Enviado por:Heber Rizzo
28-May-2004
Una Nueva Edad de Hielo: ¿El día después de mañana?
Los oceanógrafos prevén serios problemas con la Corriente del Golfo, que es la que proporciona calor tanto a Norteamérica como a Europa.
Con todo el alboroto que rodea a la nueva película de horror ambiental “El Día Después de Mañana” (The Day After Tomorrow), así como un frenesí de los medios intentando averiguar si los acontecimientos retratados en la película podrían suceder realmente de esa forma, hemos decidido publicar nuevamente el artículos siguiente. Fue publicado en setiembre de 2002 como un artículo de portada, y se convirtió en uno de los números más vendidos. Era un verdadero “tour de force”, un reporte racional, no emotivo, realizado por Brad Lemley, que comunicaba las preocupaciones de un número de científicos del Instituto Woods Hole en Massachussetts acerca de que realmente podríamos estar enfrentándonos a una nueva edad de hielo en el este de los EE.UU. y en Europa, basados en el calentamiento global. Sin embargo, esos científicos caracterizaron a esa edad de hielo como un “mini” evento, que podría durar entre 300 a 400 años. Asimismo, lo consideran como similar a uno que la humanidad ya sufrió y que finalizó hacia 1850. ¿Podría ésto suceder en el corto plazo?. Sí. ¿Será el acontecimiento devastador que se retrata en la película?. Ésto es sumamente improbable, pero no imposible.
Los editores
William Cury es un científico de clima serio y sobrio, no un crítico de arte. Pero ha pasado mucho tiempo examinando con detenimiento la famosa pintura de Emanuel Gottlieb Leutze “George Washington Cruzando el Delaware”, que muestra un grupo de soldados coloniales norteamericanos en un bote, en su camino a atacar las tropas inglesas el día siguiente a la Navidad de 1776. “La mayor parte de las personas piensa que algunos de ellos están remando, pero en realidad están alejando el hielo”, dice Curry, golpeando con su dedo en una reproducción del cuadro. De seguro, el remero del frente está aporreando el río helado con su bota. “Crecí en Filadelfia. El lugar mostrado en la pintura está a 30 minutos por automóvil. Se los puedo asegurar, este tipo de cosas ya no sucede más”.
Pero podría volver a suceder. Pronto. Y las escenas llenas de hielo, similares a esas inmortalizadas por el artista flamenco del siglo XVI, Pieter Brueghel el Viejo, pueden también regresar a Europa. Sus trabajos, que incluyen a la pieza maestra de 1565 “Cazadores en la Nieve”, hacen que los ahora templados paisajes europeos luzcan más como si fueran parte de Laponia.
izquierda: Los análisis químicos de foraminíferos fosilizados, criaturas unicelulares con caparazón, ayudan a los investigadores del clima a determinar las temperaturas oceánicas ocurridas durante una mini-edad de hielo ocurrida hace centenares de años. G. sacculifera (arriba a la izquierda) y G. ruben (abajo a la derecha) son organismos planctónicos que pasan sus vidas flotando cerca de la superficie, pero que caen al fondo como granos de arena cuando mueren. U. peregrina (arriba a la derecha) y C. wuellerstorfi (abajo a la izquierda) son organismos bentónicos que viven y mueren sobre o en los sedimentos del lecho marino.
Fotografía cortesía del Instituto Oceanográfico Woods Hole
Unas condiciones tan frígidas fueron comunes durante un período que se extendió aproximadamente de 1300 hasta 1850, porque buena parte de América del Norte y de Europa sufría las durezas de una pequeña edad de hielo. Y ahora hay una creciente evidencia de que el frío podría regresar. Un número cada vez mayor de científicos (que incluye a muchos pertenecientes a la base de operaciones de Curry, el Instituto Oceanográfico Woods Hole de Cabo Cod, Massachussetts, cree que las condiciones están maduras para otro enfriamiento prolongado, o sea una pequeña edad de hielo. Mientras que nadie está previendo las brutales capas de hielo que alguna vez cubrieron con glaciares al hemisferio norte hace unos 12.000 años. el próximo período frío podría hacer descender las temperaturas 3ºC sobre la mayor parte de los EE.UU., y unos 6ºC en el noreste de América del Norte, en el norte de Europa y en el norte de Asia.
“Podría suceder en 10 años”, dice Terrence Joyce, quien preside el Departamento de Oceanografía Física de Woods Hole. “Una vez que comience, podría durar cientos de años antes de comenzar a revertirse”. Y está alarmado porque los estadounidenses todavía no han tomado seriamente la amenaza. En una carta al Times de Nueva York en abril pasado, escribió: “Recuerden los más fríos inviernos del Noreste, como aquellos de 1936 y de 1978, y luego imaginen inviernos sucesivos que sean aún más fríos, y entonces tendrán una idea de cómo sería ésto”.
Una caída de 3 a 6 grados significa mucho más que simplemente mover hacia arriba el termostato y continuar como de costumbre. Tanto económica como ecológicamente, un enfriamiento tan rápido y persistente podría tener consecuencias devastadoras. Un reporte de 2002 titulado “Cambio Climático Abrupto: Sorpresas Inevitables”, generado por la Academia Nacional de Ciencias, calculó el costo de las pérdidas agrícolas solamente entre 100.000 a 250.000 millones de dólares, a la vez que también predicen que el daño a las ecologías sería vasto e incalculable. Un ejemplo desalentador: bosques que desaparecen, aumento en los costos hogareños, disminución de agua dulce, menor producción de cultivos, y extinciones aceleradas de especies.
La razón para unos efectos tan enormes es simple. Un cambio climático rápido causa más descalabro que uno lento. La gente, los animales, las plantas, y las economías que dependen de ellos son como ríos, dice el reporte. “Por ejemplo, los altos niveles del agua en un río causarán pocos problemas hasta que fluyan sobre los bancos, después de lo cual pueden abrirse brechas y ocurrir inundaciones masivas. Muchos procesos biológicos sufren cambios profundos en umbrales particulares de temperatura y precipitación”.
Los cambios políticos ocurridos desde la última edad de hielo podrían hacer que la supervivencia fuera más difícil para los pobres del mundo. Durante los períodos anteriores de frío, tribus enteras simplemente levantaban sus campamentos y se mudaban al sur, pero esa opción no funciona más en el tenso mundo moderno de fronteras cerradas. “En la medida en que un cambio abrupto de clima pueda causar cambios rápidos y extensos en la fortuna de aquellos que viven de la tierra, la incapacidad para migrar puede eliminar una de las mayores redes de seguridad para la gente con problemas”, dice el reporte.
Sin embargo, la ciencia del clima es diabólicamente compleja, y la arremetida de una pequeña edad de hielo no es segura, por lo menos en esta etapa de la investigación. Los científicos de todo el mundo están sopesando el potencial de un rápido enfriamiento del Atlántico Norte, pero quizás nadie en los EE.UU. tiene dirigido más equipo, energía y poder mental hacia el problema que Woods Hole. Los oceanógrafos de la plantilla subsisten principalmente con becas gubernamentales y no dependen de ninguna corporación, haciendo que la instalación sea “independiente como ninguna otra”, dice David Gallo, directos de proyectos especiales. En consecuencia, debería ser igual de probable que lograra llegar a la verdad que cualquier otra universidad o lugar de investigación.
La tarea es enorme. En los muelles, donde la institución guarda sus tres barcos de investigación, las gaviotas se lanzan en picada sobre una colección de marcos metálicos masivos; son recolectores de muestras que, al hacerlos bajar a los costados del barco, pueden extraer largas columnas de sedimentos en capas del lodo submarino. En un taller cercano, los técnicos manipulan conjuntos de muestrarios de agua múltiples e independientes, los que con sus 1,20 metros de largo y 0,20 metros de diámetros parecen tanques de buceo gigantes. En el mar, los investigadores sumergen sus instrumentos en el Atlántico Norte, con la esperanza de conseguir una imagen más clara de las posibilidades de una pequeña edad de hielo. Un sentido de urgencia impulsa sus esfuerzos. “Tenemos que hacer que ésto sea una prioridad nacional”, dice Joyce. “Es un hueso duro de roer, pero con los datos suficientes, creo que podremos ser más específicos y más confiables en las predicciones que hagamos sobre lo que vendrán”. Los hacedores de políticas armados con una predicción específica podrían realizar los ajustes preparatorios de lo inevitable.
derecha: “A medida que continuemos acumulando bióxido de carbono, tendremos más consecuencias no deseadas”, dice William Curry, un climatólogo. “Debemos considerar seriamente los pasos para poner freno a los gases de invernadero”.
Fotografía de Greg Miller
Pero lo primero es lo primero. ¿Realmente se está calentando la Tierra?
Por supuesto que sí, dice Joyce. En su atestada oficina, llena de la suave luz de una mañana neblinosa del Cabo Cod, explica cómo ese calentamiento podría ser realmente el sorprendente responsable de la próxima mini-edad de hielo. La paradoja es el resultado de la aparición, a lo largo de los últimos 30 años, de enormes ríos de agua dulce, el equivalente a una capa de tres metros de espesor, que se mezclan con el mar salado. Nadie sabe con certeza de dónde vienen los torrentes dulces, pero un sospechoso principal es el fundente hielo ártico, que a su vez es causado por la acumulación de bióxido de carbono en la atmósfera que atrapa la energía solar.
Esta tendencia del agua dulce es una importantísima noticia en los círculos de la ciencia oceánica. Bob Dickson, un oceanógrafo británico que hizo sonar la alarma en una conferencia en Honolulu en febrero, ha declarado que la caída de la salinidad y de la temperatura en el Mar del Labrador, un cuerpo de agua que se encuentra entre el noreste de Canadá y Groenlandia y que se une al Atlántico, como “el que probablemente muestre los más profundos cambios observados en los registros del moderno instrumental oceanográfico”.
La tendencia podría causar una pequeña edad de hielo al subvertir la penetración boreal de las aguas de la Corriente del Golfo. Normalmente, esta corriente, cargada con el calor recogido en los trópicos, recorre sinuosamente las costas orientales de los EE.UU. y del Canadá. Mientras fluye en dirección al norte, la corriente entrega calor al aire. Como los vientos principales de América del Norte soplan hacia el este, mucho de este calor es desplazado por el aire hacia Europa. Por éso, muchos científicos creen que las temperaturas invernales sobre el continente son hasta 18ºC más cálidas que las de América del Norte en la misma latitud. La frígida Boston, por ejemplo, se encuentra casi precisamente en la misma latitud que la cálida Roma. Y algunos científicos dicen que el calor también entibia a los estadounidenses y a los canadienses. “Es un verdadero error pensar en ésto como un fenómeno europeo únicamente”, dice Joyce.
Habiendo entregado su calor al aire, el agua ahora fría se hace más densa y se hunde en el Atlántico del Norte por más de un kilómetro y medio en un proceso al que los oceanógrafos llaman circulación termohalina. Esta columna masiva de frío que cae en una cascada es el motor principal que potencia a una corriente de agua profunda llamada Gran Convector Oceánico que recorre todos los océanos del mundo. Pero a medida que el Atlántico del Norte se llena de agua dulce, se hace menos denso, haciendo que las aguas llevadas hacia el norte por la Corriente del Golfo sean menos capaces de hundirse. La nueva masa de agua relativamente dulce se queda en la superficie del océano como una gran manta térmica, amenazando la circulación termohalina. Éso, a su vez, podría hacer que la Corriente del Golfo se enlenteciera o que virara hacia el sur. En algún punto, todo el sistema se detendría simplemente, y lo haría rápidamente. “Existe evidencia creciente de que nos estamos acercando a un punto de transición, del cual saltaremos a un nuevo estado. Pequeños cambios, tales como un par de años de fuertes precipitaciones o un deshielo en latitudes altas, podrían generar una respuesta enorme”, dice Joyce.
izquierda: “La física de El Niño es simple, comparada con la de este cambio climático”, dice Terrence Joyce, presidente del Departamento de Oceanografía Física de Woods Hole, junto a Ruth Curry, una de las investigadoras principales.
Fotografía de Greg Miller
En su soleada oficina al fondo del pasillo, la oceanógrafa Ruth Curry muestra cuán extensos han sido los cambios ya ocurridos. “Mire ésto”, dice, apuntando a unos mapas sobre su mesa. “El naranja y el amarillo significan más cálido y más salado. Verde y azul significan más frío y más dulce”. El conjunto de cuatro mapas muestra al Atlántico Norte durante cada década desde 1960. Con cada mapa subsecuente, el verde y el azul se extienden más; aún para el ojo no entrenado, allí hay algo que está mal. “No sucede solamente en el Mar del Labrador”, dice. “Esta área que se está volviendo más fría y menos salada está invadiendo ahora las aguas profundas de todo el Atlántico sub-tropical”.
“Tenemos toda esta enorme cantidad de agua dulce en las latitudes altas, y tomará literalmente cientos de años para deshacerse de ella”, dice Joyce. De modo que mientras el planeta como tal se va calentando a razón de una fracción de un grado centígrado anualmente, la región del Atlántico Norte podría, en una década, enfriarse unos cinco grados centígrados. Lo que preocupa de los investigadores de Woods Hole es que la historia parecería decantarse hacía un rápido corte. Saben que ha sucedido antes.
Al noroeste del campus Quissett de Woods Hole, en un oscuro laboratorio que huele a marea baja, descansan sobre unos estantes de alambre, unos 24.000 tubos de policarbonato llenos de un lodo verduzco, tan cuidadosamente catalogados como si fueran vinos finos. Son muestras recogidas de los lechos marinos, muchas de ellas obtenidas durantes las expediciones del Knorr, uno de los tres más grandes barcos de investigación de Woods Hole. Cada muestra cuenta una historia sobre el tiempo y la temperatura que abarca miles de años.
Pero una de ellos en particular, que se guarda cuidadosamente refrigerado a 4ºC, resultó crucial para llegar a la conclusión que las pequeñas edades de hielo pueden comenzar abruptamente. El barco canadiense CSS Hudson recogió la muestra en 1989 en una meseta submarina llamada Elevación Bermuda al norte del Mar de los Sargazos, aproximadamente a unos 350 kilómetros de Bermuda. “Es un lugar peculiar del lecho marino donde el lodo se acumula rápidamente”, dice Lloyd Keigwin, un científico principal del Departamento de Geología y Geofísica de Woods Hole. La mayor parte del sedimento fue arrastrado por los ríos canadienses antes de aposentarse, de modo que lleva consigo las variaciones del clima en el Atlántico Norte.
Los sedimentos marinos están salpicados de diminutos invertebrados llamados foraminíferos, a los cuales Keigwin describe como “amebas con caparazón”, y que pueden proporcionar claves sobre la temperatura del océano en que vivieron. La arcilla y el lodo de la región de Nueva Escocia hacen que las pequeñas criaturas se acumulen en capas claramente distinguibles, lo que significa un tesoro de información.
Keigwin sometió a los foraminíferos de diferentes capas de este núcleo al análisis por espectroscopia de masa. Al medir las proporciones de los isótopos de oxígeno (especialmente los del oxígeno 16, 17 y 18) pudo determinar la temperatura en la que los diminutos animales formaron sus caparazones de carbonato, con una precisión de menos de 0,5ºC. Unió ésto a la datación por carbono para fijar la edad de cada capa de sedimento.
Keigwin había esperado encontrar evidencia de los cambios climáticos durante los últimos miles de años. Pero en el caso de la muestra “premio” del CSS Hudson, que fue obtenida con un taladro mucho más preciso que cualquiera de los que los oceanógrafos habían utilizado anteriormente, descubrió gran cantidad de datos sobre abruptos cambios de temperatura durantes los últimos mil años, incluyendo a una pequeña edad de hielo que en promedio era unos 2ºC aproximadamente más fría que la presente. “Y como el Mar de los Sargazos tiene una mezcla bastante buena, el enfriamiento tiene que haber estado largamente extendido”, dice Keigwin. Lo que resulta más inquietante es que “encontré evidencia de que los ciclos climáticos continúan hasta el día de hoy”.
Claramente, la pequeña edad de hielo de 1350 a 1800 no fue disparada por los humanos lanzando a la atmósfera gases de invernadero. Pero es posible que los ciclos climáticos que licuaron el hielo ártico puedan haber causado la detención súbita de la circulación termohalina. “Estamos casi seguros de que ésta fue la causa de la pequeña edad de hielo”, dice Ruth Curry, “aunque necesitaríamos una máquina del tiempo para asegurarnos totalmente”.
“Comprendí que esto sería como una bomba, pero arriesgué mi cuello”, dice Keigwin, quien publicó inicialmente sus descubrimientos en 1996. Desde entonces, algunas locaciones similares de alto sedimento han impulsado sus primeras conclusiones. “Según están las cosas ahora, hay probablemente por lo menos 10 lugares en el Atlántico Norte que pueden ofrecer una muy buena evidencia el enfriamiento de una mini-edad de hielo”, dice.
Un acontecimiento más reciente es quizás una evidencia mejor de que el clima puede enfriarse rápidamente a causa de la detención de la circulación termohalina. A fines de la década de 1960, una enorme burbuja de agua dulce apareció frente a la costa este de Groenlandia, probablemente como resultado de una gran descarga de hielo en el Atlántico Norte en 1967. Conocida como la Gran Anomalía Salina, derivó hacia el sur, y se ubicó en el Atlántico Norte en la década de 1970. Allí, interfirió con la circulación termohalina al obstaculizar rápidamente la formación de agua profunda en el Mar del Labrador. Continuó derivando alrededor del Atlántico Norte en una dirección anti-horaria, re-entrando al Mar de Noruega a fines de la década de 1970, y desvaneciéndose poco después.
“Creo que apagó el sistema por apenas unos pocos años. El resultado fueron inviernos fríos, particularmente en Europa”, dice Ruth Curry.
Afortunadamente, esa masa de agua menos salada era lo suficientemente pequeña como para dispersarse en poco tiempo. La que se está acumulando allí ahora, sin embargo, “es simplemente demasiado grande”, dice Joyce.
La ciencia del clima es extraordinariamente compleja porque depende de la recolección e interpretación de millones de datos puntuales. Si el Servicio Meteorológico Nacional tiene problemas para predecir el tiempo de mañana, ¿cómo puede nadie predecir un cambio climático global con algunos años de anticipación?. Una respuesta sería tener aún más datos. A la fecha, existen unos 450 sensores flotantes a lo largo y ancho del Atlántico monitoreando los cambios de temperatura y salinidad, pero no es suficiente, dice Ruth Curry. “El modelo no tiene todavía una resolución suficiente como para comprender toda la física. La predicción es muy difícil”.
O quizás sea que los investigadores de Woods Hole estén confiando en un modelo con fallas. Ésa es la opinión de Richard Seager, un científico climatológico del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia. En un artículo titulado “¿Es la Corriente del Golfo Responsable por los Suaves Inviernos Europeos?, que será publicado este año en la Revista Trimestral de la Sociedad Meteorológica Real, arroja dudas sobre la noción de que el calor transportado por la Corriente del Golfo tenga un impacto significativo en cualquiera de los dos continentes. Europa podría ser más cálida, dice, “aún si el Atlántico fuera apenas un gran océano estancado”, ya que los vientos occidentales prevalecientes soplarían todavía el calor guardado en el verano por el Atlántico, hacia Europa en el invierno. El calor transportado por la Corriente del Golfo, dice, responde solamente por un 10% del calor de Inglaterra relativo a los EE.UU..
En la visión de Seager, un prolongado calentamiento invernal es más probable que una pequeña edad de hielo. “El gorila de 500 kgs. del este de Norteamérica y de Europa es la Oscilación del Atlántico del Norte”, dice. Esta última es una variación compleja y poco entendida en la fuerza de las células de presión de aire sobre Islandia y las Azores. Cuando la presión sobre Islandia es alta, la de las Azores tiende a ser baja, y viceversa. Durante el invierno, un mínimo más bajo que el mínimo común sobre Islandia y un máximo más alto que el común sobre las Azores fuerza aire frío hacia el Canadá oriental y aire húmedo y cálido hacia el noroeste de Europa y hacia el este de los EE.UU..
Éso fue precisamente lo que sucedió desde 1960 hasta fines de la década de 1990, dice Seager, que dio lugar a los inviernos suaves en las regiones altamente pobladas a ambos lados del Atlántico. “Si esta fase continúa, como algunos modelos predicen que ocurrirá como resultado del aumento de los gases de invernadero, ésto podría hacer que los cambios en el clima invernal persistan durante los próximos años”, dice.
El punto de vista de Seager es minoritario. En otros modelos, y en la ciencia del clima se está dando últimamente una batalla de diferentes modelos computacionales, la Corriente del Golfo es la principal fuente de calor para las tierras que bordean el Atlántico Norte. Según Ruth Curry, la ciencia que mantienen es más que suficiente como para asegurar un pensamiento hacia el futuro.
“No podemos saber el punto en el cual el apagón termohalino podría comenzar realmente”, dice. Pero deberíamos tener un plan para esa contingencia”.
Una Fría Brutalidad
Si llegara una pequeña edad de hielo, su impacto se mediría en sufrimiento humano, y no en terminología científica. El libro “La Pequeña Edad de Hielo” (Basic Books, 2000), del profesor de antropología Brian Fagan de la Universidad de California en Santa Bárbara, está repleto de historias tristes que muestran la grave situación de los campesinos europeos durante los fríos de 1300 a 1850: hambrunas, hipotermia, disturbios por el pan, y el surgimiento de líderes despóticos que brutalizaban a un campesinado crecientemente descorazonado. A fines del siglo XVII, escribe Fagan, la agricultura había caído tan dramáticamente que “los villanos alpinos vivían del pan hecho con cáscaras de nuez molidas mezcladas con harina de centeno y avena”. Finlandia perdió quizás un tercio de su población a causa del hambre y de la enfermedad.
La vida fue particularmente difícil para aquellos que vivían bajo la constante amenaza del avance de los glaciares en los Alpes franceses. De uno de ellos, el glaciar Des Bois en las laderas del Mont Blanc, se decía que se había adelantado “más de un tiro de mosquete al día, aún en el mes de agosto”. Cuando el Des Bois amenazó con represar al río Arve en 1644, los residentes del pueblo de Chamonix rogaron al obispo de Ginebra que pidiera ayuda a dios. A principios de junio, el obispo, junto a unos 300 villanos que se habían reunido a su alrededor, bendijo al amenazante glaciar y a otro cerca de la Villa de Largenti’re. Por un tiempo, pareció que la salvación estaba al alcance de la mano. Los glaciares retrocedieron por unos 20 años, hasta 1663. Pero habían dejado tan áridas a las tierras que no crecían los nuevos cultivos.
- B. L. -
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NOTAS DEL TRADUCTOR
Circulación termohalina en el Atlántico. La corriente superficial más importante circula hacia el norte (en rojo). El agua se hunde en los Mares Nórdicos y en el Mar de Labrador. Desde allí, el flujo en niveles intermedios y profundos transporta agua hacia el sur (en azul). Los caudales son enormes. Vienen dados en sverdrups (1 sverdrup = 1 millón de metros cúbicos por segundo). No se representa en la figura el hundimiento de agua en algunas zonas próximas a la Antártida (Mar de Wedell y Ross)
Crédito por imagen y texto: Antón Uriarte
http://homepage.mac.com/uriarte/index.html
Circulación termohalina: Del griego thermos = calor y haline = sal. Ambos factores afectan la densidad del agua. En su recorrido, transporta energía y materia (sólidos, sustancias disueltas, gases) por todo el planeta, y haciendo que haya un gran intercambio entre las cuencas oceánicas. El agua realiza el circuito completo en 1.200 años. A veces, también se la denomina “cinturón convector global”.
- h.r.b. -
Web Site: Discovery.com
Artículo: “ A New Ice Age: The Day After Tomorrow? ”
Autor: Brad Lemley
Fecha: Mayo 22, 2004
Para Astroseti.org: Heber Rizzo Baladán
Enlace: http://www.discover.com/web-exclusives/a-new-ice-age-day-after-tomorrow/
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