Construir lugares habitables en la Luna supone un gran reto para científicos e ingenieros...
Por Ian O’Neill
Autora de la traducción: Claudia Rodríguez Ruiz
Así que queremos ir a la Luna. ¿Por qué? Porque la Luna es una escala ideal para poder almacenar materiales y personal fuera del intenso campo gravitatorio de la Tierra. Desde la Luna podemos enviar misiones al espacio profundo, y transbordadores con colonos a Marte. Puede que también los turistas estén interesados en una corta visita. Las empresas mineras, sin ninguna duda, querrán instalar sus campamentos en ella. La actividad científica también es un gran atractivo. Por la razón que sea, para mantener la presencia en este pequeño y polvoriento satélite necesitamos asentarnos allí. Ya sea a corto o largo plazo, el hombre necesitará colonizar la Luna. Pero ¿dónde viviríamos? ¿Cómo podríamos sobrevivir en este paraje hostil? Aquí es donde los ingenieros de estructuras entran, para diseñar y construir los hábitats más extremos jamás concebidos...
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Las misiones tripuladas a Marte acaparan la atención del público con vistas a los esfuerzos por colonizarlo, así que es hora de centrar la atención en las ideas nuevas o ya aceptadas para la colonización de la Luna. Actualmente tenemos los medios para llegar allí (después de todo, han pasado casi 40 años desde el Apollo 11), y nuestra tecnología es lo suficientemente avanzada como para mantener la vida en el espacio; el siguiente paso es empezar a construir... En esta primera entrega de “Construir una base en la Luna” nos centramos en las cuestiones inmediatas a las que se enfrentan los ingenieros al planificar hábitats en el paisaje lunar.
“Construir una base en la Luna” está basado en la investigación de Haym Benaroya y Leonhard Bernold (“Engineering of lunar bases”)
El debate acerca de si el hombre debería asentarse primero en la Luna o Marte todavía continua. Marte se ha considerado tradicionalmente la meta final de la humanidad; sería el desafío en la Historia de la humanidad: vivir en un planeta diferente a la Tierra. Pero durante las noches despejadas la brillante y accesible Luna está mirándonos a nosotros. Desde aquí podemos ver los detalles del paisaje lunar a simple vista; astronómicamente está tan cerca en comparación con los planetas, que muchos creen que la Luna debería ser nuestro primer puerto de escala antes de comenzar un viaje de seis meses (en el mejor de los casos) al Planeta Rojo. También ayuda el que ya hayamos estado allí...
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En los últimos años las opiniones han ido cambiando en cierta medida desde el apoyo al plan “Directo a Marte”, a mediados de los 90, hacia la idea de “Primero a la Luna”, y este cambio recibió el apoyo del presidente de EE.UU. George W. Bush cuando, en 2004, presentó planes para reestablecer la presencia en la Luna antes de poder empezar a planear la llegada a Marte. Tiene sentido; muchos temas fisiológicos humanos todavía deben ser identificados, además de que la tecnología para la colonización sólo se puede probar por completo cuando..., en fin, ... colonicemos.
Entender en un lugar próximo a casa cómo se adaptará el cuerpo humano a la vida en baja gravedad y cómo se comportarán las nuevas tecnologías no sólo proporcionará seguridad a los colonizadores lunares y a los astronautas, sino que, además, es algo sensato. Explorar el espacio es suficientemente peligroso; minimizar el riesgo de un fallo en la misión será decisivo para el futuro de la exploración del Sistema Solar con tripulantes.
Así que, ¿por dónde se empieza a diseñar una base lunar? En la parte de arriba de la lista de “deberes” de los ingenieros de estructuras se encuentran los daños que podrían sufrir los materiales de construcción al exponerse al vacío. El daño por grandes variaciones de temperaturas, impactos de micrometeoritos a gran velocidad, altas presiones por los hábitats presurizados, la fragilidad del material a muy bajas temperaturas, y la abrasión acumulada a causa de los rayos cósmicos de alta energía y partículas de viento solar influirán de manera decisiva en la fase de planificación. Una vez que todos los peligros hayan sido localizados, el trabajo sobre las estructuras en sí podrá comenzar.
La Luna ejerce una atracción gravitatoria de 1/6 de la de la Tierra, así que los ingenieros podrán construir estructuras menos condicionadas por la gravedad. Además se deberán usar materiales locales donde y cuando sea posible. El coste del lanzamiento desde la Tierra de materiales de construcción sería astronómico, así que sería mejor que esos materiales se obtuvieran de minas antes que importarlos. El regolito lunar (finos granos de roca pulverizados de la Luna) se puede usar, por ejemplo, para cubrir partes del hábitat y así proteger de los rayos cósmicos a los pobladores, ya que les podrían provocar cáncer, y para proporcionar aislamiento. Según algunos estudios, se requiere un espesor de regolito de al menos 2,5 metros para proteger el cuerpo humano y hacer que se encuentre en unos niveles de radiación ambiental “seguros”. También se requerirá una alta eficiencia energética, así que los diseños deberán incorporar materiales de alto nivel de aislamiento para asegurar una pérdida mínima de calor. Se debe considerar una protección adicional frente a los impactos de meteoritos, ya que la Luna tiene una atmósfera casi nula, que sería necesaria para quemar los escombros espaciales que llegaran. ¿Serían las viviendas subterráneas una buena idea?
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Actualmente la sola construcción de una base sería muy difícil. Obviamente, el ambiente con baja gravedad supone cierta dificultad al movimiento de los obreros de la construcción, pero la carencia de atmósfera supondría un mayor perjuicio. Sin la amortiguación del aire alrededor de la maquinaria de perforación, la fricción dinámica sería amplificada durante las perforaciones, generando grandes cantidades de calor. Las brocas y las rocas se fundirían, entorpeciendo el avance. Dado que las actividades de demolición deben realizarse, habría explosiones, que en el vacío provocarían innumerables misiles que irían a altas velocidades y romperían cualquier cosa en su camino, sin una atmósfera que los ralentizara. (No querrá estar cenando en un hábitat hinchable durante las actividades mineras cuando un fragmento de roca pasara de pronto por su lado...). Además, el polvo levantado enturbiaría el ambiente y se posaría sobre la maquinaria, contaminándolo todo. La descontaminación por medio de exclusas de aire no sería suficiente para eliminar todo el polvo de los trajes espaciales; el polvo lunar sería ingerido y respirado, un riesgo para la salud que no podemos comprender del todo hasta que estemos allí.
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