

Aquí tenemos una revolución científica, debatida y finalizada en una década, donde la comunidad científica fue vencida por la fuerza de la evidencia, a pesar de distintos prejuicios. Esto es la ciencia en su máximo exponente, y me hace sentir orgulloso.

Objetivo la Tierra

Las misiones de robots de la NASA a otros planetas nos han mostrado que todas las superficies sólidas antiguas del Sistema Solar están cubiertas por numerosos cráteres. La Tierra también debe haber sido pesadamente bombardeada, estas evidencias han sido en su mayor parte ocultadas por la acción de la erosión sobre la superficie de nuestro dinámico planeta. Incluso así, la cantidad de meteoritos encontrados, Chicxulub, y los aproximadamente 140 cráteres conocidos en todo el mundo demuestran que la Tierra ha sufrido enormes golpes.

Los árboles cerca del Río Tunguska en Siberia aún aparecen devastados cerca de dos décadas después de que un gran meteorito explotara a cuatro millas del suelo en Junio de 1908. El suceso de Tunguska, el cual se considera uno de los impactos cósmicos más violentos de este siglo, arrasó cerca de 2500 kilómetros cuadrados de bosque de taiga. Cortesía Sovfoto.

En la era moderna, el impacto destructivo del que se tiene mejor conocimiento sucedió en una remota región de bosques de taiga cerca del Río Tunguska en el Este de Siberia sobre las 11:30 a.m. del 30 de Junio de 1908. La energía explosiva liberada por el suceso fue equivalente a aproximadamente 15 millones de toneladas de TNT — mil veces más potente que la bomba de Hiroshima y más o menos igual que una gran bomba de hidrógeno. El meteorito probablemente de composición rocosa con un diámetro de 60 metros, explotó a una altura de 8 kilómetros, creando una ráfaga de aire ardiente que arrasó más de 2500 kilómetros cuadrados de bosque. Pero este famoso suceso no es de ninguna forma el único en el siglo actual.

A primera hora de la mañana del 13 de Agosto de 1930, un gran meteorito explotó sobre la selva del Amazonas en un área remota del Río Curuçá con una fuerza estimada de10 veces el suceso de Tunguska. El bólido sonó como una descarga de artillería seguida de enormes bolas de fuego que caían del cielo como rayos. Tres enormes explosiones y tres ondas de choque rasgaron la jungla, seguidos pero una fina lluvia de cenizas que veló el sol hasta medio día. La explosión se escuchó a una distancia de 90 kilómetros, mientras que el terremoto originado de magnitud 7 fue detectado a 2100 kilómetros en La Paz, Bolivia. Esta gigantesca explosión del meteoro podría no haberse conocido si no hubiese sido por un monje Capuchino, el Padre Fedele d’Alviano, quien había visitado a la aterrorizada población durante misión apostólica anual y escribió acerca del suceso para el periódico papal.

Imagen de Júpiter a través de la Cámara Planetaria del Telescopio Espacial Hubble de la NASA. Se pueden ver ocho lugares de impacto. De izquierda a derecha están el complejo E/F (apenas visible en el borde del planeta), el lugar con forma de estrella H, los lugares de impacto de minúsculos N, Q1, pequeños Q2, y R, y en el extremo derecho el complejo D/G. El complejo D/G también muestra una neblina extendida por el límite del planeta. Las características más pequeñas de esta imagen tienen menos de 200 kilómetros de longitud. Cortesía de NASA y Hubble Space Telescope Comet Team.

La colisión del Cometa Shoemaker-Levy 9 con Júpiter en Julio de 1994 fue un acontecimiento que gozó de gran difusión. La mayoría de la población con formación de todo el mundo oyó hablar de las oscuras marcas de los impactos en la atmósfera Joviana, cada una mayor que la Tierra. Si un cometa como ese chocase contra la Tierra, la extinción en masa sería el escenario más probable. La moraleja de los sucesos del Amazonas, Tunguska, y Shoemaker-Levy 9 es que tales eventos no son aislados incluso en los tiempos modernos. Las colisiones de proporciones catastróficas a escala mundial pueden tener lugar en cualquier momento de nuestras vidas.

La última década más o menos, ha supuesto un gran cambio en la conciencia de los científicos y del público en general. El paradigma ahora es la comprensión de que la Tierra es la diana de una gigantesca galería de tiro, teniendo en juego algo tan grande como la civilización misma. Incontables artículos, libros y películas están apareciendo sobre la amenaza del impacto de meteoritos (Sky & Telescope: Junio de 1998, página 26). Por suerte las explosiones más grandes son sucesos muy poco comunes. Los destructores de metrópolis, con una energía explosiva del orden de 100 millones de toneladas de TNT, suceden apenas una vez por milenio. Destructores de regiones más amplias, aproximadamente con 100 mil millones de toneladas de TNT, tienen una tasa de suceso alrededor de una vez cada cien milenios. Los destructores de civilizaciones, sobre los 100 trillones de toneladas de TNT, tienen una media de una vez cada 10 millones de años más o menos.

Los sucesos astronómicos han cambiado la historia y afectaron las vidas de la gente común de un sorprendente número de formas, pero de hecho solo los meteoritos caían a la Tierra. Estos han tenido un gran impacto en la humanidad — como recurso para construir civilizaciones, como un dios bajado a la Tierra, y como la causa de extinciones masivas. Pero cuando esté mirando las estelas luminosas de los bólidos de las Perseidas o Leónidas, por favor recuerde solo la majestuosidad y no el terror.

El astrónomo de la Universidad de Texas Bradley E. Schaefer sufrió un profundo dolor al dormirse durante la lluvia de meteoritos de las Leónidas de 1966 cuando tenía 9 años en Denver, Colorado. Pudo desquitarse de ello en 2001 viendo un gran espectáculo en el outback Australiano (N. Del T: El outback es una zona remota en el interior de Australia semidesértica.)

Autor: Bradley E. Schaefer
Traductor: Manuel Hermán
Web Site: SkyAndTelescope.com

Otros Enlaces de Interés:

Ir a Lo Meteoritos que Cambiaron el Mundo (Parte I)

Para más información sobre el meteorito que provocó la extinción de los dinosaurios visitar:

Debatiendo la extinción de los dinosaurios

¿Impactos múltiples?

Shiva: ¿otro impacto K-T?

¿Las abejas sobrevivieron, y los dinosaurios no?

http://skyandtelescope.com/observing/objects/meteors/article_122_1.asp

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