Entrevista con Robert McNaught, el descubridor del Gran Cometa de 2007.
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El cometa McNaught en el crepúsculo sobre el puerto de Sydney© Getty Images |
El astrónomo australiano Robert McNaught estaba buscando algo mucho más ominoso y mortífero cuando descubrió el deslumbrante cometa que ahora lleva su nombre.
“Estaba buscando
NEOs, u objetos cercanos a la Tierra”, dice, “asteroides y cometas muertos que recorren órbitas que cruzan la nuestra y que por lo tanto podrían algún día colisionar contra nuestro planeta y causar una destrucción masiva”, o “asteroides asesinos” tales como el que golpeó contra el Golfo de México hace 65 millones de años y borró buena parte de la vida sobre la Tierra incluyendo, como opinan muchos científicos, a los dinosaurios.
Aún el pequeño fragmento de cometa que estalló sobre Siberia, en el Evento de Tunguska del 30 de junio de 1908, produjo tanta energía como una bomba de hidrógeno de 20 megatones. Si hubiera golpeado sobre una ciudad importante habría incinerado a millones de personas.
Pero el cometa McNaught no es un asteroide asesino ni un cometa descarriado. En agosto, McNaught estaba examinando imágenes tomadas con un telescopio de la Montaña de Siding Spring, en Nueva Gales del Sur, durante una patrulla celeste para la caza de NEOs.
Descubrió un punto de luz donde nunca antes había habido uno. Fue identificado, por su movimiento contra el fondo de estrellas y utilizando el análisis espectroscópico, como un cometa que se aproximaba y que había pasado cerca del Sol, bien dentro de la órbita de Mercurio.
Esta patrulla es considerada por McNaught y por su colega Gordon Garradd como mucho más importante que un espectáculo que intriga a los millones de personas que han visto al Cometa McNaught.
“Estamos rastreando objetos potencialmente peligrosos, incluyendo algunos que se acercarán tanto a la Tierra o a otros planetas que sus órbitas pueden ser aceleradas o frenadas o inclinadas de tal forma que los pongan en un curso de colisión con la Tierra, con muy poca advertencia”, dice Garradd. Uno de esos objetos es Apofis, un pequeño asteroide de unos 320 metros de diámetro que fue descubierto en 2004.
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Robert McNaught (izquierda) y Gordon Garrad (derecha) frente al domo de Uppsala. © mso.anu.edu.au (pulsar sobre la imagen para ampliarla) |
El viernes 13 de abril de 2029 Apofis pasará tan cerca de la Tierra que se zambullirá debajo de la órbita de varias docenas de satélites de comunicación posicionados a 35 768 kilómetros sobre el ecuador. Parecerá una estrella brillante en movimiento que cruza los cielos de Asia occidental, el Medio Oriente, África y Europa, todo ello en apenas 30 minutos.
“Apofis será un ejemplo gráfico de cuán fácilmente un encuentro cercano a la Tierra puede provocar una colisión subsiguiente”, dice Garrad.
“Solamente tendrá que pasar a través de un “ojo de cerradura” de 600 metros de diámetro cuando se zambulla debajo o a través de los satélites en 2029, para que su órbita se incline lo suficiente como para chocar con nosotros en 2036.
“Este objeto ha cruzado la órbita de la Tierra sin ser visto alrededor de dos veces al año, durante siglos. Pero ahora se ha descubierto que también está entrando en un período en el cual muchos de estos cruces ocurren cuando la Tierra se encuentra en sus cercanías, en lugar de estar al otro lado del Sol”.
Los astrónomos dicen que si golpea a un satélite en 2029 sería como si un insecto chocara con el parabrisas de un camión a una velocidad de 30 kilómetros por segundo.
Y si bien Apofis se encuentra bien por debajo del umbral de diámetros de uno a dos kilómetros (sobre el cual amenazaría a la humanidad con una devastación global similar a la que eliminó a los dinosaurios), es unas 40 veces más grande que el tamaño calculado para el objeto de Tunguska, o sea que producirá el equivalente de más de 800 megatoneladas de dinamita si su energía cinética se libera en una colisión.
McNaught dice que si Apofis resulta ser un montón más o menos suelto de rocas, tal como el asteroide NEO Itokawa, el cual fue examinado de cerca por la sonda japonesa Hayabusa en 2005, un impacto con un gran satélite haría que se expandiera lentamente en una nube de objetos, un escenario potencialmente desagradable si llevara a un encuentro posterior con un cielo lleno de bolas de fuego del tamaño del objeto de Tunguska.
Sin embargo, si Apofis es un asteroide metálico denso, rico en níquel o hierro, “habría un destello brillante y Apofis continuaría su camino como si nada hubiera sucedido”.
Ambos astrónomos ponen énfasis en que tales escenarios son conjeturas, pero que su trabajo en la Prospección Siding Spring es un programa serio y metódico para la identificación de objetos potencialmente peligrosos, y con esto dar a la humanidad una advertencia tan temprana como sea posible de un riesgo serio de colisión, y quizás interceptarlo o desviarlo.
El concepto más simple, y que se está convirtiendo en el más popular, tiene que ver con la técnica del remolque espacial, es decir, poner en órbita alrededor del objeto peligroso un satélite pesado para modificar su trayectoria y alejarlo de la Tierra.
La Prospección Siding Spring es parte de una pequeña red de telescopios de patrulla celeste financiados por la NASA.
El año pasado, Siding Spring descubrió 400 NEOs, o sea el 60% de los objetos de ese tipo identificados en 2006, además del cometa McNaught, el Gran Cometa de 2007.
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Traducido para Astroseti.org por Heber Rizzo Baladán
Web Site: New Zealand Herald
Artículo: “Encounters too close for comfort”
Autor: Bern Sandilands
Fecha: Enero 20, 2007