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La Zona “Ricitos de Oro”
Publicado por Heber Rizzo | 04/10/2024
“Esta avena está demasiado caliente,” exclamó Ricitos de Oro.
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Así que probó la avena del segundo cuenco. “Esta avena está demasiado fría”. Así que probó el último cuenco de avena. “¡Ahhh, esta avena está perfecta!,” dijo alegremente. Y se la comió toda. “Ricitos de Oro y los Tres Osos”. Cuento infantil.
Los científicos que están cazando vida extraterrestre pueden relacionarse con Ricitos de Oro.
Por muchos años han buscado a lo largo y a lo ancho del sistema solar. Mercurio y Venus eran muy calientes. Marte y los planetas exteriores eran muy fríos. Solamente la Tierra estaba perfectamente ajustada para la vida, pensaban. Nuestro planeta tiene agua líquida, una atmósfera respirable, una correcta cantidad de luz solar. Perfecta.
No debía ser así. Si la Tierra estuviera un poquito más cerca del sol podría ser como el sofocante y cálido Venus; un poquito más lejos, como al árido y frío Marte. De alguna manera, sin embargo, terminamos justamente en el lugar correcto con exactamente los correctos ingredientes para que floreciera la vida. Los investigadores de los años 1970 rascaban sus cabezas y decían que estábamos en la “Zona Ricitos de Oro”.
La Zona Ricitos de Oro parecía como una notablemente pequeña región del espacio. Ni siquiera incluía totalmente a la Tierra. Toda la vida conocida en esos días estaba confinada dentro de ciertos límites: no más fríos que la Antártida (los pingüinos), no más calientes que el agua hirviente (los lagartos del desierto), no más altas que las nubes (las águilas), no más profundas que unas pocas minas (los microbios de las minas profundas).
En los últimos 30 años, sin embargo, nuestro conocimiento de la vida en ambientes extremos ha hecho explosión. Los científicos han encontrado microbios en reactores nucleares, microbios que aman el ácido, microbios que nadan en agua hirviente. Han sido descubiertos ecosistemas enteros alrededor de las ventilas del océano profundo adonde nunca llega la luz solar y el agua que surge de las ventilas es lo suficientemente caliente como para derretir al plomo.
La Zona Ricitos de Oro es más grande de lo que pensábamos.
Para averiguar cuán grande es, los investigadores están llegando más profundo, subiendo más alto, y observando hasta en el último rincón de nuestro propio planeta. La búsqueda de vida en el Universo es una de las más importantes actividades de investigación de la NASA. Encontrar vida extrema aquí en la Tierra nos enseña cuáles son las condiciones que podrían convenir a la vida “allá afuera”.
Los científicos de la NASA Richard Hoover y Elena Pikuta están entre esos cazadores. Este mes dieron a conocer una nueva especie de microorganismos extremófilos, llamada Tinallia californiensis, encontrada en el lago californiano de Mono.
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El lago Mono es un cuerpo de agua extremadamente salado y alcalino. Es casi tres veces más salado que el agua de mar y tiene un pH de 10, aproximadamente el mismo que el WindexTM, un limpiador de vidrios hogareño (en comparación, un pH de 7 es neutro, 14 corresponde a lejía pura). Sorprendentemente, sin embargo, el lago Mono sostiene una gran variedad de vida, desde microbios, pasando por plankton y llegando a pequeños camarones.
El T. californiensis se encuentra aquí como en su hogar. Prospera en condiciones altamente alcalinas (pH de 8 a 10,5) y con concentraciones salinas cercanas al 20%.
Anteriormente en este año Hoover y Pikuta dieron a conocer otro extraño microbio: Spirochaeta Americana. Lo encontraron viviendo junto al T. californiensis y a quizás otros cientos de especies microbianas en las muestras de lodo del lago Mono. Encontrar nuevas especies en esta abundante colección de vida microbiana es una historia de detectives digna de Perry Mason o Hércules Poirot.
“La recolección de muestras en el fondo lodoso de este lago y el mantenerlas vivas puede ser un asunto complicado,” dice Hoover. “Estas especies mueren ante la presencia de oxígeno, así que hay que poner mucho cuidado para protegerlas.”
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“La batería de exámenes requeridos para identificar una especie en particular dentro de una muestra, es muy grande,” dice Pikuta. “Para que un organismo sea identificado y luego reconocido como una nueva especie, debe ser completamente entendido. Esto incluye identificar sus requerimientos de crecimiento y su metabolismo, hábitos coloniales, características celulares, ADN y propiedades del genoma, y su sensibilidad ante los antibióticos, para lograr así una comparación detallada con todas las otras formas de vida conocidas.”
Antes de que una forma de vida pueda ser considerada como un nuevo género o especie válidos, debe ser depositada en dos Colecciones Internaciones de Microorganismos separadas, y un artículo científico describiendo todas las nuevas características del organismo debe ser publicado en la Revista Internacional de Microbiología Sistemática y Evolutiva o, si se publica en otra revista, debe ser verificado por el Comité Internacional de Sistemática de los Procariotes (ICSP por sus siglas en inglés), la “cámara de compensación” para las especies bacterianas.
Una vez que un microbio es finalmente aceptado como una nueva especie válida, dice Hoover, los años de intenso trabajo de laboratorio y de revolcarse en el maloliente lodo del lago valen de pronto la pena. La Zona Ricitos de Oro se hace un poco más grande. Y la vida “ahí afuera” parece más probable que nunca.
http://science.nasa.gov/headlines/y2003/02oct_goldilocks.htm
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